Hace tan solo unos días la noticia de la muerte de Justin Townes Earle golpeaba con fuerza a los aficionados a la música de raíces estadounidense. La misma que amamanta al country, al blues, al hillbilly, al bluegrass, o al rock'n roll más genuino. Una pérdida que lamentamos con más fuerza si cabe, por la tremenda injusticia que se cometió con el cantautor de Nashville en vida. Un escaso reconocimiento bajo la perenne y alargada sombra paterna que se proyectaba como una terrible losa. Y es que estar bajo el influjo de un agujero negro tan colosal como debía resultar Steve Earle, no se lo deseo ni al peor de mis enemigos.
Todo parece indicar que Justin murió de una sobredosis, y eso es algo que no extrañará a casi nadie. Su adicción era plenamente conocida, además de reconocida por el propio músico. Él mismo afirmaba sin reparo alguno haber empezado su coqueteo con la heroína con tan solo doce años de edad. También consideraba que no inyectarse en vena cocaína y heroína a la vez era algo así como atravesar por un periodo de descanso en su consumo. Sin embargo, me gustaría afirmar con rotundidad que su pérdida nos deja un legado que debe ser reivindicado para no cometer la injusticia del olvido. La misma a la que han sido condenados otros jóvenes músicos fallecidos en los últimos años como Richard Swift y Neal Casal u otros más veteranos, pero de vital importancia, como es el recientemente fallecido John Prine.
A Justin Townes Earle le sobreviven su esposa, Jenn Marie, pero también Etta St. James, hija de tres años del artista, a la que alguien explicará algún día que su padre tenía un agujero existencial imposible de saciar. Pero en el hipotético caso de que nadie lo hiciera, siempre le quedará el recurso de escuchar las canciones de su padre para conocerlo mucho mejor. Justin Townes Earle fue depurando mucho su estilo con el paso de los años y esa mayor experiencia a la hora de escribir se notaba en la crudeza con la que exponía todos sus demonios. Una forma de tocar y cantar muy fiel a la tradición de la auténtica música americana. La que nace de la opresión, la esclavitud, la adicción o la pobreza. La misma que saborearon Johnny Cash, pero también Hank Williams o Howlin' Wolf. Y es que como el propio Justin Earle explicó en un podcast emitido por la revista Rolling Stone estadounidense: “Howlin' Wolf te diría que hoy en día no existe el verdadero blues... Te diría lo mismo que le hubiera dicho a Eric Clapton: Que ya puede coger ese pedal y tirarlo al río en su camino hacia la barbería".
Por eso hemos querido repasar el legado que nos deja Justin Townes Earle a través de diez canciones de todos sus discos. Porque es la mejor forma de conocerlo en profundidad y a la vez le rendimos un justo homenaje. Es posible que alguno de vosotros eche de menos temas tan representativos como “Champagne Corolla”, “If I Was The Devil”, "Midnight At The Movies" o “Harlem River Blues”, pero al final me he inclinado por otros no tan conocidos. Eso sí, he elegido como tema extra y en forma de epílogo, esa magnífica versión del “Graceland” de Paul Simon. La misma que sabía llevar a su terreno, paladeando las sílabas y recreándose en ese verso que dice: “Me voy a Graceland, por razones que no puedo explicar, hay una parte de mi que quiere ver Graceland”.
Solo cabe esperar que Graceland sea, por fin, tal y como Justin la había imaginado.
1.- "Lone Pine Hill" (The Good Life) (2008)
A Justin Townes Earle le costó ocho años largos años lograr grabar su largo de debut si obviamos “Yuma”, el crudo Ep casero (solo voz y acústica a pelo) de 2007. Antes había hecho sus primeros y habituales pinitos con algunas bandas locales, hasta que entró a formar parte de los Dukes, la banda de acompañamiento de su padre Steve Earle. No duró mucho al ser expulsado por destrozar la habitación de un hotel de Berlín cuya factura sobrepasó los 10.000 dólares. En esa misma época, a principios de los dos mil, tuvo la posibilidad de grabar para New West, pero su adicción a las drogas impedía que un sello se pudiera fiar de alguien tan inestable. Según afirma el propio artista la respuesta fue: “Lo sentimos, pero ya tenemos a Ryan Adams".
Tras borrachera, colocón y una vida tan errante como problemática, logró grabar un primer disco en el que demuestra mucho oficio, pero que todavía anda falto de ese sello confesional que lo elevará por encima del conocimiento de un oficio que estaba en su propio ADN. De todas las canciones del álbum me quedo con este estremecedor “Lone Pine Hill” que esconde versos tan bellos como: “Dios, concédeme velocidad y concédeme perdón, llévame a través de la noche, Llévame a través de tus colinas y sobre tus ríos, Lejos de esta terrible pelea”.
