Queda bastante claro que te gusta plantear las entrevistas como conversaciones. Incluso diría que eres de aquellos periodistas que necesitan dar su punto de vista sobre determinados temas sobre la marcha, para sacarle más jugo al entrevistado, aunque eso contravenga cierta idea de neutralidad, ¿no?
Totalmente. De hecho muchas veces se confunden las cosas. Me dicen que creo empatía. Pero no es eso lo que busco. De una entrevista en la que no hay empatía con el entrevistado también se generan conversaciones interesantes. En el libro hay algunas en las que no había una especial conexión ni química con la entrevistada, pero hay un toma y daca que te permite ir saltando de temas. Para mí, una buena entrevista es una buena conversación. También lo es aquella en la que tú le sacas al entrevistado la información que te interesa recabar. Y es muy diferente una entrevista promocional a otra que no lo es. Hay varios perfiles de entrevista. Y en este libro hay algunas de archivo que he ido haciendo con los años –muchas de promoción pura y dura–, en las que también busco la conversación (hay veces que es imposible), y otras que son exclusivas, treinta y cuatro en total en este libro, en las que sí que he buscado que me hablen un poco de todo, como ocurre con las de Martirio, Maria del Mar Bonet, Núria Graham o Leonor Watling. Pero sí, me gusta generar ese punto de estar como tomando un café, como si estuvieras con alguien que podría ser tu amigo.
Queda bastante claro que te gusta plantear las entrevistas como conversaciones. Incluso diría que eres de aquellos periodistas que necesitan dar su punto de vista sobre determinados temas sobre la marcha, para sacarle más jugo al entrevistado, aunque eso contravenga cierta idea de neutralidad, ¿no?
Totalmente. De hecho muchas veces se confunden las cosas. Me dicen que creo empatía. Pero no es eso lo que busco. De una entrevista en la que no hay empatía con el entrevistado también se generan conversaciones interesantes. En el libro hay algunas en las que no había una especial conexión ni química con la entrevistada, pero hay un toma y daca que te permite ir saltando de temas. Para mí, una buena entrevista es una buena conversación. También lo es aquella en la que tú le sacas al entrevistado la información que te interesa recabar. Y es muy diferente una entrevista promocional a otra que no lo es. Hay varios perfiles de entrevista. Y en este libro hay algunas de archivo que he ido haciendo con los años –muchas de promoción pura y dura–, en las que también busco la conversación (hay veces que es imposible), y otras que son exclusivas, treinta y cuatro en total en este libro, en las que sí que he buscado que me hablen un poco de todo, como ocurre con las de Martirio, Maria del Mar Bonet, Núria Graham o Leonor Watling. Pero sí, me gusta generar ese punto de estar como tomando un café, como si estuvieras con alguien que podría ser tu amigo.
Te confieso que me daba cierta pereza enfrentarme a un rosario de entrevistas en el que una de las preguntas se repitiera, de forma casi obligada: el papel de la mujer en la industria. Y puedo haber sido víctima de mis propios prejuicios, porque el elenco de respuestas que nutren es libro es de lo más variopinto, nada homogéneo. Más de lo que esperaba: desde Alba Molina, que se muestra más que escéptica ante el feminismo, hasta Joana Serrat, que está en contra de las cuotas de género, pasando por Alejandra Ribera, que hace una disección brillante y tremendamente lúcida sobre el asunto, o Laura Marling, quien directemente te dice que no se siente cómoda hablando de ese asunto con un hombre...
Bueno, igual esperabas que todas cayeran en el mismo tópico. Mira Sole Giménez, por ejemplo, que me dijo que le da miedo que esta nueva corriente feminista se convierta en una moda. Sí que es verdad que hay muchos puntos de vista, y al abanico es muy amplio.
¿Te sorprendió que fuera así?
Sí, sí que me sorprendió. Es verdad que es una pregunta que durante años he ido formulando siempre, aunque más en el sentido de cómo ven ellas la evolución de la mujer dentro de la música desde que la entrevistada comenzó hasta ahora, que es una pregunta más común. El ocho de marzo del año pasado sí que me ha dado la oportunidad de preguntarles cómo vivieron ese día. Y ahí sí que te encuentras respuestas de todo tipo. Tanto las que tenían un punto de vista crítico respecto a la posición de la mujer en este negocio como las que opinaban a un nivel más social. La de Alejandra Ribera la hice por email, precisamente, y tal cual me llegó me pareció brillante. Es importante que haya opiniones de todo tipo para al final llegar a consensos. Y es importante que el abanico abarque desde gente mayor que ya tiene su carrera hecha y ya no han de demostrar nada, hasta mujeres más jóvenes. Desde Joana Serrat, quien como decías está en contra de las cuotas, hasta Lucy Rose, que te cuenta los problemas que se encuentra cuando llega a una sala de conciertos. También hay gente que se posiciona de una manera más neutra, como Nina de Juan, que es escueta pero contundente. Está bien que haya varios elementos de juicio.
