Con una mano delante y otra detrás, Rock Indiana se puso en marcha primero como fanzine para acabar convirtiéndose en discográfica, ¡y qué discográfica! Un crisol de músicas diversas, siempre con el power pop como eje vertebrador, que caló en aquellos que no nos conformamos con las cosas que se nos dan masticadas. Con los que todavía rebuscamos en las cubetas de discos o en los diales de la FM (substituyan esto si quieren por podcasts, que el efecto es el mismo). Y ahora nos explica esa historia en “Humildad y paciencia”, libro publicado por otros “iluminados”, los amigos de 66rpm. Estaban hechos para encontrarse, y no es la primera vez que lo hacen. Hablamos con Pablo de eso y mucho más.
¿Podríamos decir que el título de “Humildad y paciencia” está formado por las dos palabras que mejor definen a Rock Indiana?
Son dos de las palabras que definen de alguna manera a Rock Indiana, pero supongo que hay algunas más que nos definen igualmente. Para el título podría haber elegido “Audacia y torpeza” o “Ingenuidad y cabezonería” … También “A nuestra puta bola”, pero no me gustan las palabras malsonantes.
Cuando montasteis la discográfica, ¿te imaginaste algún día escribiendo un libro sobre sus veinticinco años?
No, claro que no… No pensábamos en el futuro mucho más allá del próximo concierto que teníamos que organizar o el siguiente disco que íbamos a mandar a fábrica, pero si me hubiese parado a pensar en el futuro más a largo plazo seguro que no habría imaginado que nos mantendríamos a flote durante veinticinco años. Es un pequeño milagro.
Santi Campos se encarga del prólogo. Una figura esencial para entender a Indiana. También citas como básicos a Protones. Aunque seguro que no te vas a querer quedar con un nombre ¿son dos nombres básicos para entender el arranque de la discográfica?
Tanto Santi como Protones son esenciales en la historia de Rock Indiana, aunque de muy diferente manera. Protones fueron la chispa que prendió la llama de nuestra idea de montar una compañía de discos. Probablemente, si no fuera por ellos no habríamos montado el sello. Los vimos en directo por primera vez y no podíamos creer que un grupo tan bueno no tuviera disco ni contrato, así que decidimos que tendríamos que ser nosotros los que lo publicaran. En los primeros años de Rock Indiana los Protones eran algo así como nuestro “buque insignia”. El caso de Santi es distinto. Cuando lo conocimos Rock Indiana llevaba ya un par de años de actividad. Como músico, siempre ha sido un personaje esencial en nuestra trayectoria, primero en Malconsejo, luego en solitario, con Amigos Imaginarios y nuevamente en solitario, pero, sobre todo, cuando se vino a Madrid desde Castellón trabamos una amistad que felizmente persiste y que en aquellos tiempos llevó a que se incorporara a la plantilla de Rock Indiana. Creo que fueron los mejores años del sello. Hicimos un montón de cosas y la entrada de Santi en escena supuso una formidable inyección de energía y optimismo. Trabajamos mucho y nos lo pasamos muy bien.
"El descubrimiento personal de un montón de personas extraordinarias y el trato con ellas ha sido siempre lo más valioso de todo esto"
En un momento dado apostáis por la política de vender los discos a cinco euros. ¿Funcionó?
Sí, claro que funcionó. Mantuvimos el proyecto durante más de cinco años y conseguimos dar un firme paso al frente como sello, logrando que todos nuestros grupos y discos tuvieran mucha más repercusión. Aunque el balance económico era parecido, casi triplicamos las ventas, con lo que los grupos eran más conocidos y tenían más posibilidades de tocar en directo. Mantuvimos los mismos niveles de calidad tanto en las grabaciones como en los diseños y la oferta era realmente atractiva para los compradores de discos, que, por un precio tan bajo, se podían permitir arriesgar un poco más y hacerse con discos de los que quizá solamente conocían la etiqueta que los editaba. Desafortunadamente, la caída de las ventas, que ya era generalizada en todo el sector, empezó a afectarnos también a nosotros y las cuentas empezaban a no salir, de modo que tuvimos que renunciar. De todas formas, aún hoy creo que nuestros discos están a un precio realmente bajo en comparación con los de cualquier otro sello.
