Pop y rock de las antípodas: el gobierno en la sombra
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Pop y rock de las antípodas: el gobierno en la sombra

Carlos Pérez de Ziriza — 08-09-2015

Australia y Nueva Zelanda han sido siempre un enorme vivero de bandas punteras en casi todos los géneros posibles, lejos de los dos grandes focos mediáticos que dictan tendencias. Sin ir más lejos, sirvan ejemplos recientes como los de Tame Impala o Blank Realm, habituales de nuestras páginas en los últimos meses. En este artículo repasamos diez de sus puntales genéricos.

El fértil diálogo entre las tradiciones musicales de Estados Unido y Reino Unido ha sido una de las principales fuerzas motoras en la evolución de eso que conocemos como historia-con mayúsculas-del rock. El poderío anglosajón sobre el género se ha concretado siempre en torno a esa relación, muchas veces articulada sobre el esquema acción-reacción. Pese a ello, no han sido pocas la luminarias que emitían sus señales desde puntos muy alejados de esos dos principales focos mediáticos. Casi siempre perfilados como casos puntuales. Y, aunque prominentes, tampoco abundan los viveros periféricos (Suecia, Argentina, Japón) con el suficiente vigor como para fijar la atención de los medios especializados con mayor poder de difusión.

De entre todos ellos, quizá el que se gesta desde hace décadas en Australia (y Nueva Zelanda, en menor medida) sea el que mayo peso específico registra. Tanto por la honda heterogeneidad de estilos que allí se practican como por la enorme calidad de muchas de las bandas que pueblan su geografía. Es este artículo repasamos, desde diez perspectivas genéricas, algunos de los nombres que han sido santo y seña del mejor pop y rock de las Antípodas en los últimos tiempos. Un hervidero de creatividad que bien podría constituir -si nos pusiéramos en clave geopolítica- todo un gobierno en la sombra ante la patrimonialización que los dos tradicionales colosos hacen del género a ambos lados del Atlántico.


 

1. Punk y new wave con denominación de origen

La historia de la generación del 77 no habría sido la misma sin la aportación de bandas australianas como The Saints o Radio Birdman. De hecho, el debut de los primeros en formato single fue nada menos que en 1976, y en el año cero de 1977 ya tenían en la calle el álbum del mismo título, el seminal “I'm Stranded”. (Captain Oi! Records). Del mismo año es el también rotundo álbum de debut de los segundos, “Radios Apppear” (Witness Rock). Ambos recogían la herencia de los Stooges, MC5, New York Dolls y demás bestias pardas de la generación proto-punk, con la misma determinación que sus homólogos británicos y norteamericanos. Ambas bandas, The Saints y Radio Birdman, siguen actualmente girando por medio mundo y editando discos (que mantienen el tipo) con cierta regularidad, además de convertirse en referencia fundamental para bandas de todo el mundo, e incluso para compatriotas como The Meanies.

También la new wave plantó una fértil simiente en las Antípodas, con una generación de bandas de la que los neozelandeses Split Enz eran sus más brillantes valedores. De ellos saldría la semilla que daría lugar a los exitosos Crowded House (y a los Finn Brothers, claro) unos años más tarde.


 

2. La cosa del pantano vista desde allí

Australia siempre ha sido terreno abonado para los sonidos turbios y amenazantes del swamp rock. Kim Salmon, The Scientists en los que militó, los propios Beasts Of Bourbon, Nick Cave y sus Birthday Party, Crime & The City Solution... no faltan estupendas muestras de bandas que asumieron su deuda con el blues, el garage rock o el psychobilly. En la misma sintonía que empleaban The Cramps o The Gun Club, pero desde una perspectiva insular propia.


 

3. Rock sin aditivos

La sola invocación del nombre de AC/DC ya es equivalente a riffs de hormigón, estribillos inapelables y grandes recintos repletos de gente con el puño en alto. Toda una forma de entender el rock, inalterable durante décadas, que aún sigue sacando músculo por los escenarios de todo el mundo. Rose Tattoo o The Angels les acompañaron en esas lides (con mucha menos popularidad), y bandas contemporáneas como Airbourne asumen con orgullo su herencia. Inmunes al desgaste.


 

4. Explorando las listas de ventas en los ochenta

Durante toda la década de los ochenta (e incluso durante buena parte de los noventa), las Antípodas fueron un vivero de bandas exportables, adscritas a diferentes estilos. Men At Work, INXS, Midnight Oil, los ya mencionados Crowded House... todos ellos facturaron álbumes que reunían esa capacidad (tan rara de encontrar hoy en día) para aunar calidad y comercialidad. Al menos antes de incurrir en algún extravío.


 

5. Pop y rock de raíz indie

El pop delicado, erudito y cristalino de The Go-Betweens. Las hechizantes atmósferas psicodélicas y los estribillos candentes de The Church. La personalidad de The Triffids. El rock aguerrido, vitaminado y radiante de Hoodoo Gurus. Todos ellos crecieron sobre el sustrato de la independencia, alimentando progresivamente discografías de vuelo libre, cuyo parangón había que buscar en latitudes muy lejanas. Estrellas errantes de la mejor música pop surgida de ese rincón del mundo.