"Me parecía importante que, aparte de los cuatro o cinco casos más conocidos, se reconociera el trabajo de muchas otras mujeres que no tuvieron las trascendencia que merecían"
¿No te produce una sensación agridulce que tus tres últimos libros (como los de Anabel Vélez o el más reciente de Miguel Ángel Bargueño) surjan precisamente de un desequilibrio que es injusto? Es obvio que ninguno de nosotros se va a hacer rico escribiendo libros sobre música, pero sí te generan presencia mediática y un lógico orgullo, porque no es fácil completar un libro. Pero podría llegar un tiempo en el que la igualdad fuera real (o casi real) y ya no tuvieran sentido libros como el tuyo. ¿No crees?
Me parece fantástica la pregunta. Cuando publiqué mi primer libro, “Mujer y música: 144 discos que avalan esta relación”, en 2011, siempre decía que ojalá en un futuro esta clase de libros no tuvieran sentido. En aquel momento yo lo planteé como reivindicación del trabajo femenino en la música. Creí que estaría bien dar voz a muchas mujeres que durante muchos años habían luchado por hacerse un hueco en esta industria, y quería simplemente hablar de sus discos. Porque me parecía importante que, aparte de los cuatro o cinco casos más conocidos, los de Patti Smith, Chrissie Hynde, Madonna o Debbie Harry, se reconociera el trabajo de muchas otras mujeres que no tuvieron las trascendencia que merecían. Era mostrar un catálogo de discos importantes ya no solo desde un ámbito mainstream sino también desde un terreno más desconocido. Discos que tenían algo que contar, y además me gustaban. En el caso de este nuevo libro, viendo todo lo que se estaba generando con el nuevo impulso feminista, todo surge a raíz de tres o cuatro entrevistas seguidas que encadeno para varios medios (desde Sílvia Pérez Cruz a Rosalía, pasando por Rocío Márquez) en las que me doy cuenta de que me están contando cosas muy interesantes, sobre las que creo que ahora ellas pueden ejercer como un altavoz. Y qué mejor altavoz que las propias mújeres que hacen música. Sobre todo a raíz de la de Rocío Márquez, que me hizo planteamientos muy interesantes. Ahí me dije, ¿y por qué no un libro de entrevistas con todo el material que tengo? Pero no me surge de una manera muy preconcebida. De hecho, fue Alfonso Cardenal, de la SER, quien me planteó la idea. Me animé, aunque la verdad es que eso me cuesta poco, y como tenía mucho material de archivo de veinte años haciendo entrevistas, lo creí interesante. Pero sí que creo que mis dos anteriores libros en un futuro no tendrían que ser necesarios, más allá de su condición de guía de consulta. Sin más objeto que ese. Este es un libro de testimonios. Pero sí es verdad que puede llegar un día en el que no tenga sentido que ni yo ni otra gente aborde esto, porque debería estar asumido por la sociedad. Seguramente llegue, porque sí que están llegando cambios, como la paridad en algunos carteles, muy evidente en el caso del Primavera Sound, por ejemplo. Espero que así sea.
En el libro surgen personajes recurrentes, sobre todo en las respuestas, que serían como secundarios que aparecen con frecuencia, tanto masculinos como femeninos: es el caso Patti Smith, que era previsible (además de que también sale entrevistada), pero también de T-Bone Burnett o Tom Waits. ¿Te sorprendió o te sirvió para trazar algunos rasgos comunes?
El caso de Patti Smith es obvio, pero fijate que más que citarla a ella, las mujeres entrevistadas citan mucho su libro “Éramos unos niños”, que es como algo que empuja a muchas a seguir en esto de la música. Un libro que puede ser de mucha ayuda en un momento de fragilidad. Es como una guía espiritual para muchas mujeres que se dedican a la música, y creo que eso es fabuloso. En el caso de T-Bone Burnett, simplemente coincide que ha producido a muchas mujeres y es un tipo que deja huella. Ocurre con Alison Krauss o Imelda May. Todas enfatizan lo cómodo que les resulta trabajar con él. Y Tom Waits es debilidad personal, y sin quererlo, sale. Aparece en el caso de Leonor Watling o de Rickie Lee Jones, pero también es verdad que se da la circunstancia de que fue pareja de Rickie Lee Jones y luego Leonor Watling tuvo la suerte de entrevistarle, y no pude resisirme a preguntarle. Para toda la generación de Rocío Márquez o Sílvia Pérez Cruz también es un músico importante, como un pequeño género en sí mismo.
