Nota: 9
La pantalla grande apenas ofrece momentos así; director contracorriente honorablemente consagrado presenta largometraje documental sobre uno de los festivales más respetados de nuestro entorno. El pasado día 17 tuvo lugar el estreno en el Zinemaldi del documental Rocknrollers de Juanma Bajo Ulloa, proyecto encargado por Last Tour al director gasteiztarra con motivo del décimo aniversario que en 2011 cumpliera el Azkena Rock Festival. El evento provoca de inicio un regusto inquietante entre la expectación de poder ver un documental de rock y el respeto que infunde afrontar 150 minutos de largo formato. Resulta atrayente, en cualquier caso, salir de casa para ver un proyecto de Bajo Ulloa ante la presencia del propio autor, cuya filmografía debería ser más extensa de la que es. Por razones tanto cinematográficas como contestatarias, la elección por parte de Last Tour no ha podido ser más acertada. Muchos directores pueden encajar en este proyecto, pero el creador de Airbag parece que ha nacido para él. El director ha tenido acceso al vasto material que entre la organización y la televisión autonómica han ido recopilando durante los años, lo cual implica tener que enfrentarse valerosamente a varios océanos de imagen, completados además con clips clandestinos que se aportan desde el anonimato para llenar el vacío que el ojo profesional no ha podido cubrir.
El director tiene más de una virtud, pero hay una que sobresale sobre el resto en este trabajo. Es la habilidad de presentar a cada banda con el suspense que caracteriza en ocasiones su cine, demostrando que se puede hacer mucho más que poner un plano detrás de otro y dejar que la música hable por sí misma. Es posible hacer cine de autor sin hablar de uno mismo, y Bajo Ulloa lo consigue. El resultado no puede ser más satisfactorio. Las dos horas y media pasan volando en una propuesta entretenidísima, sin concesiones, con momentos para la nostalgia, el humor y la calidad musical por encima de todo. Mención especial merece el montaje, un ejercicio de edición meritorio donde los haya. Si bien los momentos musicales están elegidos con maestría, el salto de una banda a otra está elaborado con la precisión de una batería de primer orden. Con razón el propio director reconoce en el coloquio que ha buscado a un montador que tuviera nociones baterísticas. En los hombros del milimétrico ritmo descansa una estructura que respeta el devenir cronológico de las ediciones del festival.
Por la pantalla van desfilando Mudhoney, Iggy Pop & The Stooges, The New York Dolls, Turbonegro, Queens of The Stone Age, Wilco, Gov’t Mule, Television, Pearl Jam, Tool, Dinosaur Jr, Sex Pistols, Los Lobos, The Black Crowes, Alice Cooper, Chris Isaac, Rob Zombie, Reverend Horton Heat y muchísimos más. Para ser justos, diremos que salen prácticamente todos. Podemos tener más afinidad con unas bandas que con otras, pero es casi imposible no emocionarse ante el visionado abrumador de tanto talento reunido. Las escenas musicales se enriquecen con entrevistas a unos y otros, donde hay lugar para el anecdotario de artistas, fans y organizadores. Entre todos ellos, nadie por encima, nadie por debajo, aportan cavilaciones que inevitablemente desembocan en el mismo delta: el rock es un elemento poderoso para mucha tropa. El documental se permite el lujo de volar hasta Austin, Los Angeles y Nueva York buscando el testimonio de algunos de los músicos que son historia viva del festival. La perspectiva sirve además para coger aire y volver a Gasteiz con más fuerza, con la esperanza de que el grupo que tanto amas aparezca en cualquier momento. El regusto final, en cualquier caso, es que el rock está por encima de todos nosotros y que la peli está tan condenadamente bien parida que no puedes ni quieres pensar en nada más hasta el fundido a negro final.
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