Aesop Rock “Labor Days” (2001)
El flow insano de Aesop Rock y la oscura producción en clave menor de Blockhead da como resultado un brillante, divertido y emocionante disco de genuina tristeza e inconmensurable profundidad. Nunca he escuchado otro disco como este.
Black Flag “Damaged” (1981)
Pura lava incandescente que se mantiene en tu sangre para siempre. Especialmente si es un disco que escuchas por primera vez cuando tienes catorce años, como es mi caso.
Robert Ashley “Private Parts” (1978)
Hipnotizante, ligero y ensoñador, el sonido del espacio que hay entre el sueño y los sueños. El más mínimo cambio en cualquiera de los (muy pocos) instrumentos del álbum suena como las cataratas de Niágara. Trascendentalmente bello.
Happy End “Kazumachi Roman” (1971)
Sonido folk rock psicodélico de la Costa Este estadounidense cocinado a fuego lento y filtrado por cuatro legendarios músicos y compositores japoneses que llevan su música a la perfección. Canciones alegres y dolorosamente hermosas. Sus discos en solitario y otros proyectos también son fantásticos (especialmente “A Long Vacation” y “Hosono House”, sin olvidar Yellow Magic Orchestra), pero cuando Haroumi Hosono y Eiichi Ohtaki estaban juntos en esta banda, Dios mío.
Annette Peacock “I’m The One” (1972)
No solamente valiente, sino incluso temible. Música salvaje, surreal, poderosa, como si surgiera de un sueño febril.
The Rutles “The Rutles" (1978)
Considerado durante mucho tiempo un disco ingenioso y humorístico, que nadie se equivoque. Es ambas cosas, pero también una obra de arte asombrosa y genial.
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