Nick Cave, veinticinco años de canciones sobre asesinatos
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Nick Cave, veinticinco años de canciones sobre asesinatos

Eduardo Izquierdo — 02-09-2021
Empresa — Mute Records
Fotografía —

Veinticinco años son los que han transcurrido ya desde que Nick Cave publicara "Murder Ballads". Un álbum conceptual alrededor del asesinato, que nos obliga a adentrarnos, para empezar este artículo, en una pequeña clase de historia. Ahí vamos.

Un poco de historia previa

Aunque el nombre del australiano, gracias a este disco y a su estilo crepuscular, se ha asociado, al menos desde el momento de su publicación – febrero de 1996 – al género de las 'murder ballads" lo cierto es que este tenía muchos, pero muchos más años. Es cierto que en Estados Unidos suele asociarse al folk, al country y algo menos al blues, pero su origen parece estar en Europa, a mediados del siglo XVII. Inglaterra, Escocia, Irlanda y los países nórdicos andaban plagados de trovadores que pronto descubrieron que su audiencia les hacía bastante más caso si los temas que trataban eran sórdidos asesinatos.

Lo que sí es rotundamente cierto es que la denominación de murder ballad no se produce hasta que los inmigrantes cruzan el charco y extienden su cultura por toda Norteamérica. Porque allí, aunque a veces lo parezcan, idiotas tampoco eran, y pronto se dieron cuenta también que la cosa, a nivel de público funcionaba. Cuando en las canciones que tocaban los primigenios cantantes de country o folk se hablaba de sangre, cabezas cortadas, tiros por la espalda y similares, la audiencia habría los ojos de par en par. Solo había que completar la canción asegurando que estaba basada en un hecho real – en el noventa por ciento de las ocasiones era así, aunque este fuera modificado o exagerado – para tener a una panda de paletos embobados escuchando aquellas alucinantes historias que, para qué engañarnos, no se les hacían demasiado lejanas.

La murder ballad, por ello, se consolida especialmente en el Deep South (¿dónde si no?). Y no solo eso, sino que se convierte en un género recurrente que da resultados no solo en forma de canciones, sino también de discos conceptuales. Aunque tendría que llegar un australiano en pleno auge del grunge y el americana, para hacer el más famoso de todos ellos.

¿Estás loco? ¿Un disco sobre asesinatos?

En una entrevista publicada en 2011 por la revista With Guitars, aparecida con motivo de la reedición de "Murder Ballads", Nick Cave recuerda su génesis. “Siempre me ha gustado escribir canciones narrativas y siempre me ha gustado especialmente escribir sobre asesinatos y violencia. Hacía tres años que había escrito dos temas menores, una llamada '' O'Malley's Bar ', que tenía quince minutos de duración y algo así como 40 versos y otra canción llamada 'Song Of Joy', que también era muy larga. Quizá demasiado larga para caber adecuadamente en cualquiera de nuestros otros discos. Realmente lo que hicimos fue hacer un disco en el que estas dos canciones encajaran cómodamente, así que lo hicimos en torno al tema bastante espurio del asesinato. Este fue un disco multifuncional en el sentido de que era necesario para mí por muchas razones: una, queríamos hacer un disco con el que fuera literalmente imposible hacer una gira. Simplemente las canciones no funcionarían en directo, así que eso significaba que no teníamos que hacer una gira para presentar el disco. La otra cosa fue que sentí una presión increíble por tener que superar el último disco que habíamos hecho; hacer uno mejor, que creo que básicamente hicimos. Quería hacer un disco que fuera agradable de hacer, que estuviera abierto a otros músicos para que vinieran e hicieran exactamente lo que querían hacer y también para hacer muchos duetos”.

Mejor explicado imposible. Entre 1993 y 1995, Nick Cave va grabando las canciones que integrarán el álbum, con un marcado componente conceptual desde su inicio. Le acompañan como banda base sus  Bad Seeds, entonces Mick Harvey, Blixa Bargeld, Martyn P. Casey, Conway Savage, Jim Sclavunos y Thomas Wylder. A ellos, como comentaba el propio autor muchos años después, se unen un montón de buscadas colaboraciones entre las que destacan las de PJ Harvey, Kylie Minogue, Warren Ellis, Hugo Race, Shane MacGowan o Brian Hooper.

