“Out Of Time” convirtió a la banda favorita del mundo alternativo, R.E.M., en un grupo para todo el mundo y eso hizo de él uno de los discos menos apreciados por los fans más intransigentes, los del “yo ya les conocía de antes” y los que no soportaban que un tipo que no había escuchado en su vida “So Central Rain” o “Talk About The Passion” fuera tarareando con cara de estúpida felicidad “Shiny Happy People”. Al final incluso ellos tuvieron claro que “Out Of Time” es un gran disco a pesar de todo. Tengo bien claro que los dos mejores discos de esta banda son “Automatic For The People” y “Murmur”, pero no tengo tan claro cuál es mi tercer favorito, un puesto en el que creo que podría entrar perfectamente esta maravilla (aunque también “Reckoning”, “Life's Rich Pageant” y “Document”).
Era el séptimo disco de su carrera, y el segundo tras su polémico fichaje por Warner, fue también el que les convirtió en estrellas a nivel planetario, vendiendo más de 18 millones de copias en todo el planeta, pero está muy lejos de ser una venta del alma de la banda para vender discos, siendo uno de sus discos más “folkies” y menos directos. No hay que olvidar que este se convirtió en el disco más vendido de la historia de R.E.M. no por “Shiny Happy People” sino por “Losing My Religion”, posiblemente la mejor canción de su carrera, pero también un tema dominado por una mandolina y con un sonido acústico fuera del momento de los tiempos. Fue en este año cuando la música alternativa de guitarras eléctricas, de la que R.E.M. era una de las principales fuentes de inspiración, se convirtió en superventas gracias a Nirvana y su “Nevermind”. Parecía que fueran a contracorriente y mientras el mundo alternativo rugía con sus guitarras distorsionadas, los de Athens se desenchufaban, un movimiento que culminaría con el sombrío y maravilloso “Automatic For The People”.
Claro que el cuarteto había sido una de las grandes bandas alternativas de los años ochenta formando una especie de póker de ases junto a Sonic Youth, Hüsker Dü y Pixies. Pero en 1988, cansados de que sus discos no se escucharan más allá de Estados Unidos, decidieron firmar por una multinacional. Ese mismo año apareció “Green”, que puede verse como una antesala de este disco, pero aun así hay cosas que lo diferencian y hacen de él uno de los discos más especiales de su carrera.
El primer parón de su carrera
Primero desde la aparición de “Murmur” en 1983 hasta “Green”, habían sacado un disco por año, en cambio “Out Of Time” se hizo esperar tres, hasta 1991, el mayor tiempo sin publicar que habían estado nunca. Tras terminar la gira de “Green” la banda decidió parar y tomarse un año sabático, cuando, a mediados de 1990 se volvieron a juntar todos estaban con las pilas cargadas y llenos de ideas.
Además, Peter Buck, su principal compositor en la parte musical, había dejado de lado la guitarra eléctrica y estaba escribiendo más con la acústica y la mandolina. Fue con este último instrumento con la que salió con la interesante proyección de acordes de lo que se terminaría convirtiendo en “Losing My Religion”. Cuando se la enseñó a sus compañeros todos vieron mucho potencial en este enfoque y comenzaron a intercambiarse instrumentos durante los ensayos, el tiempo les había permitido llegar con una buena colección de canciones y cuando Michael Stipe comenzó a añadirles letra y melodía, todos pudieron ver que el resultado era muy bueno.
