25 años de ‘Urban Hymns’, el ansiado éxito de The Verve
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25 años de ‘Urban Hymns’, el ansiado éxito de The Verve

Raúl Julián — 03-10-2022
Fotografía — Carátula del disco

‘Urban Hymns’ (Hut, 97) cumple un cuarto de siglo, y el paso del tiempo no ha hecho sino refrendar su estatus como obra magna de The Verve, gran momento de Richard Ashcroft y, de paso, uno de los últimos grandes títulos del Britpop. Un movimiento que, poco después, comenzaría a palidecer definitivamente hasta perder la que durante años fue su posición ventajosa en la escena e industria musical del Reino Unido.

En 1997 el movimiento del Britpop comenzaba a desinflarse tras años marcando el devenir de buena parte de la música inglesa, con Blur publicando ‘Blur’ (Food, 97) –su disco influenciado por el indie americano–, Radiohead sorprendiendo con el inconmensurableOk Computer (Parlophone, 97), o Pulp apostando por sonidos bastante más maduros en lo que poco después se convertiría en ‘This Is Hardcore’ (Island, 98). Pero no es menos cierto que en agosto del mismo año veía la luz Be Here Now (Sony, 97) de Oasis, y por entonces los mancunianos aún eran el grupo masivo por excelencia en las islas, con los históricos conciertos de Knebworth del verano anterior como prueba irrefutable del título y también de que aquel indie-pop/rock ‘made in Britain’ seguía disfrutando de gran aceptación.

Al amparo de ese marco, concretamente el 30 de septiembre de 1997, The Verve lanzaban al mundo la que sería su obra magna, aquella por la que siempre serían recordados y el pasaporte hacia una hipotética conquista el mundo. O, cuando menos, para cosechar la tan ansiada fama global con la que posicionarse de una vez por todas en la primera división musical de su país. Las peculiaridades de ‘Urban Hymns’ (Hut, 97) encajaban así en la tendencia (todavía) vigente, aquella que si bien empezaba a admitir nuevas vías creativas abiertas por los mismos músicos que años antes las habían definido, estaba lejos de caducar definitivamente. Pero es que, además, el álbum se manifestaba como un conjunto ambicioso e inspirado, que acogía una excelente colección de canciones a lo largo de sus más de setenta minutos.

El álbum tomaba el testigo de ‘A Storm in Heaven’ (Virgin, 93) y ‘A Northern Soul’ (Virgin, 95), dos discos interesantes que, si bien habían sido recibidos positivamente por crítica y público, escondían sonidos bastante más asfixiantes y oscuros, apostando por una brumosa mezcla de shoegaze, indie-rock, dream-pop y space-rock. Tras ambas referencias, Richard Ashcroft y compañía oxigenarían su sonido y ampliarían de manera determinante la paleta de colores, con la intención de cincelar a conciencia el que sería su tercer larga duración. Al menos durante buena parte del mismo y hasta recolectar un buen número de singles incuestionables con los que posicionarse (ahora sí, sin restricciones) en radios, listas de éxitos y portadas de prensa. ‘Urban Hymns’ era, en todo caso, un espacio en el que tenían cabida éxitos evidentes, pero también un buen número de piezas deudoras de los dos primeros discos del grupo, de estructuras bastante más enrevesadas y asimilación lenta.

El disco se abría con la archiconocida “Bitter Sweet Symphony”, una de las mejores tonadas de los noventa y convertida al instante en clásico por su calidad intrínseca, pero también por un icónico videoclip en el que Ashcfroft avanzaba imparable por grises calles inglesas, además de por aquella polémica que propició que hasta 2019 la canción contase con Mick Jagger y Keith Richards en sus créditos y junto al mismo Ashcroft, después de que ésta incluyese un sampler de la versión orquestal de la canción “The Last Time” de The Rolling Stones. En la misma línea de piezas irresistibles se situaban singles bellísimos y de corte limpio, casi acústico, caso de “Sonnet”, “The Drugs Don’t Work” y “Lucky Man”, además de otros del tipo de “Space And Time” (que bien podría haber sido el quinto single extraído del compacto) y “One Day”.

En el extremo opuesto aparecían composiciones continuistas con los trabajos previos del grupo, en la práctica tan incontestables con los siete minutos de embriagadora psicodélica de “The Rolling People” y “Catching The Butterfly”, mientras que las acertadas “Weeping Willow” y “Velvet Morning” parecían ejercer como bisagra entre ambos mundos, motivando un equilibrio hipnótico que también sumaba en positivo. Por su parte, “This Time” podría ser el elemento más flojo del engranaje, y la mezcla de euforia y consistencia de “Come On” ejercía como grandioso cierre oficial, antes de que, tras seis minutos de silencio, apareciese la instrumental y escondida “Deep Freeze”, en un tipo de capricho que fue tendencia al alza en plenos noventa.

‘Urban Hymns’ fue, en realidad y quizás ante todo, una obra de contrastes. Tanto que esa podría haber sido una de las claves de su éxito, tras evitar los de Manchester traicionar sus propios orígenes al ser capaces de presentar mejorada su esencia primigenia y, al mismo tiempo, facturar no pocas canciones que (tal y como la propia formación proclamaba con poca modestia desde el título) aspiraban a convertirse en himnos para el pueblo. La imponente presencia interpretativa de Ashcfroft a lo largo de todo el elepé, destilando chulería, seguridad en sí mismo y también una arrogancia de lo más creíble (en la línea de su homónimo y amigo Liam Gallagher de Oasis), daría empaque al conjunto, y solo algunos trazos puntuales de la producción –se intuye cierta obcecación por engalanar algunas partes con arreglos de cuerdas– puede llegar a recordar que el título en cuestión que suma un cuarto de siglo a sus espaldas.

Porque lo cierto es que ‘Urban Hymns’ continúa siendo, veinticinco años después de su publicación, una obra sólida y grandiosa que destila arrojo y sensibilidad a partes iguales. Una que, efectivamente, logró incluir entre su minutaje un buen puñado de canciones atemporales, certificando un éxito que, a su vez y dos años después, derivó en la disolución del quinteto. Uno de los últimos grandes discos del Britpop, en definitiva, y que en su momento supuso también el canto del cisne de The Verve. Una separación que duró once años, hasta que el grupo tuvo a bien regresar con ‘Forth’ (Megaforce, 08), un trabajo decente (al menos durante algunos de sus momentos) pero ya fuera de tiempo y que a la postre quedaría como referencia anecdótica dentro de la carrera del combo, situándose muy por debajo, por ejemplo, de ‘Alone With Everybody’ (Virgin, 00), el que fuese más destacado debut en solitario de Richard Ashcroft.

 

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