Hacer la cama así o asá; responder con mala baba por chorradas; o creer que tenemos todas las enfermedades habidas y por haber. Todos somos, por mucho que nos pese reconocernos en ello, hijos de nuestros padres. De sus filias y de sus fobias. Y, cuanto más mayores nos hacemos, más afloran esas herencias.
Neo Sala (Lleida, 1961), mítico promotor musical barcelonés, tiene tres retoños. El primero lo creó muy joven y se convirtió en el festival más celebrado por los megalómanos en España en los noventa. Fue el Doctor Music Festival, el de la vaca. El macroevento musical, sin igual en unas tierras vírgenes todavía de grandes festivales musicales, se ubicó en un pequeño pueblo del Pirineo, Escalarre, y contó con un cartel sin igual: David Bowie, Beastie Boys, Suede o Patti Smith. Antes, Sala había engendrado, en 1982, una empresa –de nombre homónimo– de conciertos con la que trajo por estos lares giras como las de Bruce Springsteen, Dire Straits o Tina Turner y que a día de hoy sigue siendo una de las más punteras del sector. El tercero de sus pequeños nació hace unos cinco años. Fue una niña, la tuvo a los cincuenta-y-pocos. Se le cae la baba al hablar de ella pero reconoce que le está costando llevarlo todo adelante últimamente. Neo Sala está engendrando ahora mismo un cuarto pibe.
El promotor lleva dos años cocinando un nuevo festival, un nuevo Doctor Music, casi treinta años después de las primeras ediciones históricas (1997-1998-1999), esta vez con el subtítulo añadido de Reincarnation Edition. Si bien los nombres de la vuelta del festival se conocerán a finales de año, ya hay detalles que presagian una experiencia diferente en el valle catalán: habrá zona sin móviles, yoga, productos de kilómetro cero y se ha hecho un estudiado de la geometría sagrada del lugar. El festival será un evento basado en la energía. Y, como es imposible comprender al hijo sin entender al padre, nos encontramos con Neo Sala en el exquisito Soho House de Barcelona, un club con fama de cobijo de élites pero del que el promotor hace uso por estar “simplemente cerca de la ofi”.
Sala llega tarde. Faltan pocas semanas para anunciar el line-up del Doctor Music Festival y las reuniones se lo comen. Una vez dentro del Soho House, él guía. “Ay, no era esta planta; hace mucho que no vengo, la verdad”, ríe. Ya en la cafetería del club, el tintineo de vasos –para él un agua natural– se mezcla con el estallido metálico de todos los abalorios que cuelgan del cuello del promotor, robusto, y como recién afeitado. El cuchicheo general está sólo un escalafón por encima del silencio y el cancaneo de metales se acentúa con sus enérgicos movimientos en un sillón de piel color crema. “¿Esto del cuello? Hay regalos, otros me gustaban simplemente, como la calavera o la cruz... No sé, tampoco soy un talibán del tema. Me gusta y me lo pongo”. Sala se reconoce un tipo de símbolos.
Con una sonrisa amplia, que de vez en cuando rompe en una enorme carcajada que le empuja el cuerpo hacia atrás con furia, cuenta cómo a partir de la comida empezó a entrar en el mundo de las energías. “Me daba cuenta que me encontraba mejor así, comiendo sano. Y fui pasando de una cosa a la otra”. De comer sano, a vigilar los campos electromagnéticos que le cruzaban, a controlar la meditación, y luego a entrar en la geometría sagrada… “Sigo aprendiendo. La geometría sagrada ya era usada por egipcios y los mayas. Será por algo. Con la ciencia hemos olvidado todo lo que no se puede demostrar. Pero los últimos descubrimientos de física cuántica están probando el tema de las energías. En unos años se dirá: ‘lo que decían aquello zumbados era cierto'”, comparte, mientras toca la mesa de cristal. “Esta mesa es un noventa y nueve por ciento energía”.
A simple vista, nadie diría que un tipo con pantalones tejanos desgastados, camiseta psicodélica, chupa de cuero (que seguro ha acabado en su hombro, y a una sola mano, en infinidad de ocasiones)… un rockero, vamos, esté tan puesto en lo energético. “Hay mucha gente de la industria que está en esto de la alimentación, de la meditación… He hablado de ello con los Red Hot Chili Peppers. No lo dirías: Thom Yorke mismo también está muy conectado. O Robert Fripp…”.
Sin sus nuevas pautas de vida, que empezó a asumir ya pasados los años tras la última edición del histórico Doctor Music, allá por 2004, estaría –confiesa– “mucho peor”. La energía, que él despacha a borbotones, es el eje de su vida. Y también del festival que prepara para mediados de julio de 2019.