2.- "Mama's Eye" (Midnight At The Movies) (2009)
El segundo trabajo de Justin Townes Earle ya es otra cosa. El salto es enorme y sus canciones ganan en una profundidad lírica e instrumental que ya no puede pasar desapercibida. Es un disco variado en el que todavía juguetea, como si fuera un niño con las piezas de un mecano, con diferentes texturas y estilos. Además esconde joyitas como “Can't Hardy Wait” o este estremecedor “Mama's Eye” que para mí es sin duda una de sus mejores piezas. Tono confesional en el que, con unos pocos versos, describe el abandonó que sufrió de pequeño por parte de su padre al que no llegó a conocer hasta que no se convirtió en un adolescente la hostia de problemático.
3.- "Christchurch Woman" (Harlem River Blues) (2010)
Tercera entrega discográfica y tercer escalón a la hora de consolidar su prestigio. Ahora sí los focos de atención mediáticos lo alumbran gracias a un disco que no presenta fisuras ni altibajos. Todos los temas aportan algo y él sigue demostrando lo mucho que conoce el oficio. De entre las once canciones del disco me quedo con esta maravilla llamada "Christchurch Woman", que tiene ese aroma entre el primer Tom Waits y el Bruce Springsteen más crepuscular y melancólico. Además la voz de Justin gana en profundidad y tristeza, demostrando que es otra de sus principales bazas a la hora de sonar triste o desgarrada. Es la voz de un joven que se siente muy viejo y vapuleado por dentro. Y es que hay cosas que, por más que se quieran fingir o impostar, no se consiguen sino es con la autenticidad del que sabe que lo que canta es parte de su propia vida. Como curiosidad decir que su amigo en aquella época Jason Isbell –luego se enemistaron– participó con su guitarra en este disco al igual que una joven Caitlin Rose a los coros.
4.- "Baby’s Got A Bad Idea" (Nothing’s Gonna Change The Way…) (2012)
El cuarto trabajo de Justin Townes Earle empieza con estos versos que ya desde el mismo inicio te dejan helado y dicen mucho sobre su relación paterno-filial y su adicción: “Hear my father on the radio singing take me home again, 300 miles from the Carolina coast, and I'm I'm skin and bones again, Sometimes I wish that I could get away Sometimes I wish that he'd just call. Am I that lonely tonight. I don't know” (Escucho a mi padre en la radio cantando llévame a casa de nuevo, estoy a 300 millas de la costa de Carolina, y soy solo piel y huesos de nuevo, A veces desearía poder escapar, A veces desearía que simplemente él llamara, Estoy tan solo esta noche. No lo sé). Y si bien podría haber escogido perfectamente esa primera y desgarradora canción del disco titulada “Am I That Lonely Tonight?” para esta selección, al final me he decantado por otros dos temas menos obvios. Y es que a pesar de que este álbum no fue, en líneas generales, tan bien acogido por la crítica como el anterior debido a la exuberancia de los arreglos, para mí es uno de los que más me gusta. Y es que, al habitual sonido vía Memphis de Justin Townes Earle, esta vez le añade cierto toque a New Orleans que le acerca más que nunca a Dr. John. Para muestra este tema, puro rock'n roll sureño con unos vientos que recuerdan a The Memphis Horns y el boogie-woogie al piano al más fiel estilo Rebennack.
5- "Won't Be The Last Time" (Nothing’s Gonna Change The Way…) (2012)
De la cara más festiva del anterior tema que demuestra que con Justin se podía pasar un buen rato y que no todo eran apesadumbradas y torturadas melodías, pasamos justo al otro extremo: la cara más intima, apesadumbrada y confesional. Una faceta que podía llegar con un desgarrador lamento como el expresado en este magnífico “Won't Be The Last Time”.
Si uno la interpreta desde el punto de vista de un adicto, hay versos que se hacen especialmente esclarecedores. Como los que en los que afirma: “Tal vez dije algunas cosas que no debería, Tal vez monté una escena, Tal vez rompí una promesa, Que nunca quise mantener, No será la ultima vez...". Un tema de esos que se escriben con la sinceridad del que realmente está atravesando por los mismos sentimientos que expresa con toda la crudeza de su voz apuntalada por el lamento de una slide que simplemente te eriza el bello.
6.- "It’s Cold In This House" (Single Mothers) (2014)
Tras uno de esos clásicos –y estúpidos– litigios con sellos discográficos (en este caso con el sello británico Communion Records, del que Ben Lovett de Mumford & Sons es uno de los propietarios), Justin Townes Earle se encuentra estable y rehabilitado. Él mismo afirma haber pasado por treinta años de infelicidad y dolor para acariciar solo desde hace dos años la felicidad. Ha cumplido treinta y dos años, se ha casado y tiene un nuevo hogar discográfico, Loose Music. La vida le sonríe y edita con apenas unos meses de diferencia dos discos con el explícito título de “Single Mothers” y “Absent Fathers”. En el primero, al que pertenece este tema estremecedor titulado “It’s Cold In This House”, rinde homenaje a todas esas madres solteras que han tenido que sacar una familia adelante compaginando la crianza con unos curros de mierda que apenas daban para pagar el alquiler. Cabe destacar el tremendo trabajo de un grande como Paul Niehaus a la 'steel guitar” (buscadlo en los créditos de grupos como Lambchop, Yo La Tengo, Vic Chesnutt, Calexico o Iron & Wine) quien, pese a ser un habitual de los discos de Justin desde “Harlem River Blues”, es en este álbum en el que logra crear un juego de contrastes brutal. El sonido se eleva hasta una nueva dimensión más unitaria, ganando un sello de autor que ya no va abandonar en el futuro. A eso muchos le llaman madurar, aunque sea una palabra que no suele gustar demasiado a los músicos.