Además “Out Of Time” es uno de los discos más especiales para los dos Mike de la banda, Stipe sigue mejorando como vocalista y frontman y lo que al principio era apenas un murmullo es ahora una de las voces más peculiares y personales del rock alternativo, además de una presencia escénica totalmente preparada para la conquista del mundo. Por su parte Mike Mills se encarga por primera vez de cantar dos de las canciones del disco, y no una versión, como “Superman” de “Life's Rich Pageant”, sino dos originales en las que se nota su mano, las efervescentes “Near Wild Heaven”, una perfecta píldora pop, y “Texarkana”, que deja ver al tipo que se vestía con los mismos trajes que Flying Burrito Brothers. Canciones en las que también saca a relucir al fan de los primeros The Byrds que llevaba dentro, demostrando que el inolvidable estribillo de “(Don't Go Back To) Rockville” no fue casualidad. Pero también se puede ver su huella en la mencionada “Shiny Happy People”, donde sigue explotando su vena pop más luminosa, aunque tampoco se pueden obviar las contribuciones de Peter Buck, responsable del instantáneo riff de guitarra y de ese puente instrumental que cambia totalmente el tempo de la canción, metiendo un vals en medio de esta píldora pop.
El disco más heterogéneo
Y es que hasta en su canción más pop y comercial, R.E.M. siempre intentaban buscar cosas diferentes. Una buena prueba es este disco, al que puede verse como una ampliación del sonido más lujoso y exuberante de “Green”, allí ya sonaba mandolinas, chelos o acordeones, pero aquí se amplía la paleta de sonidos, además de integrarlos mejor en el conjunto, con la banda utilizando al máximo el presupuesto superior que da grabar en una multinacional. Y es que si en “Green” esos instrumentos se añadieron a posteriori, aquí son parte integral de las canciones, con Peter Buck utilizando la mandolina en varias canciones, Mike Mills convirtiéndose en el John Paul Jones de la banda, añadiendo piano, órgano e, incluso, clavicordio a sus líneas de bajo, Mark Bingham añadiendo arreglos de cuerda a más de la mitad de las canciones, Kidd Jordan metiendo múltiples saxos o John Keane dándole el sabor country a “Country Feedback” y “Texarkana” con su pedal steel.
Puede que ese sonido rural y de raíces les llevara a grabar en Woodstock, o puede que la localidad neoyorquina, alejada del mundanal ruido, fuera otra de las claves a la hora de conseguir ese sonido. Además también le permitió a Mike Mills darse el lujo de tocar “The Weight” con todos los miembros de The Band (la banda más ligada a esa localidad) a excepción de Robbie Robertson. Pero puede que todavía más que a “Music From The Big Pink” este disco tenga más relación con otro disco de aquel año 1968, el “Doble Blanco” de The Beatles. Y es que, a este hilo, me acuerdo de leer una entrevista con Peter Buck en la que decía que el disco de los de Liverpool le encantaba, pero que tenía la sensación de estar escuchando un artista diferente en cada canción. Algo de ello hay en este disco que empieza con el funk blanco de “Radio Song”, pasa por el folk de “Losing My Religion”, y va de la luminosidad pop de “Near Wild Heaven” a la melancólica tristeza de “Country Feedback”, finalizando con la agridulce “Me In Honey”. Es, desde luego, su disco menos homogéneo, no tiene la unidad de “Automatic For The People”, ni la consistencia de “Murmur”, pero ahí reside parte de su encanto.
El caso es que también grabaron en Paisley Park, el estudio de Prince en Mineápolis, en medio de grandes nevadas y con peleas de bolas de nieve como única distracción. Mike Mills incluso llegó a cruzarse con el genio púrpura por los pasillos y Peter Buck recuerda verle jugar al baloncesto, eso sí, Prince no les invitó a su fiesta y les echó precipitadamente, evitando esa sesión soñada en la que los Hindu Love Gods tocaban “Raspberry Beret” con su autor original…
Los últimos toques se dieron en el estudio de John Keane en Athens, fue allí donde Mike Mills comenzó a tocar al piano unos acordes y una melodía que tenía, Michael Stipe se quedó prendado y le pidió que lo repitiera una vez más, al tercer intento estaba cantando “Nightswimming” ante un sorprendido Peter Buck. Era tan buena que se pensó en meterse en el disco, pero en vez de eso se utilizó como inicio del siguiente disco. Y es que es evidente que “Out Of Time” es el inicio de “Automatic For The People”, con Buck teniendo ya el esqueleto de “Drive” y “Try Not To Breathe” al final de estas sesiones.
