Nos hemos familiarizado con la Mafia a través del cine y la televisión norteamericana, gracias a obras maestras como “El Padrino”, “Uno de los nuestros”, “Érase una vez en América” o “Los Soprano”. Pero su origen está al otro del Atlántico. Los sindicatos criminales italianos nacieron en las regiones más pobres del país transalpino, donde los terratenientes, la iglesia y las autoridades políticas, aliados entre sí, mantuvieron durante siglos a los campesinos en un estado de servidumbre, encadenados por la pobreza y la ignorancia. Aunque este hecho nunca ha estado del todo ausente de su producción fílmica, ha sido en la última década cuando la televisión y el cine italianos han alcanzado una resonancia internacional con una serie de obras de altísima calidad, en la que reflejan una realidad en la que nosotros, en España, no podemos evitar vernos reflejados: gobiernos hechos añicos por turbios manejos, la clase política enviada a prisión o desacreditada, la connivencia entre los corruptos en el poder y los criminales, etc. Vamos a hacer un breve resumen sobre la historia negra de Italia de acuerdo a lo que hemos podido ver en la gran y pequeña pantalla.
El Origen:
“Salvatore Giuliano” (Francesco Rosi, 1962), “Las manos sobre la ciudad” (Francesco Rosi, 1963) y “El día de la lechuza” (Damiano Damiani, 1968)
Francesco Rosi fue uno de los directores abanderados del neorrealismo, el movimiento dominante en el cine y la literatura italiana de la postguerra, y cimentó su prestigio en una serie de películas en las que, desde una óptica casi documental, mostraba las lacras de su país. En “Salvatore Giuliano” (1962) nos relataba la existencia de un controvertido personaje que contenía en sí mismo todas las contradicciones y miserias de la vida siciliana: bandido generoso al estilo Robin Hood y terrorista de extrema derecha, rebelde independentista e instrumento de oscuros intereses. En “Las manos sobre la ciudad” (1963) ofrecía un descarnado retrato de la corrupción urbanística en Nápoles. Y no olvidemos citar “El día de la lechuza” (1968) de Damiano Damiani, con dos estrellas de la talla de Franco Nero y Claudia Cardinale, en la que un concienzudo capitán de la policía se enfrentará, a la hora de resolver un asesinato mafioso, a la red de complicidades que protege a los culpables. ¿Qué esperanza quedaba a los habitantes del sur de Italia, cuando quien están en el poder tienen la misma catadura de los criminales a los que deberían combatir?
Casos reales:
“Los cien pasos” (Marco Tullio Giordana, 2000), “Romanzo di una strage” (Marco Tullio Giordana, 2000) y “El profesor” (Giuseppe Tornatore, 1986)
Marco Tullio Giordana llegó a la fama gracias a la excelente miniserie “La mejor juventud”, un emotivo retrato de la Italia contemporánea. Pero, además, como realizador cinematográfico retomó el espíritu crítico que había animado a Rosi décadas atrás en dos películas excelentes y estremecedoras. En “Los cien pasos” (2000) reivindicaba la figura de un genuino héroe cívico, el mártir de la lucha contra la Mafia siciliana, Peppino Impastato, mientras que en “Romanzo di una strage” (2012) partía de nuevo de un caso real, el atentado con bombas de Piazza Fontana, en Milán, para explorar el avispero que era Italia durante los llamado “años de plomo”, en los sesenta y setenta, donde se entremezclaban los grupos terroristas de distinto signo político, unos servicios secretos absolutamente descontrolados y, por supuesto, la omnipresente influencia del Vaticano. También podríamos destacar “El profesor” (1986), de Tornatore, que reconstruye la trayectoria de uno de los capos más célebres y crueles de La Camorra, con un genial Ben Gazzara al frente del reparto.