Otra cuestión común es la brecha cultural entre España y otros países de su entorno. La eterna consideración que se tiene aquí de la cultura como algo de segunda división.
Esa comparación se da mucho con Francia, al ser vecinos. Allí se cuida muchísimo la cultura. Yo viajo allí mucho por temas personales y se siguen comprando discos y libros en pueblos y ciudades muy pequeñas, en las que hay tiendas donde tienes acceso a la cultura. Ahora ha salido una ley con la que se le van a dar 500 euros a cada joven menor de 18 años para los pueda emplear en trabajos culturales. Surge el tema con Francia, pero también con Suecia. Creo que es en la entrevista con Ana Alcayde, que cuenta cómo llega allí, descubre la nyckelharpa y se genera un vínculo con el país. Yo creo que en España la cultura siempre queda en un segundo plano, o tenemos cierto complejo de inferioridad, quizá por la dificultades que tienen los propios músicos para ganarse la vida. María Rodés, por ejemplo, es de quienes me comentan que tienen que hacer otras cosas porque esto no le da para vivir como sería deseable. En cierta manera, hay un empobrecimiento cultural. Aunque creo que eso va cambiando: no hay más que ver la cantidad de libros musicales que se editan, algo que seguramente estamos generando entre todos, entre escritores, periodistas y músicos. O el boom de los festivales: no los hay si no hay público. Todo eso también es cultura. Incluso el cine, que todavía va gente a las salas, aunque creo que deberían ir más. Hay más ventajas que nunca para ir al cine. A mí me gusta ir al menos una vez a la semana. También somos un país que cree que el de al lado lo hace todo mejor. Simplemente tenemos nuestro propio carácter, y los que estamos en el ámbito de la cultura tenemos una misión, por eso nos involucramos en charlas, actividades... pero ese complejo de inferioridad está ahí. También venimos de dónde venimos, a nivel de democracia, con años y décadas de retraso en muchos sentidos. Pero yo soy más de ver el vaso medio lleno que medio vacío. Hay que ser optimista.
Otra cuestión es la poca música que escuchan la mayoría de las mujeres –algo extensible a los hombres, ojo– que se dedican a la música una vez han superado su periodo formativo. Lo poco que se actualizan. Es algo que extraes a modo de conclusión tras el bagaje acumulado tras tantas entrevistas a lo largo de dos décadas.
Esa sensación la he tenido siempre. Digamos que ese periodo formativo arranca a los once, doce o trece años, hasta los veinte, veintiuno o venitidós, en que ya te formas como profesional, ya seas músico o periodista. Y al final, siempre hay un momento en el cual te frenas. No se puede generalizar, pero sí que es verdad que cuesta encontrar músicos con quienes hablar de música. Y me genera un punto de contradicción. El músico –y también es loable, ojo– se centra en su propia música, en su propio arte, y cuando se retira de su profesión igual le apetece hacer otras cosas, irse a pasear al campo o cualquier otra cosa. Pero sí que me extraña. De hecho, creo que es La Yegros quien dice que igual escucha uno o dos discos al año. Eva Amaral, por contra, sí que es una persona que sigue descubriendo nueva música, pero también explica que en gran medida el hacer de DJ en ocasiones le obliga a estar al día. Muchos músicos escuchan discos de su entorno, de las amistades que van trabando con otros músicos en festivales o en salas. También pasa dentro del periodismo, que hay gente que quizá se quedó en esa franja de estilos que le marcó cuando era joven y tampoco se preocupan demasiado por descubrir cosas nuevas. No sé si a tí te pasa también eso, si cuando entrevistas a músicos tienes la sensación de que manejan muy pocos referentes...
"No se puede generalizar, pero sí que es verdad que cuesta encontrar músicos con quienes hablar de música"
Sí, seguramente no de una forma tan generalizada como te puede ocurrir a tí. Sí que es verdad que eso luego se ve reforzado, además, por el hecho de que a ningún músico le gusta que le cataloguen bajo ninguna etiqueta ni estilo.
Sí, el tema estilístico también está ahí. Hace veinte años te etiquetaban como country o heavy metal y los músicos lo aceptaban con mayor naturalidad, y ahora parece que tengan que saber de todo y hacer de todo. En la entrevista con Núria Graham le pregunto por su multidisciplinariedad, y ella reconoce que con ser músico tiene bastante, que no necesita escribir o pintar. Que no siente inquietud por hacer cosas que vayan más allá de la música. Y que ser músico ya es mucho.
Al hilo de esas tareas que a los músicos (mujeres y hombres) les toca hacer en estos tiempos: otra cuestión que planteas de forma muy habitual es sobre el uso de las redes sociales, y en las respuestas de las mujeres entrevistadas hay una ambivalencia general.
