El sobrecogedor y punzante nuevo relato televisivo de Movistar+, escrito a seis manos entre Rodrigo Sorogoyen (“As Bestas”, “Antidisturbios”), Sara Cano y Paula Fabra, es a todas luces una proposición voyerística única que nos sumerge en los lugares comunes de una pareja humana e imperfecta, cuyas circunstancias (las buenas y las no tan buenas) rimarán inevitablemente con nuestra realidad más próxima.
El realizador madrileño ya tiene otros proyectos en la recámara, como dirigir a Javier Bardem y Victoria Luengo en su nuevo largometraje, “El Ser Querido”. Pero indiscutiblemente, y por sintonía con las fechas en las que transcurre su vuelta a la pequeña pantalla, el estreno de “Los Años Nuevos” promete poner la guinda al cierre de 2024, regalándonos su mejor versión y una de las ficciones españolas más emocionantes, íntimas y arriesgadas del año. Terapia pura de la que desgarra y sana a partes iguales y que elogiamos entre loas al comienzo de nuestra entrevista con su responsable.
“Esta serie empieza tratando sobre una pareja, pero acaba hablando sobre la vida misma”
Resulta que gracias a “Volveréis” de Jonás Trueba ya conocíamos un poco lo que se cocía en “Los Años Nuevos” antes de su estreno. ¿Cómo surgió este cruce entre vuestros universos?
Surgió de Jonás. Él quería originalmente contar con Francesco Carril para “Volveréis”, pero justo en ese momento él estaba rodando con nosotros así que hacer esta suerte de encuentro entre personajes en su película nos parecía la mejor manera de salir del paso para ambos. Conveniente o no, fue una forma muy bonita de resolver esa escena, confiando en nuestro proyecto y convirtiendo el mismo en parte de su narrativa. Somos de la misma generación y nos entendemos muy bien. Siempre he admirado su obra, y en especial esa libertad creativa que tiene para dirigir sus ideas.
En esa escena de “Volveréis”, el personaje de Francesco le cuenta al de Itsaso Arana que ni siquiera ellos, los propios actores de la serie, conocían cómo acaba la trama.
Algo de verdad hay en eso, sí. Nunca suelo ocultarle nada sobre el desarrollo de las tramas a los actores y actrices, pero sí que es cierto que al comienzo del rodaje no conocían del todo cómo iba a ser el capítulo diez. Un capítulo que, por otra parte, nos costó muchísimo escribir.
Ya que sacas el tema, desde fuera al menos parece que el proyecto presenta retos direccionales bastante grandes. El primero es la cronología de la serie y la gestión del tiempo en el que esta transcurre. ¿Te has marcado un Linklater?
¡No! En absoluto. Te diría que hacer un Linklater es algo que solo puede hacer el propio Linklater [risas]. Pero como bien apuntas, ese fue sin duda uno de los grandes retos de la serie. Nosotros rodamos todo durante cinco meses en riguroso orden cronológico, algo que jugó muy a nuestro favor y le facilitó mucho las cosas a los actores y al resto del equipo. Los dos protagonistas estaban nerviosísimos el primer día, como no puede ser de otra manera, pero en el rodaje del décimo episodio ambos nos demostraron tener una seguridad encima y una soltura tremenda después de cinco meses metidos en la piel de Óscar y Ana. Se habían convertido literalmente en los personajes. Mención especial se merece también el trabajo tan fino de caracterización que hizo el equipo de maquillaje y peluquería, con decisiones muy acertadas para que podamos ver la progresión en edad de los personajes. Fue gracioso porque llegó un momento en el que no sabíamos si Francesco estaba más joven con el pelo corto o largo [risas]. Dejaremos que los espectadores juzguen eso.
Otro reto a superar es el encorsetamiento que la propia premisa de la serie tiene. Personalmente, pienso que si hicieran una serie sobre mis últimas Nocheviejas no daría ni para un corto, pero vosotros, en cambio, nos regaláis tramas muy diversas y con mucho ritmo.
Era otra de nuestras grandes obsesiones, sí, la de no caer en una monotonía narrativa en la que se reiterase la misma estructura constantemente en cada episodio. Pero fue un reto francamente divertido de enfrentar y que solventamos con relativa rapidez. Desde el principio tenía muy claras algunas ideas para la serie, incluso antes de trabajar con las guionistas. Sabía que quería rodar una cena de Nochevieja entre amigos, un Año Nuevo de resaca romántica, un encuentro entre las familias de los protagonistas y hasta un viaje a Berlín. Algunos episodios costaron más que otros, claro, pero en todo momento quisimos que cada uno de ellos fuera como una mini-película con personalidad propia y tonos muy distintos entre sí. Lo importante era que el espectador no se aburriera y por eso hemos hecho diez Nocheviejas bien diferentes, para todos los gustos.
Ya que las mencionas, háblanos de Paula y Sara, co-creadoras de la serie. Es la primera vez que trabajan contigo, ¿verdad?
