Aclamado todavía hoy por la crítica y por el público como uno de sus mejores discos, el de Carolina del Norte celebrará sus 25 años de existencia con una gira. Y nosotros recordamos el por qué fue, y es, tan grande.
“Cuando hice Heartbreaker, acababa de cumplir la edad legal para beber, lo que, si le preguntas a cualquiera que me conozca o me conociera en ese momento, no me impidió salir de fiesta antes de eso, siendo un adolescente salvaje que tocaba metal y tocaba la batería en bandas de punk-rock y me divertía tocando mucha música que sonaba a Sonic Youth”. Así recordaba Ryan Adams en 2016, en unas declaraciones para la revista Relix, sus sensaciones sobre la grabación de su primer disco en solitario, Heartbreaker. Un álbum que estará presentando el 28 de marzo de 2025 en Barcelona (Paral.lel 62), el 30 en A Coruña (Palacio de la Ópera) y el 31 en Madrid (Teatro Coliseum), con las entradas para los conciertos de Barcelona y Madrid ya agotadas desde hace semanas.
La historia de dos ciudades. Esa sería una opción para definir "Heartbreaker". Ryan Adams había abandonado Nueva York, tras vivir un año allí, para mudarse a Nashville, y dos semanas después entregaba "Heartbreaker" a su discográfica. En este caso Bloodshot Records, algo que su manager no acababa de ver bien, pero en lo que Adams se empeñó. Le quedaba un disco para acabar su contrato y quería hacerlo bien. El músico había llegado a la ciudad de la música para una rehabilitación completa: en lo profesional, en lo amoroso y en la salud, especialmente en su adicción al alcohol. Con "Heartbreaker" lo consiguió solo a medias porque, al menos, este último tema lo dejó algo cojo. Eso sí, alejarse de una urbe como Nueva York le hizo sentir bien. Pleno. Y eso llevó a la relajación que acabará transmitiendo todo el disco. En East Nashville descubrirá un nuevo hogar y descubrirá a nuevos amigos, algunos de ellos esenciales para entender el resultado del disco y entre los cuales ya imaginarán que encontramos a Ethan Johns, Dave Rawlings, Gillian Welch y Emmylou Harris.
Ethan Johns ya había sido el productor de "Pneumonia" un disco empezado a grabar antes que Heartbreaker, pero editado curiosamente después. El tercer y último trabajo de Whiskeytown, el que significaría el fin de la banda y el que dejaría agotado a Ryan. Su lanzamiento se retrasó debido a problemas con el sello de la banda, Outpost Records, absorbido por la restructuración de Universal. Aquello tensionó aun más las relaciones de un grupo que ya no actuaba como tal, y que estaban al límite. Por eso, cuando en 2001 se edita, la banda ya no existe, y "Heartbreaker", en cambio, es toda una realidad.
Para superar aquellas tensiones, Ryan empezó a escribir canciones que él mismo definirá como “autosuficientes con la guitarra acústica, tratando de entender la música folk y el góspel”. Algo que continuaría haciendo en sus ratos en casa de Gillian Welch y David Rawlings. De hecho, cuando el músico se plantó en la casa del matrimonio, apenas tenía un par de canciones acabadas, “Oh my sweet Carolina”, compuesta todavía en Nueva York, y “My winding Wheel”, compuesta en la cabina del camión que llevaba sus pertenencias hasta Nashville. El orden y la jerarquía de Johns hicieron el resto. El productor prohibió a Ryan beber durante las sesiones en el estudio, y este cumplió a rajatabla. Otra cosa es lo que sucediera fuera de estas, pero dado que el disco se grabó en apenas 14 días, mucho tiempo para el bebercio no le sobraría. Además, cambió su habitual preferencia por el whisky o el ron negro por el vodka, siguiendo un consejo de Keith Richards según el cual era difícil emborracharse con alcohol blanco. Ejem. Adams, mientras, aseguraría a Rolling Stone que su relación con la ciudad consistiría en “tratar de entender algunos de los procesos a los que me estaba acostumbrando gracias a toda la gente que me rodeaba, como una especie de exilio creativo”. Y la cosa salió bien.
Metido de lleno, casi hasta la obsesión, en la música de gente como Sleepy John Estes, Big Bill Bronzy y Bob Dylan, Ryan se esforzó en solucionar una sensación que le atormentaba desde sus días en Whiskeytown: que sus ideas nunca acababan de completarse. Por eso se empeñó en que "Heartbreaker" fuera un disco muy suyo, asegurando a su amigo Ethan Johns que, si no acababa contento con el resultado, aquellas canciones nunca verían la luz.
Pero el resultado, como podemos suponer, le gustó. Todo respiraba honradez y sobriedad. Hablando de temas como el dolor (“Amy”) o la nostalgia (la citada “Oh my sweet Carolina”), pero también disfrazándose de su admirado Bob Dylan en la desenfrenada “To Be Young (Is To Be Sad, Is To Be High)”, escrita a medias con Rawlings. No hay más que oír esos 37 segundos iniciales titulados “(Argument with David Rawlings Concerning Morrissey)” para darse cuenta que la honestidad va a protagonizar las catorce canciones que encontraremos después.
Bien recibido por la crítica, "Heartbreaker" tuvo unas ventas modestas, pero sus presentaciones en festivales como South By Southwest y una gira europea, acabaron de cimentar la reputación de Ryan Adams como solista, convirtiéndolo en punta de lanza del nuevo americana.
