Crítica "A Real Pain", película que se estrena hoy viernes en cines
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Crítica "A Real Pain", película que se estrena hoy viernes en cines

7 / 10
Fran González — 10-01-2025
Empresa — 20th Century Studios España
Fotografía — Cartel de la película

Cuesta creer que con tan solo dos películas dirigidas bajo su firma, Jesse Eisenberg haya alcanzado un nivel de narrativa por estratos tan depurado como el que en “A Real Pain” exhibe. Una cinta dramática y emotiva, camuflada de buddy movie, con los tópicos al volante de una road movie y el alivio circunstancial de una comedia al uso que evoluciona y escala sin previsión posible. En efecto, un cóctel de ideas y sensaciones que inequívocamente niega cualquier categorización rotunda que podamos darle y que nos hará admirar con inquietud y recelo el desarrollo de su planteamiento.

A la cabeza del mismo tenemos al propio Eisenberg y a Kieran Culkin, quien desde su renovado bautismo actoral con “Succession” parece decidido a hacer méritos para que le tomemos profesionalmente en serio. La dupla interpreta a un par de primos, en el sentido más familiar de la expresión, cuyas personalidades no podrían estar más contrapuestas. David (Eisenberg) es un padre de familia de vida resuelta con el pack completo (trabajo-casa-hijo-mujer), mientras que Benji (Culkin) es el resultado de un puñado de malas decisiones certificadas a golpe de adicción, desaliño, bipolaridad y deseabilidad social constante.

Solo este choque de antagonismos ya nos facilitaría de por sí un buen surtido de entretenidos y ocurrentes lugares comunes, pero su director, guionista y co-protagonista riza el rizo de la comedia situacional más predecible sometiendo a los personajes a un reencuentro que equiparará a ambos a un mismo nivel de dolor, con sus carencias, debilidades e imperfecciones bien a la vista. La excusa será un esnob tour guiado por la Polonia del Holocausto, donde además de reconectar con sus raíces judías y rendir tributo a su fallecida abuela, los protagonistas buscarán reflotar ese vínculo que el tiempo y la distancia han dejado hecho trizas.

Un punto de partida a priori simple que se irá complicando tan pronto como veamos a este par comportándose en sociedad y mostrando cada vez con menos comicidad y más incomodidad dramática sus respectivas taras. El lenguaje no-verbal será clave para radiografiar sus naturalezas, rígida y neurótica la de uno, relajada y extravagante la del otro. Mutuamente necesarios y complementariamente recíprocos, sin su particular reverso pulcro y perfeccionista no podríamos terminar atendiendo a uno de los mejores papeles que Culkin haya firmado jamás, capaz de invitarnos tanto a la empatía como al odio en cuestión de minutos. Proeza augusta que confirma su ya inapelable don en cámara y que supondrá sin duda una más que evidente continuidad en la pantalla grande de aquí en adelante.

Eisenberg, por su parte relegado a ese segundo plano que permite a Culkin crecer en escena, demuestra saber lo que se hace en la trastienda de la propuesta con una inteligentísima capacidad direccional, colmando con justas y controladas dosis de emoción el texto sin caer en lo lacrimógeno y lo obvio. De hecho, que el sobrevenido cineasta haya podido filmar en localizaciones auténticas de esa Polonia machacada por los horrores de la II Guerra Mundial y que con ello nos regale una fotografía contantemente bella y sobrecogedora es un punto a favor, pero la verdadera valía de “A Real Pain” radica más allá de la tragedia pretérita y del mero lamento conjugado en pasado.

En los ojos de su responsable hay una línea perpendicular y directa entre la atroz herencia histórica revivida durante la visita de David y Benji y el presente de sus vidas, quienes tan solo se atreverán a manifestar sin reparos ni complejos su dolor a través de conversaciones canábicas y desde las alturas. Escenario en el que veremos a nuestros protagonistas romperse de verdad y hablando de forma mucho más directa y concreta sobre sus peores males, acercándonos así al verdadero drama que da título a la película y que cierra la misma con un desolador final circular. Un drama mucho más tangible, o al menos más cercano para muchos, que no figura en los libros de texto ni se sana con catárticos viajes transoceánicos: el peligro de enfrentarnos a una madurez que viene sin manual de instrucciones.

 

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