Un repaso canción a canción
El disco se abría con “Radio Song” pero, para un grupo que había empezado sus discos con canciones tan potentes como “Radio Free Europe”, “Harborcoat”, “Begin The Begin” o “Finest Worksong”, no era un principio nada prometedor, y no porque “Radio Song” sea una mala canción, sino porque es la menos buena de un disco extraordinario. Eso sí, nadie podía decir que aquel comienzo no fuera arriesgado y explorara nuevos sonidos, la banda buscaba en su lado más funky e incluso llamaba como invitado a uno de los más importantes MC’s de los ochenta, el mismísimo KRS-One de Boogie Down Productions.
Luego llegaba “Losing My Religion”, una canción tan grande que cuesta mucho decir algo nuevo sobre ella. Es la mejor canción de la banda y una de las más importantes de la década, ni siquiera su sobreexposición le ha restado un ápice de emoción y universalidad. Cuesta creer que Buck escribiera el riff y los acordes mientras veía la televisión, probando la mandolina que se acababa de comprar, claro que más increíble todavía es lo que Michael Stipe hizo con ella, grabando la toma de voz a la primera y creando esa melodía y esa letra que se le ajusta como un guante.
“Low” es una canción espectral, en la que Stipe va recitando/cantando sobre un fantasmal acompañamiento de órgano y guitarra, al que se le van añadiendo cuerdas y una ligera percusión de congas tocada por Bill Berry (el batería de la banda cuya ausencia a partir de 1997 se dejaría sentir mucho). “Near Wild Heaven” es otro de los tesoros absolutos del disco y la mejor canción que haya cantado jamás Mike Mills, aunque está muy bien acompañado en las armonías por Stipe, Berry y la primera aparición en el disco de Kate Pierson, miembro de sus paisanos de Athens B-52’s, logrando unos resultados dignos de The Beach Boys. “Endgame” cerraba la primera parte demostrando la heterogeneidad del disco, una canción parcialmente instrumental, con Stipe solo tarareando, en la que se demostraba su obsesión por el Brian Wilson más barroco, adornada por un fiscorno, mandolina o cuerdas, creando una pieza atmosférica y evocativa.
La canción de la discordia
La segunda cara se abría con su canción más controvertida, “Shiny Happy People”. Mills, Buck y Berry le entregaron una canción a Stipe que era pura felicidad encapsulada y este no supo muy bien que hacer con ella, como título cogió una frase de la propaganda China para buscar un irónico contraste con los sucesos ocurridos en Tiannamen en 1989, pero la canción era tan positiva y tenía un estribillo tan irresistible, con Stipe, Mills y Pierson doblándose las voces, que se convirtió en un tremendo éxito, lo que se convirtió en una especie de pesadilla para la banda, que no quería ser conocidos solo por ella. Michael Stipe ha expresado su poca simpatía por la canción en varias ocasiones pero también opina que The Beatles hacen “música de ascensor” y que le gustan más The Monkees, así que es mejor no fiarse en extremo de sus opiniones.
Además los guardianes del buen gusto te quitan cincuenta puntos en el carnet “cool” si dices que te gusta “Shiny Happy People”, pero como uno tiene una edad en la que eso importa cero, lo diré claramente, “Shiny Happy People” es una gran canción. Si acaso su único delito fue servir como inspiración para el “I’ll Be There For You” de The Rembrandts, la sintonía de “Friends”, una pieza que sí que tenía un punto irritante.