La energía lo impregna todo. Literal. La misma preparación del evento ha sido buena muestra de ello. Más allá de su cartel, del que por supuesto no suelta prenda y se limita a destacar que “va por buen camino”, el Doctor Music Festival Reincarnation tiene que ser una experiencia de “reconexión”. Así lo han sido las diferentes rondas de preparación para su propia plantilla, la del Doctor Music; hace unas semanas, a doce lunas exactas del festival, los trabajadores de la promotora (doce durante el año y cientos en las fechas del festival) sintieron en carnes propias la energía –y la temperatura, abrasadora durante el día y fresquita en la noche– de la Valle de Escalarre. Se quedaron a dormir en tiendas que formaban, vistas desde el aire, un gran mandala, obra de Asunción Vilaseca.
Neo Sala ha encargado un estudio de geometría sagrada de la zona a la propia Vilaseca y también ha colaborado con el geobiólogo Mariano Bueno (el mismo experto también estudió las energías de su casa). Lo ha hecho para distribuir los escenarios de las ciento sesenta hectáreas del recinto según esas mismas fuerzas y también para plantar un menhir en el corazón del valle. La piedra, de cuatro metros de alto y dos soterrados, se la hizo traer desde Solsona.
Como apunta Sala, el Doctor Music Festival Reincarnation se podrá consumir de varias formas: una más convencional pero también otra que facilite la ansiada reconexión de la que habla constantemente su promotor. Los cinco escenarios tendrán programación como la de cualquier otro festival, aunque más reducida: britpop, metal, rock, etcétera. “Me gusta la buena música, la que sea. Pero con alma. Eso no ha cambiado desde hace treinta años. En casa tengo dos mil vinilos y más de cinco mil discos. De todo. Tranquilo, como en 1996, tendremos lo más representativo de cada género. Pero no habrá más de setenta u ochenta actuaciones. Eso de ir a un festival y tener que ir corriendo… No habrá grandes solapes. Nuestro festival no será una acumulación de conciertos, una colección de cromos. No quiero que la gente tenga la sensación que se perderá algo si no corre… El famoso fear of missing out (FOMO) que te coge en estos grandes eventos no se dará en el Doctor Music Festival”.
Uno de los escenarios del Doctor Music será una carpa, la que él llama –se excita con ello, orgulloso– “la del yin y el yang”. Durante el día allí habrá clases de yoga y otras terapias alternativas, además de música chill. El espacio estará libre de móviles y habrá taquillas para guardarlos. Será el Reconecting Space. “Igual te das cuenta que no quieras el móvil, ¡que no lo necesitas tanto!”.
En la noche, desde la puesta de sol hasta la salida de éste, entrará la música electrónica. “Tendremos a los mejores Dj’s y también electrónica underground… Imagínate, la programación acabará con la salida del sol, el momento climático, un momento de trance. Allí el menhir funcionará como vórtex y creará una energía que llegará a todo el valle”. Sala asegura que si funciona la idea de la carpa yin/yang podría haber un spin off de esos escenarios en el futuro. Lo que tiene claro es que, de momento, el Doctor Music no será anual. “No soy mucho de pensar a futuro”, apostilla.
“En 1996, sin saberlo, ya hicimos un festival experiencial. Y ahora queremos potenciarlo mucho más. Si vienes a Escalarre tendrás buena música y, si quieres, algo más. La idea es hacerlo y que deje un buen recuerdo. Me siguen parando por el primer festival que hicimos. ¿Si nos preocupa que los más jóvenes no puedan permitirse el festival o que no haya relevo generacional? Nos preocupa conseguir un precio asequible, pero cuesta caro el montaje. Eso sí, una vez dentro, todo serán facilidades: la birra será barata, se podrá entrar comida al camping y habrá agua potable en el recinto. No queremos engañar a nadie”, comenta, justo después de contestar “cuatro mensajes” y tumbar el móvil boca abajo en la mesa.
Sala da por cerrada la jornada. Cuando llegue a casa volverá a girar el móvil. El promotor asegura que meditar le ayuda a soportar las intensas rutinas de trabajo para la preparación de un macrofestival como el que se trae entre manos, que gracias a ella consigue desconectar. E incluso aburrirse. Cita un libro para cerrar la charla: “El arte y la ciencia de no hacer nada” (Andrew J. Shart, 2014). “Ahí se explica como cuando el cerebro está en modo contemplativo se activa la creatividad. Newton estuvo tocándose los huevos, hablando en plata, una hora hasta que le cayó la manzana a la cabeza”. En alguna de esas contemplaciones debió surgir la idea de volver a Escalarre. Y, por el ritmo de venta de entradas, la gente debe celebrar que Sala se las rasca de tanto en cuando.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.