Que el mismísimo Alan McGee reclutase a The Montgolfier Brothers para su nuevo sello tras finiquitar Creation Records, dice mucho acerca de un dúo ante el que era difícil no claudicar. Alejándose de sus preferencias habituales, el escocés debió caer rendido ante los delicadísimos y emotivos encantos de Roger Quigley –voz, guitarra– y Mark Tranmer –guitarra, teclados– quienes debutarían en formato largo con ‘Seventeen Stars’ (Poptones, 00). Un estreno que presentaba abiertamente las peculiaridades de su sonido, con la dupla compositiva entregando canciones tan sencillas y frágiles en apariencia como arrasadoras en contenido emocional. ‘World Is Flat’ (Poptones, 02) fue una continuación coherente con respecto al estreno, que mantenía calado y el intimismo de sus piezas al tiempo de abrirse hacia un pop contenido pero menos hermético y capaz de filtrar algo de luz.
Tres años después llegaría el explícito ‘All My Bad Thoughts’ (Vespertine & Son, 05), compuesto por diez piezas intachables –número redondo de todos sus elepés– desarrolladas en base a su adecuado aspecto invernal de vacíos, remordimientos, añoranzas y soledad. El proyecto cabría entenderse como una versión introspectiva de The Smiths o The Blue Nile, armados como estaban sus artífices con una lírica exquisita y de profundidad muy poco habitual, que además veían en el cuidado de los elementos y la fragilidad de sus creaciones una obligación. Una virtud que a su vez los emparentaba con intocables como Nick Drake, Vic Chesnutt o Elliott Smith, aunque en realidad la dupla fuese una rara avis con personalidad propia.
La obra de The Montgoflier Brothers siempre vino cocinada a fuego muy lento, alejada de la premura social imperante desde hace años. Y, sin embargo, fue fiel y desolador reflejo de las consecuencias emocionales y otros males endémicos derivados del traqueteo de dicha sociedad. Tras una gira acontecida en 2012 en la que interpretaron ‘All My Bad Thoughts’’ en su totalidad, The Montgolfier Brothers desaparecieron de escena. Pero el poso dejado era imborrable y siempre se ansió un regreso con nuevo material u otra visita por estas latitudes, en donde (en circuitos pequeños y de gusto exquisito) disfrutaron de gran aceptación. Un anhelo que el pasado 18 de agosto daba paso a la tristeza más absoluta, cuando Green Ufos –distribuidora y promotora de los mancunianos en nuestro país– hacia público el repentino fallecimiento de Roger Quigley a los 51 años de edad.
Quizás ahora The Montgolfier Brothers –y de paso At Swim Two Birds, proyecto paralelo de Quigley– cosechen al fin el reconocimiento que siempre merecieron. Entre otras cosa porque, en las últimas dos décadas, muy pocos nombres han sabido conjugar en medidas tan adecuadas la belleza más sanadora con el insoportable dolor emocional.
Imprescindible: ‘All My Bad Thoughts’ (2005)
Las valiosísimas cualidades mostradas en sus dos primeros discos resultaron definitivamente potenciadas en el tercer largo firmado por Quigley y Tranmer. Un viaje de diez capítulos a través de una relación sentimental y las consecuencias de su inevitable ruptura, en lo que a la postre sería el bellísimo canto del cisne de The Montgolfier Brothers. Y también un álbum de marcado aspecto cinematográfico, al que regresar una y otra vez en busca de consuelo.
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