El de Warracknabeal (Victoria) compone casi todas las canciones o aporta su granito de arena reescribiendo textos clásicos como “Stagger Lee” o “Henry Lee”, se pone cachondo versionando el “The death is not the end” de Bob Dylan como final, y elige como primer single “Where the wild roses grow”, cantada a dúo con Kylie Minogue. Pero no adelantemos.

Las canciones, los crímenes

Inicia el álbum una de las dos canciones que Cave reconoce como origen e la idea, “Song Of Joy”. La cosa tiene su guasa. Un tipo está explicando a un extraño como su esposa y su hijo murieron asesinados, y por error acaba confesando su crimen. Casi nada. “Stagger Lee” es inmensa, salvaje, cruda. Con sonidos de disparos incluidos. Uno de los puntos álgidos del álbum. El siguiente paso es “Henry Lee” con PJ Harvey como compañía, algo que haría los próximos meses de manera más “estrecha” ya que se convertirían en pareja. La química era evidente, y aunque la canción es una revisión de original escocesa “Young Hunting”, Cave y Harvey la hacen totalmente suya.

Por su parte “Lovely Creature” cumple con su función de restar brusquedad al álbum. Es menos trascendente, pero no por ello inferior, y para muchos y muchas se encuentra entre sus favoritas del disco gracias a esos inquietantes coros femeninos de fondo y al fraseo en forma casi de talkin’blues. Continúa la citada “Where the Wild Roses Grow”. No se esperaba que la colaboración con Kylie Minogue, estrella del pop más mainstream pudiera funcionar, pero vaya si lo hace. Las comparaciones con el dueto junto a PJ Harvey se suceden, y hay para todos los gustos. Difícil decantarse por una, porque ambas funcionan a la perfección, y la de voz de Minogue pone un contraste espléndido a un tema tan cruento.

Para continuar el segundo tema más largo de todo el trabajo, “The Curse of Millhaven” situada en la inexistente ciudad creada por el escritor Peter Straub narra la historia de Loretta, una auténtica serial killer. En principio iba a ser la canción que cantara PJ Harvey, pero la cosa acabó decidiéndose por “Henry Lee”.

En “The Kindness Of Strangers” destaca el piano de Conway Savage, la guitarra de Mick Harvey y el inquietante grito de Anita Lane. “Crow Jane” sería cambiada de lugar en algunas reediciones posteriores y, a menudo, es la canción menos recordada del álbum. Quizá porque tras ella aparece ese mazacote que es “O’Malley’s Bar” con sus catorce minutos y veintiocho segundos de duración, y en la que muere hasta el apuntador. Una oda al asesinato específica y certera. Ahora comprendemos a Cave cuando nos asegura que esta canción no la veía en ningún otro disco que no fuera uno creado específicamente para acogerla.

Y ante tanta transcendencia, no está de más acabar de forma más o menos cómica. Para ello, Cave escoge de manera sorprendente, pero a la vez acertada, “The Death Is Not The End”, una de las mejores canciones del flojito "Down In The Groove" de Bob Dylan. Un tema de esperanza, que muestra los últimos retazos del Dylan cristiano y que remite, desde su título al bíblico libro de Isaías. ¿Algo de luz entre tanta oscuridad o sarcasmo en vena? Quizá más lo segundo, ya que Nick lleva todo el disco tomándose las cosas con cierta perspectiva irónica.

Un éxito atroz

Pocos álbumes habrán sido recibidos en la historia de la música rock con la unanimidad de este "Murder Ballads". Por una vez, prensa y público se pusieron de acuerdo. Rolling Stone lo definió como “la mejor interpretación de la vida de Cave”. Musicalmente, el New York Times lo describió como “una fábula macabra que luego se destila en una sola imagen de muerte, de la misma manera que un fotógrafo organiza una sesión”. Spin habló de “épicas sórdidas y confesionarios oscuros”. Q, por su parte, de “cabaret jazz, morbilidad de ritmo country y todas las estaciones del mal humor”. Su mezcla de estilos queda así de manifiesto. Y las listas de éxitos también parecieron entenderlo, dándole así más valor. En todo caso, un disco sublime.

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