Crimen y alta política:
“El capo de Corleone” (Alexis Cahill y Enzo Monteleone, 2007) y “Il Divo” (Paolo Sorrentino, 2008)
A principios de los ochenta la Mafia siciliana vivía su momento de máximo esplendor. Se había enriquecido enormemente gracias a su papel de intermediarios en el tráfico internacional de narcóticos, que distribuían por Europa y exportaban a Estados Unidos, gracias a sus estrechas relaciones con sus “primos” de la Cosa Nostra italoamericana. Y además contaban con la complicidad de la gobernante Democracia Cristiana, cuyos tenebrosos tejemanejes se ocultaban por sistema para evitar que el poderoso Partido Comunista italiano llegara al poder por medios democráticos. Sin embargo, ese idílico estado de las cosas saltó por los aires cuando los corleoneses, un pequeño clan procedente de un olvidado rincón de la Sicilia rural decidió hacerse con el poder absoluto dentro de las estructuras de la Mafia y, para sorpresa general, lo consiguieron por el sencillo método de exterminar a todos sus rivales e, incluso, atentar contra los máximos representantes del estado, si osaban oponérseles. Los corleoneses estaban liderados por un individuo cuyo nombre se convertiría en sinónimo del terror mafioso, Totò Riina, y su historia se nos cuenta en una estupenda miniserie “El capo de Corleone” (2007). Las masacres de los corleoneses hicieron tambalear el poder de la Democracia Cristina, y con ello, el de su líder, el enigmático y astuto Giulio Andreotti. Antes de “La gran belleza”, Paolo Sorrentino y Toni Servillo nos brindaron un apasionante biopic de ese personaje que representa como nadie la opacidad del poder en “Il Divo” (2008).
La era de Gomorra:
“Roma criminal” (Stefano Sollima, 2008), “Gomorra” (diversos directores, 2014), “El inmortal. Una película de Gomorra” (Marco D'Amore, 2019), “Gomorra” (Matteo Garrone, 2008), “Suburra” (Stefano Sollima, 2015), “Suburra. La serie” (diversos directores, 2017) y “ZeroZeroZero” (diversos directores, 2019).
Todo empezó con “Gomorra”, el libro de no-ficción que condenó a su autor, el periodista Roberto Saviano, a pasar el resto de su vida bajo protección policial, para evitar que la Camorra napolitana, cuyos secretos desvelaba, cumpliera sus amenazas de muerte. Se convirtió en un best-seller internacional y tuvo una estimable adaptación al cine, pero no desarrolló totalmente su potencial hasta que llegó a manos de un prestigioso director y guionista, Stefano Sollima, y se convirtió en una de las mejores series de televisión de los últimos años, casi en el equivalente europeo a “The Wire”. Sollima ya tenía en su haber otra producción magnífica, basada en hechos reales, “Roma Criminal”, inspirada en las andanzas de la brutal banda de la Magliana, los dueños de Roma de mediados de los setenta a los noventa, rodada a un ritmo frenético que evocaba al mejor Scorsese. El tremendo éxito de “Gomorra”, la serie, allá donde se ha emitido, ha sido replicado en las siguientes obras de sus creadores. Sollima, en 2016, estrenó la también estupenda “Suburra” (que Netflix convirtió en una serie interesante, pero no a la altura de su precedente cinematográfico). “Suburra” era, en la época gloriosa del Imperio Romano, el barrio de las tabernas y los burdeles, donde encontraban cobijo los criminales; en la Roma del presente que nos enseña Sollima se convierte en una metáfora de la interacción de la mafia, la política y la iglesia. Y este año, de nuevo en connivencia con Saviano, nos presenta “ZeroZeroZero”, una brillante miniserie que proyecta un amplio fresco a medio camino entre la ficción y el documental sobre el tráfico de cocaína a partir de los intereses contrapuestos de sus protagonistas, en distintas partes el mundo: los capos italianos, los sicarios mexicanos, los intermediarios yanquis… Y una prolongación fílmica del “Universo Gomorra”: “El Inmortal”, centrada en uno de sus personajes más carismáticos, Ciro di Marcio, alias El inmortal (apodado así por su habilidad para sobrevivir en las situaciones más peligrosas), un gángster de la Camorra astuto y experto criado en las calles más duras de Nápoles.
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