Son dos chicas muy divertidas, la verdad, y a las que ya considero amigas. Lo que más me sorprendió de ellas fue su tremenda compenetración y su rapidez a la hora de currar. Son dos profesionales como la copa de un pino a las que de seguro veremos trabajar mucho a partir de ahora. Han entendido muy bien lo que yo tenía en la cabeza desde el principio y se han entregado de forma plena a lo que el proyecto demandaba, que era a fin de cuentas volcar en él muchas de nuestras vivencias. Ha habido mucho intercambio de anécdotas y de experiencias propias y ajenas con las que hemos nutrido el relato y construido ese contexto que envuelve el vínculo entre Ana, Óscar y el amor que les une. Podría haber sido un completo fracaso, ya que como apuntabas en tu pregunta nunca había trabajado con ellas antes, pero ha resultado ser una suma fantástica.
¿Cómo vives tus Nocheviejas a día de hoy y cómo difieren estas de las que ya has vivido?
No he tenido Nocheviejas demasiado locas, a decir verdad. Las fiestas se quedaron ya en los veinte y en ese aspecto ha habido un poco de todo, ya sabes. Fiestas en las que lo pasas muy bien y otras muchas en las que no lo pasas tan bien. Recuerdo hacer algún viaje especial, pero en los últimos cinco años cada vez lo celebro de forma más íntima y alejado de esa obligatoriedad absurda de tener que pasarlo bien por norma. De hecho, he pasado alguna que otra Nochevieja solo y tan a gusto. Sin embargo, y sin ser la mía una familia especialmente navideña, la última la pasé con mi madre y la anterior junto a mis padres, que estaban separados, y fueron dos Nocheviejas realmente bonitas.
¿Tienes algún plan ideal para esas fechas?
Si te soy honesto, a estas alturas ya mi plan favorito para el día 25 de diciembre y el 1 de enero, siempre y cuando no haya otros compromisos acordados, es montarme una maratón de películas con el proyector en casa y comer las sobras del día anterior.
Volviendo a la serie, y ya que has mencionado antes el famoso episodio del viaje a Berlín, me sorprendió enormemente la fidelidad con la que reproducís en este la discoteca Berghain.
Bueno, es la Berghain porque tú crees que es esa discoteca, pero en ningún momento se la menciona en todo el episodio. De hecho, aunque no conozca demasiado bien Berlín, puedo decirte que hay muchas más discotecas de ese palo allí y con unas normas estrictas muy similares. Pero sí, en este caso buscamos realizar una reproducción de ese ambiente ya que, como bien sabes, no se puede filmar en la Berghain. Donde rodamos tampoco es habitual que se filme, y por esa razón mantendré en secreto el nombre de la discoteca en la que estuvimos, pero más allá de pedirnos que no se pudiera reconocer el sitio, fueron bastante amables y nos concedieron todo tipo de facilidades. Eso sí, fue bastante frustrante estar rodando en Berlín durante dos semanas y no poder salir de ese garito oscuro desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde cada día. Por lo menos el resultado nos satisfizo a todos y estamos muy orgullosos de esas escenas.
A partir de ese episodio, la relación entre Óscar y Ana cambia radicalmente y comenzamos a ver las dificultades de su unión hasta llegar, finalmente, a ese intensísimo episodio diez, rodado en plano secuencia.
En todo momento entendí el episodio diez como el final de un viaje en el que hemos ido desnudando el relato hasta quedarnos a solas con los protagonistas, sin secundarios ni tramas al uso. Quería eso, simplemente. A dos personas en una habitación de hotel, tratando de descubrir por qué, si se quieren tanto, no pueden estar juntos. La idea nos abocaba, de algún modo, a que la secuencia tuviera que ser rodada en tiempo real y sin elipsis, lo cual era realmente bonito pues obligaría al espectador a formar parte de esa conversación durante los cuarenta y cinco minutos que durase. Está claro que eso lo puedes rodar con dieciocho mil planos distintos o con un plano secuencia. Nosotros optamos por la segunda opción porque, al menos como yo lo veo, con un plano secuencia logras un tipo de verdad que no encuentras con otro tipo de recursos. Desde el momento en el que dices “acción” hasta que dices “corten” el poder lo tienen los actores y no les queda otra que convertirse sí o sí en los personajes y sentir lo que ellos sienten. Es lo más parecido a la vida que podemos trasmitir a través de una cámara.
Y todo un desafío para los involucrados.
Fue bastante kamikaze por nuestra parte, sí. Porque a las dificultades que acarrea de por sí realizar un plano secuencia, y más uno tan extenso, le sumamos el hecho de filmarlo todo durante el último día de rodaje. Lo cual, obviamente, entraña el evidente riesgo de que, si la cosa sale regular, nos lo tenemos que comer como haya quedado y punto. Por suerte todo salió muy bien y francamente puedo decir que es uno de los momentos más bonitos que he vivido en un set desde que me dedico a esto. Como te digo, supuso el cierre del rodaje, con las emociones a flor de piel y las despedidas propias entre los miembros del equipo después de cinco meses de trabajo muy intensos.
