El objetivo principal de explorar sobre este tema, es descubrir cómo a lo largo de la historia, desde los ámbitos del arte, el diseño, la ciencia, etc. se han pensado y ejecutado obras o construido lugares teniendo en cuenta la intersección entre sonido y espacio. A este viaje al pasado y para añadir contemporaneidad a nuestros hallazgos, le sumamos entrevistas con expertos y también con la ciudadanía. Con todo ello buscamos extraer aprendizajes que puedan ser aplicados a la hora de diseñar espacios musicales que tengan un impacto real en las personas, sobre todo en un presente en el que todo se diseña más que para ser sentido, para ser visto.
Durante nuestro acercamiento a este tema, descubrimos a través del documental “Revolución Xenakis” a Iannis Xenakis. Arquitecto de profesión y músico de vocación (aunque también se formó musicalmente), fue alguien que entendió muy bien y que exploró a lo largo de su vida y a través de sus obras, la intersección entre estas dos disciplinas, música y arquitectura. Fue él el que desarrolló la idea del espacio sonoro; sus partituras se desplegaban sobre el papel según principios matemáticos y espaciales, como planos arquitectónicos. Bloques, líneas, curvas y cifras, unidas para crear piezas musicales realmente innovadoras que lo llevaron a ser mundialmente reconocido.
Esta retroalimentación entre ciencia (matemáticas) y arte (música), lo llevó a ser el padre de la música estocástica, una música que se componía a través del cálculo de las leyes de probabilidad y que fue evolucionando a medida que la tecnología computacional también lo hacía. Podríamos decir, que Xenakis fue también el padre de la música electrónica. Que por cierto, también tuvo madres. Por nombrar a algunas: Daphne Oran, Pauline Oliveros o Eliane Radigue (recomendado el documental “Sisters With Transistors”para conocer su trabajo y la gran aportación al mundo de la música de todas ellas).
“No se trata sólo de crear sonidos y de hacer música, se trata de transformar el mundo” (Inanes Xenakis)
Volviendo a Xenakis, este no podía concebir el diseño de un espacio sin atender al sonido y viceversa. Su máxima inspiración la encontró en la naturaleza. Y entre otros elementos, el mar y el sonido de las olas guiaron su búsqueda.
Quería que las personas que asistían a ver y escuchar sus obras no fueran simples espectadoras, él quería que fueran atravesadas por la música, como el sonido de las olas te atraviesa cuando estás inmerso en el océano navegando sobre un pequeño bote.
En la parte del documental en la que se narra esto, conectamos con un concepto, el de ruido pleno, sobre el que se habla en el libro de Oriol Rosell “Un cortocircuito formidable. De los Kinks a Merzow: un continuum del ruido” . El autor lo define así: “... es el sonido del viento, del agua fluyendo, de los truenos y la lluvia: azaroso, imprevisible e incontrolable. El ruido pleno solamente existe de forma accidental”. Ese ruido pleno, fue el punto de partida de la obra de Xenakis, un ruido que nos conecta directamente con lo más esencial, con lo más puro, con lo único que no podemos controlar (aunque lo intentemos), la naturaleza.
Todo esto, a su vez, nos recordó la entrevista que mantuvimos en el Observatorio con el investigador musical, informático y profesor, entre muchas otras cosas, Jesús Jara López. En esa entrevista, que se centró sobretodo en la escucha, nos dejó infinidad de aprendizajes y referencias, entre ellas, la de R. Murray Schafer, que describía el impacto del sonido del agua en el ser humano de esta forma:
Todos los caminos del hombre conducen al agua. Es el fundamento del paisaje sonoro primordial y, por añadidura, el sonido que, por encima del resto, nos ofrece un mayor gozo en su multitud de transformaciones.
El paisaje sonoro y la afinación del mundo. R. Murray Schafer
Ahora vamos a permitirnos ir un siglo más lejos, a tiempos de Richard Wagner. Y queremos detenernos concretamente, sobre el concepto que fue el pilar de su pensamiento estético: “Gesamtkunstwerk” (que se traduce a nuestro idioma como Obra de arte total). Wagner entendía que la única forma de envolver al público y provocar emociones profundas, era mezclando en la ejecución de una misma obra, todas las disciplinas artísticas. Música, teatro, danza y artes visuales unidas para impulsar una experiencia multi-sensorial e inmersiva que fuera más allá del entretenimiento y derivara en una transformación estética y también espiritual.
Esta idea lo llevó incluso a construir un teatro que convirtió en un espacio específico y totalmente pensado para materializarla, el teatro Festspielhaus de Bayreuth. En él estrenó su última ópera, “Parsifal”, en el año 1882.
Regresamos al siglo XX y de nuevo a un arquitecto, Ettore Sottsass y a un libro que publicó en 1972: “El planeta como festival”. Esta obra de Sottsass, pretendía servir como una reflexión entre la relación de diseño, cultura y sociedad, poniendo el foco de atención sobre un mundo que corría el peligro de convertirse en un festival constante, totalmente desconectado y vacío de significado.
Este libro sirve como inspiración, ya en el siglo XXI, para la creación de un festival con sede en Milán que se define en su web de este modo “reinterpretamos el proyecto de Sottsass a través de intervenciones visuales, instalativas y performativas, con el fin de crear, a través del diálogo entre sonido, arte visual y arquitectura nuevos escenarios (...) porque es intrínseco al proyecto el deseo de proponer lugares, lenguajes o simplemente destellos (de existencia) que aún no existen, contribuyendo a generar nuevos universos de referencia”. Este festival se llama “Il Pianeta come Festival” y es sólo un ejemplo de cómo mirar al pasado y tener en cuenta el entorno, puede ayudarnos a construir narrativas y espacios de encuentro valiosos en el presente.
Este viaje por las ideas de Xenakis, Wagner, Schafer y Sottsass no es más que una invitación a reflexionar sobre la estrecha relación entre sonido, espacio y nuestra experiencia. Los dos primeros nos muestran a través de su trabajo que la música no sólo se trata de aquello que oímos, sino también de la importancia del espacio para que se produzca realmente una conexión emocional. Porque el espacio no es neutro, cada metro cuadrado moldea nuestra experiencia, como el sonido del agua o de las olas impacta en nuestro estado de ánimo. Schafer ¿recuerdas?
Hoy proliferan eventos musicales aquí y allá, pero a muchos se les olvida esa relación fundamental entre sonido y espacio. Están desconectados, no producen significado. Un significado necesario para que la experiencia sea completa. Esto puede parecer un problema, pero nosotros preferimos verlo como una oportunidad: La de crear experiencias musicales en las que el sonido y el entorno estén completamente unidos, integrados de una forma profunda para que puedan generarse narrativas sonoras que realmente trasciendan y sean importantes para las personas.
Porque al final, como dice Xenakis al principio de su documental: “No se trata sólo de crear sonidos y de hacer música, se trata de transformar el mundo”.
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