7.- "Call Ya Momma" (Absent Fathers) (2015)
¿“Absent Fathers” es el reverso feliz de “Single Mothers”? Nadie se atrevería a tanto y más teniendo en cuenta que el propio Justin Townes Earle confesó en numerosas ocasiones no saber escribir canciones felices. Pero lo cierto es que esta vez hay un halo de esperanza inédito en su cancionero hasta la fecha. Han transcurrido tan solo unos meses desde el anterior y este séptimo disco se graba en directo con su banda de acompañamiento, aprovechando el momento de lucidez que le ofrece la oportunidad de ser más prolífico. Este “Call You Mama” es un estupendo reflejo de lo que significa tener una banda engrasada. Solamente hay que escuchar los primeros compases para darse cuenta de lo bien que puede llegar a empacar un tema de country-rock clásico. Y es que siempre hay un momento para llamar a “Momma” o para acordarse de ella, sobre todo cuando, como en el vídeo, estás a punto de ser colgado del cuello en un árbol.
8.- "What’s She Crying For" (Kids In The streets) (2017)
Aunque resulte paradójico, el disco menos introvertido hasta la fecha, el que mira más hacia lo que sucede en el exterior y en el que incluso trata de forma inédita temas sociales como el de la gentrificación, en definitiva, el disco que podemos considerar más neoyorquino y con un poso mucho más folk-rock, no fue, a diferencia de los anteriores, compuesto en la Gran Manzana. Fue escrito en un pequeño pueblo en el que el aislamiento llevó a Justin a focalizar su mirada hacia el exterior. Un trabajo en el que logra culminar del todo su sello de cantautor más allá del sonido y que se deja ayudar a la producción por todo un veterano del indie-folk como Mike Mogis (Bright Eyes, M. Ward) y la verdad es que se nota. “What’s She Crying For “ es una preciosidad en la que el tono folk de autor se une a una letra en la que alguien que se ha pasado media vida hablando de sus miserias puede demostrar empatía por una desconocida que está llorando y no se sabe el porqué.
9.- "The Saint Of Lost Causes" (The Saint Of Lost Causes) (2019)
Parece que Justin Townes Earle le coge el gusto a eso de empezar a tocar temas sociales en sus letras e incluso de meterse en otra piel que no sea la suya. Por eso, lo que eran tan solo ligeros apuntes en “Kids In The Streets” se convierten en "The Saint Of Lost Causes" en toda una realidad. Y cabe decir que estamos ante su mejor disco. El que nos lo muestra ya como un compositor rotundo que ha sido capaz de exorcizar demonios y matar al padre. Así que ese poso folk-rock de autor apuntado en su disco anterior se muestra aquí con la ferocidad de los grandes. Por eso todavía se hace mucho más dolorosa su pérdida. Porque perdura la sensación de que aún le quedaban muchas canciones por escribir sobre corazones solitarios, sí, pero también sobre las injusticias a las que están condenados los de siempre, los perdedores. Y eso pese a alejarse por un reflejo instintivo de la obra de su padre.
A Justin nunca le gustó mezclar tema explícitamente políticos en sus letras. De eso huía como la peste. Pero al fin y al cabo ¿no es hacer política hablar de las causas perdidas? El mismo Justin Townes Earle explicaba en las entrevistas de la época que el hecho de ser padre había hecho que cambiara su percepción del mundo. Su pequeña fue la detonante de que dejara de mirarse el ombligo a la hora de escribir para empezar a preocuparse por lo que sucedía en el mundo, y con ello su música ganó una dimensión inédita que sin duda la revalorizó.
10.- "Ahí esta mi Nina" (The Saint Of Lost Causes) (2019)
Podría haber elegido “Appalachian Nightmare” de este mismo álbum, como muestra del lugar en el que se encontraba Justin Townes Earle antes de morir. El mismo sitio que se muestra más cercano que nunca a la letanía mascullada y dolida de Tom Waits. Pero he preferido un tema más luminoso y por la temática incluso curioso. Un perfil todavía más inédito y que le acerca como nunca a ese otro grande que es Ry Cooder. Y es que el protagonista de esta canción es un latino que ha salido de la prisión y va a conocer por primera vez a su pequeña. Por el camino suelta versos tan poderosos como: 'Cause you're the only good I've ever done with my life, And I've never done right by you, Might feel as though I owe you an explanation, I think that you already know the truth' (Eres lo único bueno que he hecho con mi vida, Y nunca te hice nada bueno. Podría sentir que te debo una explicación, Creo que ya sabes la verdad). Versos que leídos ahora cobran una dimensión tan dolorosa como premonitoria.
Bonus Track en forma de epílogo - "Graceland" (Paul Simon cover)
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