Supongo que tanto tú como el equipo os acordaréis siempre de ese rodaje.
Estoy seguro, sí. Dudo que nadie del equipo vaya a volver a toparse otra vez con alguien que les haga vivir una experiencia tan exigente a nivel técnico e interpretativo como esa [risas]. Pero eso también tiene su encanto, ¿no? Piensa que si durante un proyecto solo le exigiéramos a nuestro equipo el mismo tipo de planificación día tras día, este acabaría bastante desmotivado y el grado de implicación de las partes no sería el mismo que si les presentas retos de este tipo. Gracias a este episodio vi al equipo más involucrado que nunca, desde los propios actores hasta el operador de cámara o el técnico de sonido, y eso fue precioso.
La verdad es que es el peak de la serie, aunque a lo largo de la misma vemos también grandes interpretaciones. Tenemos a una espléndida Ana Labordeta, a un genial Pablo Gómez… Pero yo no podía dejar de mirar todo el rato a Benjamín Prado y la paz que este transmite. ¿Cómo fue liarle para este proyecto, sin ser él actor como tal?
La verdad es que al principio vivió la experiencia con mucho pudor y respeto, pero creo que le hicimos sentir muy querido en todo momento y terminó entregándose al proyecto con mucha dedicación. Lo pasaba mal en ciertas secuencias, pero personalmente, y tras haberle hecho yo la prueba, vi clarísimo que tenía que formar parte del elenco. De hecho, las mejores frases que tiene son suyas, no del guion. Y eso no te lo da otro tipo de actor, por supuesto.
En segundo plano, también tenemos a otro involucrado en la vida de Óscar y Ana que no es otro que Nacho Vegas, responsable de la banda sonora particular de la pareja y de un tema original para la serie.
¿Qué puedo decir? Nacho es mi solista, autor, poeta y cantante favorito de todos los tiempos y muchas de sus canciones están ligadas directamente a mi vida por muchas razones. Ha sido un completo sueño haber podido contar con él, y más aún después de enterarnos que él también admira mucho nuestro cine, lo cual facilitó las cosas para terminar encontrándonos. Pero es que lo que ha ocurrido aquí es algo que normalmente no suele suceder, ya que cuando le pides una canción a un artista para que figure o acompañe algún trabajo audiovisual, estos acostumbran a darte una que ya tienen compuesta o a hacerte una nueva un tanto regulera. En cambio, este tío ha hecho para nosotros la que fácilmente sea una de las mejores canciones de su repertorio, sin exagerar. Consigue juntar la épica rockera de su estilo con su ternura natural y afinar una letra apasionante y muy fiel a lo que la serie nos cuenta. Me emociono cada vez que la escucho y le estaré eternamente agradecido por haberse sumado a este viaje.
Si hablamos de viajes que duran diez años, el pasado 2023 se cumplió también una década desde que estrenases “Stockholm” (13), tu primera película. No son tantos años, pero te han sucedido tantas cosas a nivel profesional que sí parece que haya pasado mucho tiempo desde aquel crowdfunding, ¿no?
En estos años hemos tenido mucha suerte, nunca lo negaré. “Stockholm” es una película que quiero mucho, pero que perfectamente podría haber pasado sin pena ni gloria por el imaginario colectivo, como por desgracia le sucede a muchas otras películas españolas que están muy bien, pero que no gozan del reconocimiento merecido. Para nosotros supuso la puerta de entrada para muchas cosas. Después de ella vinieron “Que Dios nos perdone” y “El Reino”, o “Madre”, con la que estuvimos nominados al Oscar, que es algo que cada vez que lo pienso no me termino de creer… [risas]. No puedo evitar mencionar también que, sin ese equipo de amigos con el que terminamos armando nuestra propia productora, ni mis ideas ni yo estaríamos donde estamos. Y con esa mezcla entre trabajo duro y suerte pues así estamos, que queremos celebrarlo todo a todas horas, porque nos lo merecemos.
Hay Sorogoyen para rato, ¿no?
Supongo que sí, claro. Ahora mismo, y tras el reciente fallecimiento de mi padre, no puedo evitar fijarme más en el paso del tiempo y verme a mí mismo como un cuarentón que ya ha dicho todo lo que tenía que decir y que se encuentra en la mitad de su vida. Pero tengo claro que es una etapa y que me repondré de ella. Estoy en esa fase del duelo que corresponde a la ira, donde me enfada darme cuenta de que tarde o temprano todos tendremos que irnos. Y es muy curioso como de forma totalmente casual también hablamos de ello en la serie. “Los Años Nuevos” empieza tratando sobre una pareja, pero acaba hablando sobre la vida misma.
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