Conocí de forma personal a Rafa la mañana del 13 de mayo de 2005. Es fácil recordar la fecha, porque esa noche se celebraba en un abarrotado Kafe Antzokia aquel histórico concierto que conmemoraba el 20 aniversario de “Ruta 66” con toda aquella expectación generada por la vuelta puntual al escenario de otro gran talento vasco, también hoy desaparecido, Josetxo Anitua de Cancer Moon, quien mezcló junto a Atom Rhumba gemas de Bolan, Velvet, Veloso o Art Ensemble of Chicago. Una jornada eléctricamente emocionante y llena de antítesis, que para mi tuvo ese inicio tan inesperado, y a la vez esperado, de conocer a Rafa en persona tras años de admiración. El donostiarra vino a la emisora en que yo trabajaba porque esa tarde actuaba en “La Rizza”, una cervecería cercana a San Mamés que acabó convirtiéndose temporalmente en “Pachá”, (curiosamente eso ocurriría el mismo día que iniciamos Izar & Star con otro momento señalado, cuando Cápsula puso en órbita el “Ziggy Stardust” de Bowie). La entrevista con Berrio fue larga, pero la charla fuera de micrófono mucho más, y dio comienzo a una relación personal que fue creciendo con el paso de los años. Nos intercambiamos contactos, y recuerdo perfectamente que le advertí que iba a actuar en Bilbao el peor día del año, que ni siquiera yo, que me podía considerar su mayor fan en el botxo, asistiría por la fatal coincidencia señalada. Ni me atreví a preguntar después, pero supongo que la clientela no llegó ni a simbólica.
Porque si Rafa se ha ido como artista maldito, en aquella época lo de "minoritario" incluso le quedaba grande. Genio inadvertido, como escribió Luis Boullosa, creo que sería lo ajustado. No es que no tuviera público por entonces, es que esa minoría selecta que luego no ha dejado de alabarle, sólo le reconoció en esta última década a raíz de su etapa en solitario. Baste recordar que en la temporada 2001/2002 se presentó con su grupo Deriva al concurso "Villa de Bilbao" y a duras penas pasó a la fase final de 24 seleccionados; una edición en que, por ejemplo, la banda noruega de hard rock The Carburetors se llevó el segundo premio. No son ganas de afear ninguna decisión, todos erramos, pero no puedo olvidar que el resto del jurado no avalaba ni siquiera que pasara a esa fase. Sirva ello simplemente de ejemplo a lo que estoy contando, Berrio y su atemporalidad no eran entendidos ni por los más competentes compañeros.
Damos un salto en el tiempo para situarnos en el 10 de setiembre de 2015. Rafa acaba de publicar "Paradoja", su disco más enérgico y directo, y tan extraordinario como "1971" y "Diarios" que le habían puesto en el mapa. Para su presentación reunió un grupo de ensueño formado por las guitarras de Joseba B. Lenoir y Rafa Rueda, el bajo de Lutxo Neira y la batería de Felix Buff. Kafe Antzokia apuesta fuerte y le concede la sala grande. Algunos soñamos que era su momento para dar el salto, tras casi cinco años de artículos laudatorios en la prensa especializada e incluso generalista con tres álbumes inmaculados y esos cómplices de lujo. De hecho el concierto fue tan sobresaliente, que convengo con más de uno como el más impresionante que hemos visto a una banda enteramente vasca. Al acabar el concierto, aún recuerdo cómo por lo bajines me chiva "sólo 92 entradas". Y ahí rozó su tope en Bilbao, (si exceptuamos la noche coral pro Lou Reed); la ciudad, por otro lado, que más le quería después de Donosti, claro. Un año más tarde, el 17 de noviembre de 2016 volvió a Kutxa Beltza con su particularísimo homenaje a Poch y Derribos Arias, y apenas superó la mitad de ese aforo (crónica del concierto). Tampoco llenaría el Principal donostiarra este último octubre, teatro que anheló y para el que reunió todas sus fuerzas ya en un momento muy delicado de su enfermedad.
Vuelvo de nuevo hacia atrás. Finalizaba 2010 y recibo la invitación de la buena gente de “Kafe eta Galletak” de participar en un libro colectivo en el que cada participante comenta un disco histórico que le haya marcado. Ese día acababa de escuchar “1971”. No lo dudo, este debe ser el elegido. Ni Dylan, ni Lou Reed, ni Television, ni Cave... En Berrio me encuentro con todos ellos en mi idioma materno, en este genio que siempre creí, coetáneo, y del que apenas me separaba una hora de autopista, y a quien entonces tenía que celebrar casi en secreto, ante la desidia general. Me consta que aquella elección le hizo mucha ilusión a Rafa, y ayudó un poquito en el inicio de su reconocimiento, al menos en Euskadi. De hecho no mucho después fue invitado a Gernika y ahí ya acudo con varios amigos, que se habían convertido en sus fieles. Por cierto, la presentación de aquel álbum se produjo un 29 de enero de 2011 en la sala Cúpula del Campos, acompañado de un elegante trío de piano acústico (Cheli Lanzagorta), guitarra y violín (Imanol Solores). Han acertado, fue muy íntimo, muy bello... y lo disfrutamos en familia.
DE RAFA A RAFAEL
AMOR A TRAICION
"Amor A Traición" (Gasa, 1994)
Tras participar en su adolescencia con UHF, pioneros del primer Donosti Sound, Rafa se estrena bajo el auspicio de Amor A Traición, con casi 30 años y una década de espera, en este ya deliberado y firme ejercicio de sí mismo. Un sí mismo que trae a Lou Reed al mismo idioma que Gil de Biedma. “No pienso bajar más al centro”, mi estribillo de aquel año, pero “La, la,la” es piel de gallina, el vaho reconocible del futuro de un magnífico músico/poeta en ciernes.
DERIVA
“Harresilanda” (Gaztelupeko Hotsak, 2005)
A pesar del devastador “Una canción de mala muerte” (1996), que supera al anterior y donde ya aparece solo en portada, pronto proyecta otra fase grupal: Deriva, con aún menos repercusión. “Planes de fuga” (intento por acercarse a la electrónica) y “Harresilanda” son sus escalas en esos días dubitativos. Lo que en su hoja de servicios líricos, acaece como transición, para cualquier otro se torna en poco menos que inalcanzable. Véase “No sólo de amor”.
RAFAEL BERRIO
“1971” (Warner, 2010)
El nacimiento de una nueva ambición artística, de un Rafa que se transforma en Rafael y que por fin, aunque sea muy poquito a poco, empieza a calar en el oyente más inteligente y exigente, provenga de donde provenga. Porque “1971” es tutto Berrio en estado superlativo... Rock de autor, aires afrancesados, sorbitos de fado, tango o cabaret, bajo el manto sinfónico de Joserra Senperena y el espíritu confesional de lance travieso entre persona y personaje.
RAFAEL BERRIO
“Niño Futuro” (Rosi Records, 2019)
Si “Paradoja” (2015) es su rotunda adhesión al rock de guitarras, “Niño futuro” suaviza contornos y contenidos. Como cuento en la hoja de promoción, se zafa de la densidad solemne o del rock altivo de sus discos previos, para juguetear con algo más pop, diáfano y aparentemente grácil. Un pop que jamás habrá actuado tan Caballo de Troya para perforar nuestros poros y agujeros con su poesía esquinada, o con ese discurso provocativo y crepuscular.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.