Quizás para compensar luego llegaba “Belong”, una canción en la que Stipe recita y no canta, hasta llegar a su estribillo, en el que sencillamente armoniza unos maravillosos “ooohhh” junto a Mills. La gente que se comprase el disco solo por “Shiny Happy People”, terminaba aquí su relación con la banda. Y luego llegaba el increíble cuarteto final de canciones…
“Half A World Away” es una de las joyas escondidas de su repertorio, una preciosidad a mitad de camino entre balada folk con mandolina y exquisita pieza de pop barroco con clavicordio, órgano y cuerdas. “Texarkana” volvía a poner a Mike Mills al frente, con brillantes resultados y guiños country que se acentuaban en la que puede ser el segundo mayor monumento del disco, “Country Feedback”, la canción preferida de Stipe, con Peter Buck en su mejor modo Neil Young y el cantante escribiendo sobre una relación condenada, abriéndose como pocas veces antes, o después, en su discografía. En ella, principalmente, se puede anticipar la oscuridad de “Automatic For The People”. El final llega con “Me In Honey”, una canción basada en un buen riff acústico de Buck, en la que se mezclan la alegría de la melodía con la melancolía que se desprende de la letra de Stipe, Kate Pierson vuelve a ayudar con unas armonías celestiales.
Rock The Vote
En Warner se frotaron las manos ante el resultado, el acuerdo al que habían llegado con ellos les daba total libertad, pero era evidente que “Losing My Religion” y “Shiny Happy People” tenían un enorme potencial comercial, para una banda que ya había demostrado que podía entrar en las listas con “Document” y “Green”. El ejecutivo Jeff Gold decidió utilizar, con el permiso de la banda, la edición especial en CD para apoyar la iniciativa Rock The Vote, para ayudar a registrarse para votar a los jóvenes. Sería una de las primeras iniciativas que pasaría Bill Clinton al llegar a la presidencia, y muchos vieron en el éxito de “Out Of Time” una de las principales razones de su consecución, haciendo que algunos lo cataloguen como el disco político más importante de la historia.
Eso sí, la razón principal por la que firmaron por una multinacional fue para conseguir que su música se pudiera escuchar, y distribuir, internacionalmente, con un disco como “Out Of Time” bajo el brazo fueron a por todas, tratando de conquistar el mercado europeo definitivamente. El disco salió al mercado el 12 de marzo de 1991, pues bien una semana antes ellos ya estaban en Alemania presentándolo, el 12 aparecían en la televisión holandesa y al día siguiente tenían la primera de sus citas en Londres, el 18 de marzo fue el turno de la televisión francesa, en Canal +, mientras que el 20 de marzo aparecían por primera vez en España en el “Rockopop” de Beatriz Pécker, donde interpretaron (en playback) “Losing My Religion” y “Shiny Happy People”. Su mini periplo europeo terminaría el 22 de marzo en Milán. Luego llegarían unas pocas fechas en Estados Unidos, incluido el “Saturday Night Live” el 13 de abril, y vuelta al estudio para grabar “Automatic For The People”.
La antesala de su obra maestra
El directo del 15 de marzo en Londres, en The Borderline, nos dice mucho de donde se encontraba la banda en esos momentos, con versiones de John Prine, “Hello In There”, los Flatlanders, “Dallas”, o el “Jackson” que popularizaron Johnny Cash y June Carter. Y no es que “Out Of Time” o “Automatic For The People” sean discos country, pero sí que dejan ver más claramente los orígenes sureños de la banda, algo que también se puede ver cuando uno comprueba como en estas mismas fechas Peter Buck se encargó de producir el disco acústico de Uncle Tupelo, la banda fundamental de aquello que se vino a llamar como country alternativo, y en la que canciones como “Country Feedback” podrían entrar perfectamente.
Y es que es difícil separar “Out Of Time” de “Automatic For The People”. Puede que el primero no tenga la reputación del segundo pero es evidente que es algo así como su primera parte, su cara más luminosa, además de ser el disco con el que R.E.M. se convirtieron en estrellas mundiales, codeándose en popularidad con U2 o los mismísimos Stones, y convirtiéndoles en el faro moral y artístico para toda una generación que estaba a punto de explotar comercialmente, cuando Nirvana rompiera, unos meses después, las barreras entre música alternativa y comercial.
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