"Tramp" de Sharon Van Etten, canciones para curar un alma herida
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"Tramp" de Sharon Van Etten, canciones para curar un alma herida

Sergio Ariza — 15-02-2022
Empresa — Jagjaguwar
Fotografía — Carátula del disco

"Tramp" fue el disco con el que el mundo conoció a Sharon Van Etten en 2012. Era su tercer trabajo y llegaba tras "Because I Was In Love" en 2009 y "Epic" al año siguiente.

Es posible que Sharon Van Etten  no hubiera necesitado  esperar hasta tener  30 años para hacer "Tramp", de no haberse metido en una relación tóxica con un músico que no paraba de repetirla que no valía nada y que ni siquiera le dejaba tener una guitarra. Si sus dos primeros discos habían sido su forma de lidiar con esa relación, "Tramp" fue el disco con el que logró superar sus demonios definitivamente, sirviendo sus canciones como autoterapia en la que confirmaba que ya había ganado la confianza y el respeto propio suficiente como para salir adelante.

La carrera de Van Etten había comenzado con “Because I Was In Love” (09). Un conjunto de canciones sencillas y acústicas auto-editado que no era una maravilla, pero que ya tenía su gran arma: una voz cautivadora y versátil, que podía pasar de una vulnerabilidad silenciosa a una intensidad digna de Roy Orbison. Luego llegaría "Epic" (10), un disco en el que se le sumaba una banda por primera vez y en el que en el apartado compositivo daba un paso de gigante con canciones tan buenas como “Save Yourself”, “A Crime”, “One Day” o “Love More”. No vendió mucho pero fue el disco con el que la prensa especializada comenzó a notar su presencia, sobre todo después de que Big Red Machine, o lo que es lo mismo Justin Vernon de Bon Iver y Aaron Dessner de The National, hicieran una versión de "Love More".

Con un poco de ayuda de los amigos

La cosa no se quedó ahí y Dessner entró en contacto con Van Etten y le propuso producirle un disco. Consigo trajo otros amigos de la primera división del indie-rock de la época que habían caídos rendidos ante la voz de Van Etten, gente como Matt Barrick, el batería de The Walkmen, que toca en varias canciones del disco, Julianna Barwick, Jenn Wasner de Wye Oak o Zach Condon de Beirut. El disco se comenzó a grabar en Nueva York, entre medias de las primeras giras de una Van Etten que ni siquiera tenía dinero suficiente para pagarse un apartamento en la ciudad, de ahí que Dessner siempre se quedara sorprendido cuando quedaba con  la cantante que siempre apareciera con el coche lleno de cosas. Y  es que básicamente ese automóvil, además de los sofás de diversos amigos y conocidas, era su residencia. De ahí el título del disco: “Tramp”.

El caso es que el nivel compositivo seguía creciendo y el hecho de estar tocando con una banda la llevaba en otras direcciones. Seguía habiendo espacio para la guitarra acústica y el modo cantautor, pero a Leonard Cohen ahora también se le unía PJ Harvey como influencia. En las letras seguía habiendo un importante lugar para la relación que había marcado, para mal, su juventud, pero también comenzaba a haber espacio para otras cosas, incluidas otras relaciones en las que admitía su propia culpa, como en la maravillosa “Leonard”, titulada así por Cohen pero que en realidad iba sobre una relación que no había salido todo lo bien que debería. Esta vez ella compartía culpa, aunque con una irónica reserva que se iba desvelando a lo largo de la canción, "soy mala", "soy mala amando”, hasta  llegar a la triste verdad "soy mala amándote". Todo ello con una de esas melodías sinuosas que van subiendo en intensidad de las que ya se había convertido en una maestra.

Y es que es evidente que ni musical, ni líricamente, Van Etten inventaba nada. Lo suyo eran corazones rotos y sentimientos a flor de piel interpretados de una manera clásica, pero con una voz y unas melodías que las convertían en algo significativo otra vez.

Confesiones entre el rock independiente y el modo cantautor

El disco comenzaba por todo lo alto con “Warsaw”, una pieza que sonaba a rock alternativo de los 90 y a la que seguía el corazón emocional del disco: la maravillosa “Give Out” con cuya letra  "eres la razón por la que me mudaré a la ciudad y por la que me tendré que ir" Sharon Van Etten miraba directamente a los ojos de su abusivo pasado y le ponía la nota final a su terapia. No se había rendido nunca. Musicalmente era ella con su acústica, Dessner coloreando la canción con la eléctrica y al final una ligera percusión. Una pieza escalofriante en la que se dobla la voz con resultados devastadores.

El disco fluctúa entre esos dos lugares, las piezas más de banda y las más esqueléticas. Entre las primeras la más destacada era “Serpents”. Una canción de una intensidad enorme con guitarras disonantes y baterías machaconas, eso sí, las armonías siguen presentes y la cantante juega con su voz de manera precisa, sabiendo sacar toda la angustia que le producen todavía esas serpientes en su mente. El recuerdo de ese tipo que abusaba de ella físicamente (“Close in on my black eye”) y psicológicamente (“You enjoy sucking on dreams”, y es que, como declararía posteriormente, “el tipo no dejaba ni que tuviera una guitarra”).

Pero el disco se decantaba más hacia el otro lado, hacia el de las confesiones brutales con guitarra acústica, aunque normalmente acompañada por banda, como en la mencionada “Leonard”, la tensa calma de “All I Can” o en esa preciosidad en la que afrontaba sus frecuentes ataques de ansiedad que era “We Are Fine” en la que le acompañaba otro cantante con el mismo problema, Zach Condon (Beirut).

Es evidente que “Tramp” es un disco descompensado con una primera parte mucho mejor que la segunda, y dos canciones finales “I'm Wrong” y “Joke Or A Lie” que, sin estar nada mal, son lo más flojo del álbum. Aun así, la fuerza de sus mejores momentos ya dejaba claro que estábamos ante una artista increíble con un futuro maravilloso por delante. Algo que se encargaría de confirmar con sus siguientes discos, el maravilloso Are We There (14) y el notable Remind Me Tomorrow (19), por no hablar de esa maravilla en forma de canción que nos dejó el año pasado junto a Angel Olsen, otra voz asombrosa, llamada "Like I Used To".

La enfermedad y la cura

Pero ese futuro sería imposible sin este “Tramp” en el que se enfrentó definitivamente a sus demonios. Los temas que dominan el disco son cosas como la desconfianza o el aislamiento, un sentimiento de tristeza que se extiende por todas las pistas como una enfermedad. Pero admitir esas debilidades es la forma que tiene Van Etten de superarlas, igual que sucede con los ataques de ansiedad de “We Are Free”, estas canciones son la enfermedad y la cura en ellas mismas.

Quizás todo eso esté mejor explicado en estas palabras de la propia Van Etten: "No todo acaba bien. A veces se necesitan años para tratar de encontrar la paz y aprender de ella y estar bien con ella, para aprender a identificar los sentimientos negativos sin que te afecten, permitiéndote estar enfadado con las cosas sin desquitarte con otras personas y dejando que permanezcan como pensamientos y tratando de entrenarte para dejar de pensar negativamente".

Puede que a Sharon Van Etten le siga doliendo ese pasado pero ya no la traumatiza, sus canciones fueron la terapia que necesitaba, una terapia de la que también salen beneficiados sus oyentes, a los que discos como este “Tramp” siempre servirán de bálsamo para las heridas más profundas del alma.

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