No se podían ni ver. Ese es el resultado del fin de la relación de Jay Farrar y Jeff Tweedy, y por consiguiente del adiós de Uncle Tupelo. Se trataba de la banda que había dado nombre a una revista como No Depression, de cuyas páginas nació ese poco certero género descrito como sonido americana al que estamos tan acostumbrados hoy en día, y que cada vez tenemos menos claro qué narices significa. El caso es que, en contra de lo que suele pasar, con la defunción de un proyecto ganamos dos, Son Volt, liderados por el difícil Farrar, y unos Wilco a los que hoy dedicamos estas líneas para celebrar el veinticinco aniversario de su disco de debut, encabezados por un, en teoría, más campechano Tweedy, algo que hemos podido comprobar también altamente inexacto.
Pero no venimos aquí a hablar de los motivos que llevaron a Jeff y a su compañero John Stirratt a iniciar una carrera en paralelo a la de Farrar, sino a conmemorar el cuarto de siglo de “A.M.”, el que fuera su primer trabajo discográfico, un disco con el que me siento incomprendido. Habitualmente considerado un traspié, uno sigue pensando a día de hoy que es uno de los mejores álbumes que nunca hayan construido los de Chicago. Y eso que entiendo, y comparto, las acusaciones de continuismo respecto a Uncle Tupelo. Eso de “para seguir haciendo algo parecido, no sé para qué se separan” es una verdad palmaria. Pero, ¿resta eso valor a las trece canciones de “A.M.”? Otro argumento habitual para cargarse el álbum es su falta de riesgo, evidentemente algo que va unido directamente al primero de los razonamientos y a lo que tampoco veo problema. La tercera tesis es la que habla de un grupo que se nota todavía en formación. Y ahí ya se me caen todos los palos del sombrajo. ¿En serio? ¿De verdad les parece “A.M.” un disco de un grupo que está empezando? Ni siquiera en directo daban esa sensación. Y si no háganse con ese “Live At The Troubadour” que hace unos años nos llegaba vía Record Store Day.
Nunca, y lo voy a repetir por si no ha quedado claro, nunca, Wilco ha vuelto a reunir una colección de canciones con menos fisuras de las que incluye “A.M.”. Por supuesto que es un disco continuista a un sonido, pero esos trece templos del country alternativo, el americana o cómo narices les apetezca llamarlo estaban y están al nivel de muy pocos. Que canciones como la inicial “I Must Be High” sigan formando parte de su directo, cinco lustros después, no es casualidad. Un tema, por cierto, directamente soberbio. Perfecto. Tras ella, “Casino Queen” es el resumen de lo que, para un servidor es el rock americano, léase riff de guitarra potente, buena melodía, estribillo tarareable…Vamos, la herencia de Georgia Satellites. Un contraste perfecto a ese medio tiempo maravilloso que es “Box Full Of Letters”.
Esta da paso a una de las joyas de la corona, “Shouldn’t Be Ashamed”. Otra vez, guitarras que pueden incluso recordar a Crazy Horse y una melodía adictiva. Solo por esas cuatro canciones de inicio, el álbum ya merece un lugar en el Olimpo de los grandes discos. Pero es que Wilco no bajan el nivel, se muestran acertados cambiando el pistón en “Pick Up The Change” y la acústica “I Thought I Held You”, para dar paso al momento más country de todo el disco con “That’s Not The Issue”, adelantándose probablemente a la sobredosis de bluegrass que se nos iba a venir encima en breve. “It’s Just That Simple” es el baladón del lote, y vaya tema. Puro country rock setentas. The Band, Poco y hasta algo del “Desperado” de Eagles anda por ahí con Stirrat, por cierto, a la voz.
Instalados en unos latidos inferiores al inicio, “Should’ve Been In Love” es la canción que más se asemeja a lo que luego conoceremos como marca Wilco. “Passenger Side” parece una especie de Bob Dylan cantando al frente de Flyin’ Burrito Brothers. “Dash 7” descoloca, con ese aire a John Prine vs Chris Hillman, pero no es ni de lejos una mala canción, aunque quizá demasiado sombría. Para cerrar “Blue Eyed Soul” y “Too Far Apart”, dos canciones que aquí podrían parecer de relleno y que muestran la grandeza del disco, ya que son mejores que el noventa por ciento de las editadas en el mismo estilo el resto de los noventa.
En medio de la explosión grunge, Wilco se desmarcan con un disco que, esta vez sí, define el country rock alternativo, y que da el pistoletazo de partida de una carrera que todos conocemos. Lástima que en el camino perdieran los riffs que aquí aporta en muchas ocasiones Brian Henneman (Bottle Rockets) o que en ocasiones antepusieran la experimentación a las necesidades de una canción. Sé que voy contracorriente, pero mi opinión es una de las pocas cosas que nadie me puede quitar. Y, por cierto, felices veinticinco, “A.M.”.
100% de acuerdo Eduardo! Soy muy fan de Wilco y, contrariamente a la opinión general, siempre reivindico AM como su mejor disco, al que siempre vuelvo y que nunca me cansa.