Sois de los pocos que mantenéis un Club Indiana. ¿Cómo va la cosa?
Es algo más bien modesto, pero nos es de gran ayuda para poder subsistir en un momento en el que comprarse un disco parece poco menos que una excentricidad. Tenemos un buen puñado de fieles seguidores que, con una pequeña cuota mensual, compran nuestros discos por adelantado, además de algunas otras ventajas, lo que nos permite hacer lanzamientos que de otra manera probablemente no podrían ver la luz.
Santi habla en el prólogo de las lentejas de Farrah. ¿Cuál es tu anécdota favorita de todas las que tú citas en el libro?
Es difícil destacar una sola, pero en general, el descubrimiento personal de un montón de personas extraordinarias y el trato con ellas ha sido siempre lo más valioso de todo esto. Los ratos que pasamos charlando tranquilamente con los grupos en medio de una gira, como el que cuenta Santi en el prólogo, son un auténtico regalo.
Has escrito algo en el libro de todos los discos editados por Indiana dedicándoles un apartado. ¿Los recordabas todos o alguno te ha sorprendido que estuviera ahí?
Los recordaba todos, claro, aunque es verdad que había unos cuantos que hacía mucho tiempo que no escuchaba y ha sido muy grato recuperarlos. Me parece asombrosa la cantidad de buenos discos que hemos editado en todo este tiempo.
"Cuando montamos el sello, ni en nuestros mejores sueños nos habíamos planteado sacar discos de Records, Rubinoos, Mamá o Paul Collins"
¿Algún disco que editaste con Indiana y que es de algún artista que nunca hubieras soñado editar?
Hay un capítulo en el libro que se llama “Fichando a nuestros ídolos” y, efectivamente, habla de los cuatro grupos o artistas de los que éramos fans en nuestra primera juventud y que acabaron formando parte del catálogo de Rock Indiana. Cuando montamos el sello, por supuesto que ni en nuestros mejores sueños nos habíamos planteado sacar discos de Records, Rubinoos, Mamá o Paul Collins. Además de ser nombres legendarios, los discos que sacaron con nosotros son buenísimos y nos sentimos más que orgullosos de que tengan número de catálogo de Rock Indiana.
Tus dos libros en 66rpm son autobiográficos. ¿Es ese el género en el que te sientes cómodo escribiendo?
Uno da para lo que da, y supongo que escribir acerca de lo que más a mano tienes resulta, en principio, lo más accesible y prudente.
No acaba de ser un libro en orden cronológico, sino que va tirando de anécdotas e historias para ir construyendo el relato. ¿Por qué optar por esta fórmula?
Precisamente quería evitar un relato lineal contando la historia del sello en orden cronológico porque me parecía que podía resultar algo aburrido, sobre todo para los que no son seguidores acérrimos de Rock Indiana. Prefería un relato más ligero y abierto, que me permitiera ir de un lado a otro, manteniendo un ritmo más atractivo. No se trata de un libro destinado solamente a los seguidores del sello, sino a cualquier persona interesada en la música alternativa y en cómo funciona un pequeño sello independiente.
¿Queda Indiana para rato? ¿A por veinticinco más?
Cuando Rock Indiana estaba ya muy consolidado pero las ventas empezaban a caer drásticamente yo pensaba que siempre mantendríamos al menos una pequeña base de seguidores que nos permitiría resistir y seguir sacando discos. Ahora ya no estoy tan seguro. Esto parece no llegar a tocar fondo nunca y el futuro se presenta algo sombrío. Nuestra intención es seguir. Hay un montón de buenos grupos cuyos discos merece la pena sacar, y eso haremos mientras podamos.
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