Desde finales de los años noventa, Nueva York se encontraba en pleno proceso de regeneración. Desde la llegada de Rudolph Giuliani a la alcaldía de la ciudad, aquella NY sucia, excitante (quizás demasiado) y vertiginosa reflejada en películas como “Taxi Driver” o “Cowboy de medianoche” estaba tocando a su fin. Los últimos vestigios de desenfreno que dejaron los 70 por aquellas calles, comenzaban a limpiarse en favor de una ciudad modélica y envidiada. Parecía que incluso el rock propiamente dicho también había sido víctima de aquella limpieza. En las listas musicales predominaba el nu-metal y en las calles mandaba el rap. Por suerte, en medio de toda esta vorágine, cinco chavales se empeñaron en no dar por muerta la esencia rockera de la ciudad.
Inicios duros para chicos de buena cuna
Forma ya parte del imaginario colectivo relacionar los miembros de un grupo de rock con infancias modestas, barrios obreros y padres y madres con trabajos de doble jornada, material suficiente para justificar esa frase de “la música me sacó de la pobreza”. Con The Strokes nada de este este estereotipo se cumple, hasta se podría decir que incluso en esto su aportación al panorama musical fue rompedora. Y es que los orígenes de cada uno de sus miembros, lejos de ser del tipo "Working Class Hero", se podrían definir como de familia bien. Por un lado, tenemos a Albert Hammond Jr. (guitarra), que resulta ser el hijo del músico británico Albert Hammond, conocido principalmente por ser el autor de uno de los temas más comerciales de los setenta (“It Never Rains In Southern California”), y por otro lado está Julian Casablancas (cantante y compositor), hijo de John Casablancas, fundador de la agencia de modelos Elite Model Management. Precisamente esta vida visiblemente cómoda es lo que propició el primer encuentro entre los dos. Fue en 1993, en el prestigioso internado suizo de Le Rosey. Ambos se volverían a separar y no se rencontrarían hasta 1998.
Durante ese periodo de tiempo, Casablancas entabló amistad con Nick Valensi (guitarra), Fabrizio Moretti (batería) y Nikolai Fraiture (bajo) en la escuela Dwight, situada en el Upper West Side, un colegio de esos que no son accesibles para todos los bolsillos. La relación de los cuatro les llevó a formar la que sería la primera agrupación que tuvo The Strokes en su trayectoria. Un concierto organizado por la hermana mayor de Nick Valensi, fue su primera actuación en directo. Pero no fue hasta la llegada de Hammond en el 98 cuando la banda comenzó a tomarse en serio esto de ganarse la vida con la música, lo suficientemente en serio como para encerrarse durante 6 meses en una sala de ensayo situada en el barrio de Hell’s Kitchen de Manhattan para preparar el que sería el primer concierto de The Strokes con la formación al completo. Fue el 14 de septiembre de 1999 en un club llamado Spiral. Estaban tan nerviosos que antes fueron a ver la película de Eddie Murphy, “Bowfinger”, para relajarse antes de subirse al escenario. A aquel concierto solo asistieron 6 personas. Y es que durante sus dos primeros años de vida, la banda neoyorquina tuvo que tocar (y sudar) sobre el escenario de numerosas salas donde apenas había público. “Tocábamos ante nadie cada dos semanas”, tal y como afirma Valensi. Apenas 100 personas asistieron en un total de 100 conciertos. Una dinámica que se mantendría hasta el otoño del año 2000 cuando la banda empezó a tocar en el club Mercury Lounge de Nueva York.
Gentles, Raphael y "The Modern Age"
Por aquel entonces, el encargado de contratación de grupos de la sala era Ryan Gentles. Impresionado por el carisma de aquellos cinco tipos y su sonido crudo, amenazante e impactante sobre el escenario, Gentles decidió convertirse en el mánager de la banda. Con él, la banda empezó a ensayar de forma exhaustiva. De estas jornadas salieron los primeros bocetos de canciones como “Last Nite”, “The Modern Age” o “Someday”. Enseguida, Gentles se dio cuenta que el impulso definitivo que necesitaba el grupo, estaba en grabar material y enviarlo a los sellos a la espera de una llamada. Con suficiente material grabado, empezaron a enviar a discográficas como Hollywood o Matador, de las cuales tan solo recibieron cartas de rechazo que “Albert colgó en la pared de su casa”, como confiesa el propio mánager. El sonido de aquellas grabaciones aún estaba lejos de ser lo que hoy conocemos como el sonido de The Strokes.
Al final, no fue ninguna de aquellas cintas las que les abrieron las puertas a un estudio de grabación, sino un concierto en el que The Strokes eran los teloneros de DragonForce. Entre el público de aquel directo estaba Gordon Raphael, dueño de los estudios Trasnporterraum. Pese a no ser un amor a primera vista (“me parecieron demasiado elegantes”, confesaría tiempo después) decidió darle una tarjeta con su número a Albert. Días después, en octubre del año 2000, el grupo se presentó en el estudio dispuesto a grabar el boceto de lo que iba a ser el primer EP de la banda.
Julian Casablancas tenía claro porqué habían tardado tanto en grabar una maqueta en condiciones. Como le dijo a Raphael en la primera reunión, nunca habían tenido suerte en las grabaciones. Aquel sonido que buscaban se les escapaba y sentían que sonaban como lo que ya había en esos momentos. Pese a sus innegables influencias neoyorkinas en su sonido, ellos siempre han querido despegarse de ellas. “Realmente no nos sentimos herederos de nada ni de nadie. Si nos preguntan por la Velvet Underground o por todas esas bandas que mencionan (Television, Talking Heads) te puedo decir que sí que las hemos escuchado y que, evidentemente, nos gustan, pero no nos sentimos sus herederos”.
Con esta persistente idea de búsqueda de distinción en la cabeza, Raphael empezó por lo básico: “si todos los grupos actuales están grabando de una forma, nosotros debemos hacer la contraria”. Algo así debió pensar cuando tuvo la idea de grabar a toda la banda en una habitación sin ningún ápice de la tecnología que predominaba en los estudios de aquella época. Esta austeridad en el estudio consiguió sacar a la luz lo que antes habían sido incapaz de grabar y afinar en sus conciertos: un sonido garagero sin artificios pero con una sensibilidad pop de una calidad que hacía años que no se encontraba.
Por fin The Strokes (y el mundo) tenían el sonido que tanto habían estado buscando. Un sonido que quedó recogido en una demo que sería el cuerpo de su primer EP, “The Modern Age”, compuesto por los temas “Last Nite”, “Barely Legal” y el tema homónimo que da nombre a este primer trabajo.
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