"Automatic For The People" de R.E.M.  Una obra maestra en blanco y negro
EspecialesR. E. M.

"Automatic For The People" de R.E.M. Una obra maestra en blanco y negro

Sergio Ariza — 07-11-2022
Empresa — Warner Music Spain
Fotografía — Carátula del disco

Normalmente cuando un grupo saca el disco más exitoso de su carrera -dígase "Out Of Time"- se embarca en una interminable gira para presentarlo, pero R.E.M. no era una banda normal y decidieron no hacerlo y aprovechar el enorme torrente creativo en el que se encontraban para grabar "Atomatic For The People", su obra maestra,

"Atomatic For The People" es un disco sombrío y en blanco y negro que iba a contracorriente de los tiempos que corrían, pero que terminó de afianzarlos como el faro moral y artístico de una generación que acababa de explotar comercialmente, a lomos del "Nevermind" de Nirvana.

Lo lógico para los de Athens hubiera sido volver a enchufar las guitarras eléctricas y reclamar su papel como uno de los padres de ese movimiento independiente que había roto los muros entre lo alternativo y lo popular. Hubo un intento por hacerlo pero decidieron no forzarlo cuando vieron que las canciones que les salían en ese momento no iban por ese camino. Estaban en la cima de su popularidad a nivel mundial y habían conseguido un gran contrato con una multinacional pero, también, la libertad artística y podían hacer lo que les diera la gana. Y el camino lo había marcado una canción que habían compuesto mientras grababan "Out Of Time". Se trataba de “Nightswimming”, una pieza barroca de piano, compuesta por Mike Mills, de la que Michael Stipe quedó prendado y la redondeó con una maravillosa letra.

Peter Buck, el principal compositor de la banda, también tenía ya el esqueleto de otras dos canciones, “Drive” y “Try Not To Breathe”, pero ambas eran acústicas y melancólicas. El mundo podía estar rugiendo con las guitarras distorsionadas del grunge pero R.E.M. prefirió permanecer desenchufados y preparar su disco más desnudo y taciturno, uno en el que los temas principales son hacerse mayor, la inevitabilidad de la muerte, la pérdida de la inocencia o la imposibilidad de aferrarse al pasado. Todo ello escrito y cantado por unos tipos de treintaitantos que adoptaban el papel de hermanos mayores de la nueva generación X.

Hombre en la Luna

Las primeras sesiones para el disco tuvieron a los tres instrumentistas de la banda juntos intentando sacar material nuevo. En esas sesiones se intercambiaban instrumentos y fue así como Bill Berry, el batería, salió con la primera progresión de acordes de una de sus canciones más míticas, “Man On The Moon”. Berry estaba tonteando con un Do cuando sus dedos resbalaron dos trastes más allá hacia lo que era un Re, Peter Buck, siempre atento se quedó con ello y terminó de redondear la canción, añadiéndole el estribillo y el puente. Al principio la canción se llamó sencillamente así, “C To D Slide”, pero todo cambió cuando Stipe le añadió su conocida letra sobre Andy Kaufman, Elvis, Mott The Hoople y hombres en la luna, dando paso a “Man On The Moon”.

No fue la única aportación de Berry, que también compuso otra de las canciones más conocidas de la banda, “Everybody Hurts”, esa oda para ayudar a curar las tendencias suicidas que se convirtió en una de las canciones más radiadas de la década. Y es que R.E.M. es uno de los pocos grupos que funcionaba como una verdadera democracia y en la que los cuatro miembros aportaban cosas y tenían voz y voto a la hora de tomar decisiones.

Los arreglos de un ex Led Zeppelin

Una en la que estuvieron todos de acuerdo fue la de llamar a John Paul Jones para que metiera varios arreglos de cuerdas a cuatro canciones. Claro que como buenos melómanos, los de Athens eran conscientes de que además de ser el legendario bajista de Led Zeppelin, Jones era el responsable de los arreglos de cuerdas de maravillas como el “She's A Rainbow” de los Rolling Stones o el “Mais il y a des soirs” de Françoise Hardy.

Otra cosa en la que se coordinaron perfectamente fue que si la música de Buck, Berry y Mills era más acústica, más centrada en los medios tiempos, con más teclas y menos batería, entonces las letras de Stipe se volvieron mucho más oscuras, incluyendo una canción, “Try Not To Breathe”, que iba sobre su abuela muriéndose. Esa misma oscuridad se vería reflejada en la conocida portada en blanco y negro.

Con esos tonos oscuros también se abría el disco con “Drive”, la canción que eligieron para presentarlo. Toda una declaración de intenciones con una canción con mucho menos potencial comercial que “Man On The Moon”, “Everybdy Hurts” e incluso que “The Sidewinder Sleeps Tonight”, los siguientes tres sencillos publicados. El vídeo, también en blanco y negro, seguía por ese mismo camino, un austero riff acústico, acompañado por un lúgubre bajo abría la canción hasta que entraba la voz de Stipe: "Golpea, raja, abusa, ata otro a tus bastidores, nena. Hey chicos, en el rock and roll nadie te dice dónde ir". No parecía el alegre inicio de disco de una banda que acababa de subir al Olimpo del rock & roll, codeándose en popularidad con U2 y siendo el grupo más importante de EEUU después de una década de su comienzo.