Las ven necesarias, pero en muchos casos les dan pereza. Yo soy el primero a quien le da mucha pereza. Tener que hacer un seguimiento en las redes sociales de la promoción del trabajo da pereza, pero hay que hacerlo. De hecho, a Eva Amaral le pregunté si se veía haciendo la promo como antes de que existieran las redes sociales, y me dijo que no. Ahora no sería posible. Pero Amanda Palmer, por ejemplo, que es una persona muy metida en redes sociales y que ha generado mucho movimiento a través de ellas, me dijo que claro que se puede vivir sin Twitter, Facebook o los blogs. Es verdad que hay opiniones muy ambivalentes y casi todas van ese camino de “es algo que tenemos que hacer”. Pero igual si se lo pudieran evitar, se lo evitarían.
"En el primer volumen de “Mujer y música”, en 2011, me costó encontrar nombres del ámbito estatal, y con este he tenido auténticas dificultades para hacer una criba"
Otra cuestión que te interesa mucho, y no es moneda común en las entrevistas, es esa soledad que invade a la mujer que hace música cuando desaparece del escenario y se recluye en la habitación del hotel, o en el propio camerino.
Es una pregunta que hago con frecuencia porque siempre lo pienso. A pesar de que a los periodistas siempre se nos tilda de músicos frustrados, en mi caso nunca ha sido así, porque jamás he tenido la curiosidad de tocar un instrumento, y por otro lado no envidio la vida del músico. Porque tengo la sensación de que viajan mucho y están en un mundo muy bonito en el que conocen a mucha gente, pero al final es duro enfrentarte cada día a un público distinto, es una exigencia muy grande (algo que valoro mucho), y luego hay muchos momentos de soledad en la furgoneta o en el hotel. Ven muy poco de cada ciudad, llegan directamente a la sala, y cuando llegan a la habitación de hotel, que la mayoría son muy impersonales, deben pensar “¿qué hago?”. Me gusta mucho el testimonio de Martirio, que me dijo que cuando se baja del escenario es simplemente Maribel, y que a veces está en el hotel y se está comiendo un bocadillo de mala manera, y al final sabe que si necesita algo de su equipo, llama a alguno de ellos y le hacen un ratito de compañía. O Lucy Rose, que me decía que directamente odiaba algunas de las cosas de ir de gira, aunque cuando le acompaña su marido las lleva mejor. O Bedouine, que me decía que casi lo que más le preocupa es el hecho de poder dormir. Creo que está bien que los músicos expliquen cosas que vayan más allá de su propia función como músicos. Que cuenten lo que sienten ante según qué situaciones.
¿Te encontraste con entrevistadas especialmente difíciles, al margen del caso de Hope Sandoval o de Laura Marling?
Alguna.
¿Prefieres no decir nombres?
Tras la última que hice, que fue un encargo por parte de mi editor, a quien le hacía mucha ilusión que saliera, acabé sudando. Literalmente. Aunque quizá no se note mucho al leerla.
¿Te encontraste con alguna negativa por parte de alguien?
Sí.
¿Te dieron alguna razón?
No. Bueno, en un caso concreto, me llamó la manager en cuestión, porque quería saber si la entrevista iba a girar en torno al feminismo, al tema de la mujer o iba a ser más amplia. Le expliqué que no, que lo que quería era conversar y hablar de todo. Entonces accedió, porque sí que le apetecía, pero no quería ceñirse al tema del feminismo. En algunos casos, los menos, me dijeron que ya me contestarían y luego no lo hicieron. Igual fueron diez, de artistas de aquí. Pero bueno, no pasa absolutamente nada. Entra dentro de lo normal.
Para terminar, ¿en qué medida crees que ese desequilibrio de género se ha ido corrigiendo en los últimos años?
Yo soy bastante positivo en este tema, creo que ha habido una evolución para que esto se normalice. De hecho, no deberíamos ni utilizar el término “normalizar” porque ya debería estar normalizado. Creo que el tema de las cuotas es discutible, pero lo que es cierto es que el abanico de nombres ahora es grandísimo. En el primer volumen de “Mujer y música”, en 2011, me costó encontrar nombres del ámbito estatal, y con este he tenido auténticas dificultades para hacer una criba porque realmente había muchísimo entre lo que elegir. Christina Rosenvinge siempre me decía que el problema que tenían muchas mujeres jóvenes era el miedo a coger una guitarra o un instrumento, y la diferencia es que ahora se ha perdido ese miedo. Ya no es extraño ver mujeres sobre un escenario y haciendo música, ni ver revistas como MondoSonoro, Ruta 66 o Rockdelux, que cuando hacen las listas del año igual incluyen quince discos hechos por mujeres entre los mejores cuarenta, cuando antes igual habia tres, cuatro o cinco. Como mucho.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.