 

6. El sonido de la joven Nueva Zelanda

La independencia de las Antípodas tampoco se entendería sin el llamado sonido Dunedin y el principal sello que lo alentó: Flying Nun, en Christchurch, Nueva Zelanda. Sin aquel puñado de bandas que integraron -durante la primera mitad de los ochenta- en su sonido las enseñanzas de The Beatles, The Byrds o los principales adalides del post-punk las cosas no hubieran sido lo mismo. Entre ellas destacan The Clean (quienes hicieron notar su huella en bandas como Pavement), The Bats, The VerlainesThe Jean-Paul Sartre Experience o The Chills, quienes anuncia ya nuevo álbum para el próximo mes de octubre, más de dos décadas después de su último trabajo largo.
Algunas gozaron de un reconocido seguimiento en las college radios norteamericanas y en las publicaciones europeas más inquietas. Vale la pena recordarlos, al igual que a un heterodoxo que también militó en Flying Nun durante buena parte de su carrera: el siempre agudo Chris Knox.


 

7. El revival rock de los 2000

La primera mitad de la pasada década fue especialmente pródiga a la hora de dar a conocer a bandas que recogían el legado del rock de guitarras más básico y descarnado. Una vuelta a la esencia que se explicaba por el carácter cíclico de la historia del rock, y en la que no todo el monte era-desde luego-orégano. The Strokes o The White Stripes en Estados Unidos, The Libertines en el Reino Unido... y The Vines, Jet, D4 o The Datsuns en Australia o Nueva Zelanda. Por no hablar de los más hard rockeros Wolfmother. Consiguieron hacerse oír muy lejos de sus fronteras naturales, aunque ninguna de ellas inventase precisamente el mecanismo de la rueda. Varios álbumes y un puñado de singles resultones son su legado, fiel testimonio del tiempo que les tocó vivir. Y aunque ya no protagonicen portadas, lo cierto es que tanto The Datsuns como The Vines siguen aún en activo.


 

8. Placeres sintéticos

El trazo con el que desde Australia se escribe el synth pop de la última década, al menos a nuestros oídos rabiosamente europeos, responde fundamentalmente a dos bandas: Cut Copy y Empire Of The Sun. Los primeros han formulado una discografía hedonista y contagiosa, entre cuyos picos de creatividad sería un pecado obviar el espléndido “In Ghost Colours” (Modular, 08), un disco con tantos -y tan logrados- guiños a New Order que supera sin dificultad incluso a la insípida versión actual de los propios New Order. Son unos habituales de nuestros festivales, en conciertos en los que la nostalgia sonora de la scallydelia que pregona “Free Your Mind” también acapara protagonismo.

Luke Steele, por su parte, ha acabado gozando de más popularidad con Empire Of The Sun (que se presuponía un apéndice, apenas un divertimento paralelo) que con los estupendos The Sleepy Jackson, la banda pop que ha capitaneado por más de una década. La culpa la tienen un par de álbumes de pegadizo pop sintético, apuntalado sobre estribillos adherentes, producciones efectivas y algunos reclamos de lo más kitsch (esas portadas). Conviene tampoco olvidar, en las mismas lides aunque en un escalón inferior, a los Midnight Juggernauts o a Van She. Y podríamos seguir con formaciones más electrónicas como Pig Out, PNAU y muchas otras.


 

9. La nueva psicodelia

Desde los tiempos en que Dave Fridmann ayudó a Mercury Rev y a The Flaming Lips a rediseñar la psicodelia pop con sus producciones de finales de los noventa y primeros 2000, no se generaba una oleada de renovadores lisérgicos tan fecunda como la que ha despuntado en las últimas temporadas desde Australia (e incluso Nueva Zelanda). La punta de lanza son, evidentemente, Tame Impala, quienes esgrimen una controvertida evolución que se ha concretado en su reciente “Currents”, acogido con cierta división de opiniones. Pero tras su aura de respetabilidad se ocultan un puñado de bandas menos populares, aunque igualmente seductoras cuando empuñan su abigarrada paleta de colores, algunas con evidentes vínculos con el grupo que lidera Kevin Parker: los extraordinarios Pond y su esqueje Gum (en ambos proyectos participa Jay Watson, batería de Tame Impala) o los heterodoxos Unknown Mortal Orchestra, quienes desarrollan su carrera entre Auckland (Nueva Zelanda) y Portland (Estados Unidos), y exhiben la misma desprejuiciada pericia que aquellos para escanciar esencias psicodélicas sobre la amalgama de estilos con la que juguetean.


 

10. La hornada pop reciente

Sin responder a ningún nexo en común más allá de la excelencia que sus repertorios van frecuentando, hay toda una pléyade de bandas australianas y neozelandesas que vienen reclamando en los últimos dos o tres años, y con fuerza, su cuota mediática y de mercado en Europa y Estados Unidos. El aguerrido, hipnótico y arrebatador indie rock de Blank Realm, el turbador noise rock de amplio espectro de los neozelandeses Surf City, el indie pop punzante y delicado (con momentos que remiten al mejor Elliott Smith) de Bored Nothing, el fiero post-punk de Love Of Diagrams o de los abrasivos Slug Guts, los etéreos Circular Keys, la solemnidad suntuosa de Ela Stiles... Hay cantera y diversidad, desde luego. El futuro volverá a pasar, ineludiblemente, por las Antípodas.

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