Especial Soundgraden – Superunknown o el canto del cisne del grunge
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Especial Soundgraden – Superunknown o el canto del cisne del grunge

Sergio Ariza — 21-09-2024
Empresa — A&M/Universal
Fotografía — Carátula del disco

Si el pico comercial del Grunge y el Rock Alternativo se sitúa entre la aparición del Nevermind de Nirvana, el 24 de septiembre de 1991, y la muerte del tipo responsable del mismo, Kurt Cobain, un 5 de abril de 1994, entonces los dos discos principales de Soundgarden; que junto a los propios Nirvana, Pearl Jam y Alice In Chains, formaron el póker principal de bandas más exitosas de Seattle; se encuentran al principio y al final del mismo.

“Badmotorfinger” apareció solo dos semanas después de “Nevermind”, alcanzando la onda expansiva de su éxito, se coló en el Top 40 del Billboard en febrero de 1992, aunque sin alcanzar las cotas de éxito de las otras tres bandas. Algo que cambiaría con “Superunknown” que apareció un 8 de marzo de 1994, justo un mes antes de que el cuerpo de Cobain se encontrara con un tiro autoinfligido en la cabeza. Eso sí, para ese momento “Superunknown” ya habría debutado en el número uno de las listas, imponiéndose al “The Downward Spiral” de Nine Inch Nails, en un momento en el que el Grunge ya estaba perdiendo la batalla de las listas contra el R&B, el Pop y el Rap, los géneros que iban a tomar el relevo del rock como música más popular a finales del Siglo XX.

La banda grunge por excelencia

Tiene su lógica que los dos grandes discos de Soundgarden sirvan para encuadrar el pico del género, porque si existía una banda de las 4 grandes que mejor ejemplificase el ethos de un género con límites tan amplios eran ellos, aunque supuestamente si el grunge era una mezcla entre espíritu punk y riffs hard rock y metal, Soundgarden estaban mucho más inclinados hacia lo segundo, siendo los parientes más cercanos de Black Sabbath que residían en Seattle.

Si el ADN de la banda se encontraba a medio camino entre la privilegiada garganta de Chris Cornell y los riffs esculpidos en piedra de Kim Thayill, con “Superunknown” abrieron las puertas para que se colaran otras influencias más amplias, permitiendo mucha más libertad a los compositores de las canciones, algo de lo que haría buen uso el principal de ellos, un Cornell que entregaría la canción por la que iban a ser siempre recordados, un tema que no sonaba tanto a Ozzy y compañía sino a otros ingleses todavía más famosos. También cambiaron a su viejo colaborador tras la mesa, Terry Date, por el productor Michael Beinhorn, que había grabado un par de discos con los Red Hot Chili Peppers.

En “Superunknown” Soundgarden deja de lado su vena más pesada y dura para adoptar un estilo más psicodélico y con ramalazos pop, aunque eso no quiere decir que no siguieran sonando tan potentes como siempre, además de contar con varias canciones en tempos extraños que, sin embargo, no suenan raros al oído del que las escucha lo que demuestra que la banda de Seattle era un combo casi tan bien engrasado como Led Zeppelin.

Black Sabbath, Led Zeppelin… y los Beatles

Para este disco su espectro se amplió, con nombres como los Beatles saltando a la palestra, como se puede escuchar en “Black Hole Sun” o “Head down”, sin olvidarse de los potentes riffs, deudores de Zeppelin y Sabbath, que llenan “Spoonman”, “Let Me Drown” o “The Day I Tried to Live”.

Lo bueno es que Soundgarden se distinguían del resto de imitadores de Zeppelin y Sabbath en que sabían sonar a sí mismos, construyendo canciones en vez de fangosos ejercicios de estilo en los que es imposible encontrar una melodía o un propósito. Además se sigue notando la influencia más grunge y alternativa, de grupos como Mudhoney, The Melvins, Green River o incluso Sonic Youth. Aunque, evidentemente, la sombra de los de Page y los de Iommi sigue siendo fundamental.

Líricamente es un disco con una atmósfera opresiva, sombría y pesada, tratando sobre temas oscuros inherentes al grunge, como el suicidio, las drogas, la depresión... Todos los temas tienen ese aire turbio que luego estalla en un arrebato de emoción. A ojos actuales se podría ver con cierto sarcasmo ese estado de ánimo depresivo general, esa contradicción entre cantar en una banda de rock, convertirse en estrella del rock y luego rechazar ese papel. Pero la voz de Cornell es tan potente que todas sus palabras suenan sinceras, es una voz que duele mucho más por cómo lo canta que por lo que canta en sí.

Repaso canción a canción

El disco se abría con “Let Me Drown”, construida sobre un riff épico, pero es que luego se acelera la canción y Cornell demuestra que es tiene una de las voces más privilegiadas de su generación, esto es colosal a niveles Zeppelianos, aunque el puente ya demuestra que este disco no va a ser tan unidimensional como sus pasados trabajos, con un punto más melódico y psicodélico, aunque luego el solo de Thayil surja para que nadie olvide que aquí sigue habiendo una banda de Hard Rock del bueno y que esto no es más que el aperitivo.