«(Argument with David Rawlings Concerning Morrissey)»
Un inicio un tanto especial con una conversación entre el propio Ryan Adams y David Rawlings sobre en qué disco aparece la canción “Sueehead”, primer sencillo publicado en solitario por Morrisey.
«To Be Young (Is to Be Sad, Is to Be High)»
El inicio “musical” del álbum es un country rock de manual esplendido, como Adams preguntándose en su letra por qué hay gente a la que le cae mal, cosa que le lleva a estar triste, con sus diferentes consecuencias. Una de las tres piezas del disco en que Ryan comparte autoría, en este caso con David Rawlings. Ryan recuerda y mucho e su fraseo a uno de sus grandes ídolos, Bob Dylan.
«My Winding Wheel»
El carácter melancólico que va a tener buena parte del disco se empieza a manifestar con este medio tiempo maravilloso que da muestras de la calidad compositiva del de Carolina del Norte. Con el tema pareciendo constantemente que va a arrancar mientra se refleciona sobre el amor y la pérdida.
«Amy»
Vamos a la balado pura y dura, aunque con un ritmo extraño. El nombre propio ya nos da pistas sobre por donde van a ir los tiros en un tema que tiene mucho de lo melódico de los Beatles de sus últimos discos. Tema tenso dedicado a un antiguo amor.
«Oh My Sweet Carolina»
Dedicada a su lugar de nacimiento, Adams explica lo que añora su hogar en una canción que escribió en un bar de Niagara (Nueva York) propiedad de Jesse Malin mientras estaba totalmente arruinado. Es uno de los grandes momentos del disco, en parte gracias a la intervención de Emmylou Harris, una de las grandes referencias para Ryan, y a la que llegó gracias a su abuela. El cantante confesaría haberse sentido abrumado por cantar con ella.
«Bartering Lines»
Uno de los temas más sombríos de "Heartbreaker". Con algo del Neil Young de "Harvest", el tema es oscuro e inquietante, pero a la vez su atmósfera lo hace tremendamente adictivo. Segunda de las canciones que Adams no firma en solitario. En este caso, junto a su nombre, aparece el de Van Alston.
«Call Me On Your Way Back Home»
Una de las letras más desgarradoras del disco, con Ryan cantando tremendamente impactado, mantiene el ritmo con una guitarra acústica excelente donde los silencios son casi tan importantes como lo que se toca. La voz del cantante parece a punto de quebrarse varias veces y la emoción va in crescendo mientras el narrador parece irse resignando por su detsino
«Damn, Sam (I Love a Woman That Rains)»
Necesitamos algo de pausa tras tanta intensidad, y eso lo da este tranquilo tema que vuelve a recordar al Dylan más acústico. Es la pieza más corta del disco, pero eso no le quita ni una pizca de encanto y suele ser favorita de muchos de sus seguidores.
«Come Pick Me Up»
En una hipotética votación sobre las canciones favoritas del disco entre los seguidores de Ryan Adams, si no gana “Come pick me up”, cerca estaría. El estribillo entra a degüello comiéndoselo todo, después de que la armónica nos haya acompañado como complemento a las guitarras acústicas, espléndidas como durante todo el disco. Una armónica que regresará despidiendo esos estribillos. La cadencia del tema es preciosa, y no extraña su calado entre el público. La última de las firmadas a medias, de nuevo con Val Alston.
«To Be the One»
Vuelve la armónica a arrancar el tema apuntando la influencia folkie que tendrá esta canción. Y es que la instrumentación se lleva a la mínima expresión. Detalles de un piano por aquí, una guitarra por allá, pero prácticamente el silencio como colchón de la voz de Adams que vuelve a buscar la emoción a flor de piel del oyente. Si a estas alturas no han entendido por qué melancólico es uno de los adjetivos que más se utilizan para describir la mayor parte de las canciones de Heartbreaker, poco más podemos hacer.
«Why Do They Leave?»
Tema de carácter baladístico más alejado del folk de otras canciones. La pérdida y la introspección son su eje motor, aunque a estas alturas quizá decir algo así sea repetitivo.
«Shakedown on 9th Street»
Hacía falta entre tanto tema lento una explosión rítmica como la que ofrece el tema más rápido del disco. Aquí la cosa ya arranca con una guitarra eléctrica y el sonido se aleja bastante del dylanismo de la inicial “To Be Young (Is to Be Sad, Is to Be High)”.
«Don't Ask for the Water»
Minimalista y misógina nos narra la historia de una persona víctima de abuso y de utilización por parte de su ex amante. Llegué a verla definida como “cansada y tierna” y me pareció acertadísimo. Por cierto, cuando alza la voz, otra vez, “Dylan on my mind”.
«In My Time of Need»
La voz de Gillian Welch, discreta. Un banjo apagado. El eslabón perdido con “On the beach” de Neil Young. Y el rumor de que Johnny Cash estuvo a punto de versionarla en sus American Recordings. Eso es esta canción.
«Sweet Lil Gal (23rd/1st)»
Cierra sorprendentemente con una balda a piano que en directo se convirtió en un tema con guitarra acústica. Si tengo que escoger lo más flojo del disco, sería este tema (sin ser malo). Lástima por ser el último.
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