Miki Bereyeni y Emma Anderson se conocieron en el Queen’s College de Westmister. Con catorce años, las dos sabían lo que era sentirse aisladas y ser las raras de la clase. Después de tocar en varias bandas, montaron la suya propia en Camden junto a Chris Acland. Meriel Barham, su primera cantante, les abandonó pronto para formar parte de The Pale Saints, aunque terminaron compartiendo discográfica en 4AD. Con más intención que habilidades, mezclando rabia y armonías grabaron su primer mini álbum en 1989. Berenyi pasó a encargarse de las voces y pronto comenzaron a llamar la atención de la prensa especializada. En 1992 firmaban su primer disco largo, “Spooky”. Phillip King reemplazó al bajista original, Steve Rippon, acercando el sonido del grupo a lo que escuchaba en sus directos. La grabación estaba lejos de ser profesional, pero había algo. Fue el rodaje necesario para llegar a “Split”, en el que relajaban las guitarras en un excelente ejercicio de dream pop de manual. La voz de Miki Berenyi había ampliado su registro y todo encajaba a la perfección. Las tensiones dentro del grupo y los problemas con manager y discográfica se reflejaron en un trabajo introspectivo y oscuro, a veces confuso pero en ocasiones brillante. A pesar de las capas de guitarras y efectos, comenzaban a intuirse las melodías que hicieron de su siguiente largo, “Lovelife”, un referente de la era post-Britpop. Consiguieron colar tres canciones en el top 40 británico, contaron con la colaboración de Jarvis Cocker y alcanzaron el éxito en la escena independiente pero nunca se convirtieron en el caramelo pop para las masas que se esperaba de ellos. Dentro del grupo, las cosas no eran tan brillantes.
Su último disco de estudio supuso un gran cambio, con melodías que atrapaban a la primera y una producción mucho más directa en la que dejaban de lado el dream pop y el shoegaze para sonar mucho más britpop. La única pega es que el britpop ya era un cadáver en ese momento, aunque eso no importaba demasiado a sus fans. Después de la gira americana de 1998, Anderson y Berenyin ya habían tenido suficiente. No tuvieron que tomar ninguna decisión. Pocos días después, Chris Acland se ahorcaba de manera inesperada en casa de sus padres el 30 de octubre de 1996 y la banda daba por finalizada una trayectoria que nunca fue un camino sencillo.
Disco imprescindible: “Lovelife” (4AD, 1996).
No es un álbum que aparezca a menudo en las listas de “los imprescindibles de los noventa”, y el que dejaran el shoegaze para instalarse en la cara más soleada del pop de guitarras puede tener algo que ver. Fue un disco que destilaba confianza en si mismos y en el que la reverb y los ambientes etéreos dieron paso a guitarras poderosas, a melodías cristalinas que no cantaban necesariamente al amor, sino a la celebración de las rupturas, a la actitud frente a las mujeres y a la sensualidad fuera de las sábanas. Realmente, no fue un cambio tan drástico. Gran parte de su repertorio anterior estaba tocado por la mismas hechuras que “Lovelife”, tan sólo que las melodías estaban cubiertas por capas y capas de efectos. Sacar un disco (de manera consciente o no) más amigable para la radio, descolocó a la crítica, aunque temazos como “Ladykillers”, “Single Girl” o “Ciao”, en la que aparecía Jarvis Cocker como voz invitada, les hicieron ganarse una buena cantidad de nuevos seguidores.
Están de actualidad por: Les costó mucho tiempo superar la pérdida de su batería, tanto que casi todos los miembros de Lush se alejaron de la música, pero veinte años después de su último álbum de estudio los británicos vuelven a los escenarios (sus coetáneos Ride y Slowdive lo hicieron un año antes) y publican “Blind Spot”, un EP con cuatro nuevas canciones. Justin Welch (Elastica) se ocupa de la batería, han domado los pedales de distorsión y nada parece fuera de lugar. Tampoco hay demasiadas sorpresas, pero el hecho de que no sea un ejercicio de nostalgia sino cuatro temas etéreos, con buenas melodías y armonías marca de la casa que podían estar perfectamente en cualquiera de sus discos anteriores, es más que suficiente para esperar en buena disposición lo que puede venir más adelante.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.