“My Wave” era más punk rock, construida sobre un riff de acordes, aunque con un ritmo más pausado y stoner, hasta llegar a un estribillo extrañamente adictivo. Mientras que “Fell On Black Days” era una de las grandes canciones de la banda, una especie de medio tiempo tocado en un extraño tempo de 6/4, aunque los músicos de Soundgarden son tan buenos que suena como si fuera el mucho más normal 4/4, con un toque psicodélico, pedales wah y riffs de guitarra que recuerdan a sitares y otra de sus melodías más certeras. Cornell no podía escribir canciones pop tan redondas como Cobain pero aquí no se quedaba lejos.

Riffs pesados y oscuros y la sombra de Black Sabbath que aparecía en “Mailman”, una canción hipnótica y cercana a Kyuss y el Stoner Rock, pero que se podría haber beneficiado de algún cambio de tono a lo largo de su duración. Mucho mejor era la canción titular, un trallazo en el que la voz de Cornell vuelve a llegar a sitios increíbles, el rock duro se hizo para que lo desgarre una garganta como esta, aquí también hay puente psicodélico y onírico, antes de la explosión del solo de Thayil, uno de los mejores de la carrera del guitarrista.

Malos viajes en ácido

“Head Down” veía a la banda abriendo nuevos horizontes sonoros, una especie de canción psicodélica pero de mal viaje en ácido, con cambios de compás desconcertantes, guitarras que suenan como sitares y Cornell utilizando un extraño y amenazador tono agudo.

Entrábamos en la mejor parte del disco, la que lo hacía distinto y especial, llegaba “Black Hole Sun”, la canción más exitosa de su carrera, una que sonaba como si los Beatles irradiaran malas vibraciones en vez de buenas, un oscuro presagio de tormenta, que sonaba a mal augurio, contenía el estribillo más redondo de la banda, además de una interpretación espectacular por parte de toda la banda.

“Spoonman” seguía demostrando que estaban de dulce con otro riff para enmarcar para otra canción increíblemente contagiosa a pesar de estar en otro tempo extraño, en este caso 7/4. ¿Además conocen otra canción que tenga un solo de guitarra y otro de cuchara? En “Limo Wreck” vuelven a sonar amenazantes y pesados, cercanos al sludge metal, con un Cornell en increíble forma.

“The Day I Tried To Live” fue otro de los míticos sencillos del disco y puede que sea mi segunda canción favorita del disco (después de “Black Hole Sun”), creo que es donde mejor conjugan la fiereza de sus riffs con la vocación más melódica de este disco, nuevamente construida sobre otro tempo medio imposible, en esta ocasión a 15/8.

Con “Kickstand” vuelven al punk, eso sí punk tocado por músicos capaces de meterse en riffs medio imposibles y con un cantante con mucho más en común con Robert Plant que con Johnny Rotten. Eso sí, como canción se quedaba un poco a medias. En “Fresh Tendrils” volvían a inspirarse en los Zeppelin más psicodélicos.

En “4th Of July” regresaban los ecos Stoner, es una de las mejores canciones de esta segunda cara, con Cornell doblándose la voz, una más fría y distante y otra en la que lo da todo, aunque esta está más enterrada en la mezcla. Sonaba a profecía del Apocalipsis. “Half” fue la canción que menos amor despertó, por lo general, con sus aires orientales, es la segunda canción del disco compuesta por el bajista Ben Shepherd y puede que la única a la que se le pueda aplicar la etiqueta de prescindible en este disco monumental que se iba por encima de los 70 minutos.

Como un suicidio

Eso sí, servía de preludio al magnífico final con “Like Suicide”, una canción que resumía a la perfección el malestar general del disco y de toda una generación, y que Cornell escribió después de que un pájaro se estrellara contra una ventana de su casa. El cantante salió a la calle y se encontró al animal gravemente herido y lo mató, golpeándolo con un ladrillo para poner fin a su sufrimiento.

No fue el final de la banda pero sí el momento en el que alcanzaron su cúspide. El proceso de grabación de su siguiente disco, “Down On The Upside”, sería el clavo casi final en su ataúd con un Thayil, en particular, resintiéndose de que su papel en el grupo se reducía, ya que Cornell quería aligerar las cosas. Eso sí, la banda volvería a reunirse en 2010 para grabar un último disco que tampoco alcanzó la brillantez de su obra maestra, antes de que Cornell siguiera los pasos de Cobain y terminara suicidándose en 2017.

No sé si se puede considerar a “Superunknown” el canto del cisne del grunge o ese título habría que dárselo a “Mellon Collie and the Infinite Sadness” de los Smashing Pumpkins, un disco mucho más variado por otra parte, pero lo que sí que es, sin lugar a dudas, es la cúspide de la producción de Soundgarden y una obra maestra del Hard Rock que ayudó a revitalizar el género.

 

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