Tratando de no respirar

“Try Not To Breathe” era todavía más angustiosa, una melodía preciosa pero que dolía y un Stipe demostrando que tenía una de las voces más bonitas de la historia del rock, cantando sobre los últimos momentos de su abuela, moribunda en su lecho de muerte: "Trataré de no respirar, esta decisión es mía. He vivido una vida plena y estos son los ojos que quiero que recuerdes". Después de semejante cataclismo emocional era normal que buscaran un respiro con “The Sidewinder Sleeps Tonite”, una canción en la que vuelven las guitarras eléctricas y un Stipe pletórico citando el comienzo del “The Lion Sleeps Tonight”. La melodía era pura gloria pop, pero también hay cierto toque melancólico en ese órgano fúnebre y en el excelente arreglo de cuerdas de Jones.

Y tras el respiro comenzaban los arpegios, que sonaban como Steve Cropper en un tema de Otis Redding, de “Everybody Hurts”, una canción que, literalmente, salvaba vidas. Quizás sea una de las melodías más sobreexpuestas de la historia del rock y una por las que se recuerda a R.E.M. por las razones equivocadas, pero sigue siendo una canción con una fuerza enorme, con su gran crescendo, un Stipe absolutamente celestial y otro excelente arreglo de cuerdas de Jones. A este himno le seguía la instrumental “New Orleans Instrumental No. 1”, una extraña pieza atmosférica que servía de introducción para la canción que cerraba la primera cara, “Sweetness Follows”, otro demoledor puñetazo al estómago: "Preparándose para enterrar a tu padre y a tu madre ¿Qué pensaste cuando perdiste al otro? Me preguntaba, ¿por qué molestarse? Distanciado de uno, ciego al otro". La guitarra disonante de Buck vuela por encima de otro órgano propio de un funeral.

“Monty Got a Raw Deal” estaba construido sobre el buzuki de Peter Buck y trataba sobre la trágica vida de Montgomery Clift, luego llegaba la única explosión roquera de todo el disco, "Ignoreland", un trallazo lleno de indignación frustrada: "Estos bastardos le robaron su poder a las víctimas de los años del Nosotros contra Ellos, destrozando todo lo virtuoso y verdadero". Un ataque a 12 años seguidos de gobiernos republicanos que tenía a Stipe exclamando: "Sé que esto es puro vitriolo, no hay solución, es un desahogo de las entrañas, pero me siento mejor habiéndolo gritado ¿tú también?".

El corazón del disco

Pero las aguas volvían a su cauce en la etérea “Star Me Kitten”, una canción que nos preparaba para el tremendo trío final de canciones. Primero llegaba “Man On The Moon”, una canción prácticamente perfecta, en la que sus raíces sureñas se mezclaban con su innato sentido pop en uno de los estribillos más gloriosos de los 90, hasta el propio Michael Stipe reconoció en 2011, cuando finalmente se separó R.E.M., que esta era la canción que más iba a echar de menos interpretar en directo. Pero el corazón del disco llegaba con el devastador y bello final compuesto por “Nighswimming” y “Find The River”, dos canciones gigantescas que iban sobre uno de los grandes fantasmas que se paseaba por este disco, la muerte. Un final devastador y perfecto para un disco que veía a R.E.M. madurar a la perfección, encontrando en el camino el pico de una carrera asombrosa.

En otro movimiento sorprendente cuando "Automatic For The People" se publicó, un 5 de octubre de 1992, tampoco salieron de gira, lo que, unido al contenido del disco y la delgadez de Stipe llevaron a que se extendieran rumores sobre si este tenía el SIDA y se estaba muriendo. Nada había de cierto y la banda seguiría unos cuantos años más. En su siguiente trabajo, "Monster", terminarían subiéndose al rock de guitarras distorsionadas que dominaba los 90, poco después de la muerte de Kurt Cobain, un paso que creo que ha ido en contra de la fama actual del grupo, una banda que apenas escuchan los más jóvenes a pesar de ser de las más grandes de la historia, muy por encima de otras que parecen gozar de un mejor recuerdo, bien porque se separaron hace muchísimos años, porque han vuelto y siguen girando o, sencillamente, porque nunca alcanzaron las cotas de éxito de los de Athens.

Eso sí, si en vez de volarse los sesos Cobain hubiera seguido adelante y hubiera sacado su propio "Automatic For The People", ese disco en solitario acústico y con chelos del que hablaba al final de sus días, y en el que probablemente hubiera colaborado Stipe, ahora sería imposible que una canción tan grande como “Nightswimming” tuviera menos de 1000 millones de reproducciones en YouTube en vez de los 9 que tiene...

Sergio Ariza

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