El movimiento acontecido bajo la etiqueta del Britpop supuso, en el Reino Unido de los noventa, un torrente de tal fuerza que era evidente que su resaca no iba a paliarse sin más ni a desaparecer de un día para otro. De este modo y con el cambio de siglo aparecieron en las islas una serie de grupos que, aunque sin presumir de un acento british tan (pretendidamente) marcado como sus predecesores, continuaban la estela de ese indie-pop que pocos años antes copaba todas las portadas de la prensa especializada. Un estilo que, aunque partiendo de la escena independiente, de nuevo resultaba adecuado para un público más generalista, y que contaba en sus filas con grupos como Starsailor, Turin Brakes, Snow Patrol, Keane (que llegaron al reparto del pastel un poco más tarde), Embrace, Athlete o unos Travis que, aunque habían debutado en plena explosión britpopera con 'Good Feeling' (Epic, 97), cosecharon laureles con el excelente (y menos ruidoso) 'The Man Who' (Epic, 99). Todos ellos apostaban por instantáneas melancólicas, trabajando con especial cuidado unas melodías que debían resultar irresistibles y a las que cabía añadir unas guitarras bien medidas, con suficiente presencia como para no parecer moñas pero sin llegar a comprometer la accesibilidad de las propias canciones.
En base a esas coordenadas, Chris Martin, Guy Berryman, Jonny Buckland y Will Champion publicaron un debut tan exquisito y elegante como 'Parachutes’ (Parlophone, 00), en lo que a la postre sería un conjunto nunca superado por el cuarteto. La referencia estaba conformada por el número mágico de diez canciones (aunque había una pieza de menos de un minuto y a cambio un tema adicional escondido), en una selección que evitaba el relleno hasta materializarse en uno de esos álbumes casi redondos. El elepé comenzaba con la esperanzadora “Don’t Panic”, que en solo dos minutos evidenciaba cuáles iban a ser las bazas del grupo en su estreno en formato largo y después de un par de EP’s previos. Tras ella llegaba la maravillosa “Shiver” que, acelerando el ritmo, incidía en los parabienes del amor pero también en la desolación del sentimiento no correspondido, mientras que la críptica “Spies” cerraba el incuestionable trío de ases inicial, en lo que de paso era una de las piezas más épicas del lanzamiento.
La faceta más delicada del combo regresaba con otra joya como “Sparks”, en donde la taciturna interpretación vocal de Martin propiciaba una tremenda empatía en el oyente. Un efecto que en realidad era constante durante todo el álbum, y que posiblemente alcanzó su momento álgido de desborde en dos de los singles extraídos del disco: la preciosa “Yellow” y esa disculpa abierta que supone la dolorosa “Trouble”. Los cincuenta segundos acústicos de “Parachutes” servían para (además de titular a la referencia) dar paso al pegadizo medio tiempo “High Speed”, que no desentona pero tampoco destaca después del acongojante despliegue previo, algo parecido a lo que sucede con la amable “We Never Change”. La acertada “Everything's Not Lost” tiene su base en un piano que aporta cierto aire jazzístico, y echa el cierre de manera apropiada, majestuosa… y oficial. Porque en la práctica el cierre corresponde a la “hidden track” “Life Is For Living” que, efectivamente, debe entenderse más como un añadido que como parte de la obra en cuestión.
La imagen de un joven Chris Martin, bien parecido pero a la vez con aspecto de tipo cercano, vecino amble y, en definitiva, buena persona, seguramente también ayudó en la consecución de una aceptación que aupó (casi inmediatamente) a Coldplay por encima de compañeros generacionales. También puntuó en positivo la cuidadísima serie de vídeos rodados para cada uno de los cuatro temas seleccionados como sencillos. Desde aquel “Yellow” con el solitario Martin caminando bajo la lluvia en una playa mientras amanece (parece ser que el resto del grupo no acudió a la cita y el vocalista decidió grabarlo en solitario) hasta la animación (entonces novedosa) de “Don’t Panic”, pasando por ese inquietante vídeo rodado para “Trouble”, que juega con claroscuros y a medio camino entre lo bello y lo aterrador. El clip de “Shiver”, sin embargo, presentaba a un grupo aún alejado de la sofisticación inherente al éxito masivo, con el cuarteto simplemente interpretando el tema en una habitación y liderado por un todavía imberbe cantante enfundado en camiseta de The Rolling Stones.
En cualquier caso, cuarenta minutos bastaron para que los londinenses se postulasen como próximo grupo grande de Gran Bretaña (lo que los tabloides ingleses gustan en llamar ‘The Next Big Thing’), dispuestos a conquistar la escena y destacar entre la siempre numerosa maraña de grupos indies que copaban su misma liga. 'Parachutes' (Parlophone, 00) es un disco de tal belleza, coherencia argumental, profundidad y sentimiento que ha soportado impertérrito el paso del tiempo, resultado su escucha igual de emocionante dos décadas después de su aparición. Pero, sobre todo, es la obra de un grupo creíble, incluso cercano, alejado de toda esa parafernalia artificial que vendría después y que, a partir de 'Viva la Vida Or Death And All His Friends' (Capitol, 08), comenzó ha desvirtuar el perfil artístico de Coldplay. Una tendencia que años después derivaría en el absoluto exceso de los empalagosísimos 'Mylo Xyloto' (Capitol, 11) y 'A Head Full Of Dreams' (Atlantic, 15). Antes, y como continuación del disco que ahora cumple veinte años, quedarían el también notable 'A Rush Of Blood To The Head' (Capitol, 02) y el irregular aunque todavía poseedor de preciados momentos 'X&Y' (Capitol, 05), ambos aún acordes con su ópera prima.
La propia banda y cabe suponer que también la discográfica intuyeron inmediatamente todo ese potencial latente en la formación, y éste fue exprimido exponencialmente a cada golpe de nuevo disco, hasta llenar estadios con fuegos artificiales al tiempo de vaciar la otrora exquisita creatividad de los londinenses. Sin embargo, siempre quedará su debut como legado de lo que un día fue la banda, mientras que por el camino ha quedado algún que otro ramalazo de la esencia primigenia de Coldplay. Tal fue el caso del introspectivo 'Ghost Stories' (Atlantic, 14) -fruto de la ruptura sentimental del vocalista con la actriz Gwyneth Paltrow- o 'Everyday Life' (Atlantic, 19), publicado a finales del año pasado y que incluye algunos de los mejores momentos dejados por Martin y compañía en bastante tiempo. Quién sabe si quizá todavía existen motivos para la esperanza, y se debe suspirar porque aquella naturaleza motivadora de 'Parachutes' (Parlophone, 00) no se haya evaporado del todo con el paso del tiempo.
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