Las primeras estrofas de Bruce Dickinson, con esos arreglos de corte medieval, y el posterior crescendo a golpe de sintetizadores -era la primera vez que los utilizaban- me abrieron los ojos a un nuevo mundo. Neon Knights de Black Sabbath, en paralelo, y el Black Album de Metallica, dos años después, harían el resto; pero la sensación de la primera vez con Iron Maiden quedó grabada en mi memoria de una forma especial.
Desde entonces, mis gustos musicales han ido creciendo y ampliándose, por supuesto, pero, de una forma u otra, Iron Maiden siempre vuelven; como acaban de hacer con The Book of Souls. O, mejor dicho, siempre han estado allí y nunca han fallado. Son como aquél reducto reconfortante al que regresar cuando las cosas van mal; aquél ejemplo de integridad que te recuerda que las cosas a menudo son como son más allá de los vaivenes y los caprichos del entorno -llámenle mercado, moda o dudosos líderes de opinión-.
Dejando a un lado la experiencia subjetiva y personal, la trayectoria de Iron Maiden impone respeto, no sólo por las cifras y los rankings, que también los hay. Por poner tan solo un ejemplo, The Number of the Beast (1982) ha sido considerado el mejor disco británico de los últimos 6o años, por delante de la obra de los Beatles y de Pink Floyd, como publica este artículo de Iron Maiden en la NME. Mientras que este otro de Vice, mucho más desenfadado -en su línea-, complementa a la perfección mis argumentos.
En cualquier caso, escucharles, más allá de la nostalgia adolescente del descubrimiento y de la épica adherida al ADN de gran parte de sus canciones, supone una estimulante, entretenida y gratificante experiencia musical. Las composiciones de Iron Maiden, desde el nervio de reminiscencias punk de sus orígenes junto a Paul di Anno hasta las derivaciones prog de sus últimos discos, supuran imaginación, frescura y calidad compositiva reconocida por cualquier compañero de profesión. De hecho, son responsables del mayor desarrollo del género, junto a Judas Priest, perpetrado bajo el paraguas de la crucial New Wave of British Heavy Metal.
"Iron Maiden son responsables del mayor desarrollo del género, junto a Judas Priest"
El libro El sonido de la bestia. La historia del heavy metal, de Ian Christe, describe así el momento: “Mientras AC/DC y Black Sabbath seguían siendo primitivos, oscuros y brillantes, Def Leppard, Iron Maiden y Judas Priest convirtieron las armonías de guitarra mellizas en una ciencia aeroespacial, creando un vocabulario nuevo y gigantesco para el género” [1].
Ello no sería posible si hubieran sucumbido a las presiones iniciales de la industria. “A una primera versión de Maiden le habían ofrecido un contrato discográfico en 1976 si aceptaba ‘volverse punk’, pero Harris y compañía se mantuvieron firmes, promoviendo sin cesar su propia carrera hasta que la industria se vio obligada a prestarles atención” [2]. Todo un ejemplo de integridad y perseverancia.
Incluso Chuck Klosterman, con un discurso a menudo de vuelta de todo, reconoce en el entretenido e interesante ensayo Fargo Rock City que, en su momento, “Iron Maiden parecían más creíbles que la mayoría de sus coetáneos” y que “el grupo fue capaz de extraerle un tremendo kilometraje a su iconografía única” [3].
Tales afirmaciones nos hacen recordar que, por si no fuera suficiente con las canciones, Iron Maiden son algo más que música. Iron Maiden son sus directos -espectaculares, únicos y teatrales en el mejor y más artesanal de los sentidos-; son su mascota, Eddie, vista con infinidad de formas y mutaciones en pósters, portadas y merchandising; y son, por supuesto, sus fieles y apasionados seguidores, de veteranos jubilados con chispa en la mirada a adolescentes con guitarra a la espalda o padres de mediana edad con sus hijos a hombros luciendo orgullosos una gorra o camiseta de la banda.
En relación a sus portadas, “Chuck D“, fundador del grupo de rap Public Enemy, de logo, portadas y camisetas igualmente icónicas, reconoce: “Toda esa idea de discos conceptuales de Public Enemy en realidad comenzó a partir de que el productor Hank Shocklee y yo quedamos asombrados por el hecho de que grupos como Iron Maiden pudieran desplegar una serie de conceptos en las cubiertas de sus álbumes” [4].
En cuanto a la gestación del popular Eddie, su creador, Derek Riggs, recuerda: “Lo diseñé cerca de un año y medio antes de que conocer a Iron Maiden, durante el movimiento del punk inglés de finales de los setenta y principios de los ochenta. Estaba experimentando con la idea de añadir simbolismo a la imágenes. Pensaba en la filosofía de la época y en la idea de que la sociedad estaba arruinando a la juventud. Cogí esa idea de la juventud arruinada y la encarné en Eddie”. Diseñado, en un principio, para la portada de un álbum punk, el primer Eddie tenía el pelo corto, naranja y hacia arriba. “La banda me pidió que le pusiera más pelo para que concordara un poco más con la escena del heavy metal” [5], añade Riggs.
Para conocer más opiniones cualificadas sobre la banda, les recomiendo leer este artículo sobre Iron Maiden del blog musical Tremors, publicado con motivo de la última visita de la Dama de Hierro a Barcelona, en mayo de 2014; una recopilación de opiniones e impresiones sobre el grupo y lo que representa para muchos de sus seguidores, encabezada por el comentario de un servidor.
A todo esto, en los últimos años, figuras populares de todo pelaje y aparentemente a años luz de los británicos han aparecido públicamente luciendo camisetas de Iron Maiden. Entre ellas destaca el caso de Lady Gaga: declarada admiradora del heavy metal y elogiada por el padrino del shock rock Alice Cooper, su caso parece algo distinto a los de Miley Cyrus o Justin Bieber. De hecho, en su disco Born This Way (2011) se entrevén influencias del hard rock y el AOR de los ochenta, y la diva del pop ha aparecido en numerosas fotos junto a sus ídolos del género.
"Si el metal no te provoca esa arrolladora sensación de poder y no hace que se te ericen los cabellos de la nuca, tal vez, nunca lo comprendas".
En el otro extremo del espectro social, por alusiones, no podemos olvidarnos de todos aquellos que aún a día de hoy siguen profiriendo auténticas aberraciones sobre esta y otras bandas afines -fruto de una evidente y prejuiciosa incultura musical-; afirmaciones a menudo sustentadas por el status quo -miope, acomplejado y pretendidamente canónico- de cierta prensa musical.
A ellos parece especialmente dedicada la frase con la que el sociólogo Sam Dunn cierra su premiado documental Metal: A Headbanger’s Journey: “Desde que tenía doce años, tuve que defender mi amor por el heavy metal contra quienes lo calificaban de forma de música ‘barata’. Mi respuesta ahora es que o lo sientes o no. Si el metal no te provoca esa arrolladora sensación de poder y no hace que se te ericen los cabellos de la nuca, tal vez, nunca lo comprendas. ¿Y sabes qué? Eso está bien. Porque, a juzgar por los 40.000 metaleros que me rodean, estamos bastante bien sin ti” [6].
Tan solo podemos añadir tres palabras: Up the Irons!!!
Texto: David Sabaté (Cedido de su blog http://goliathisdead.com)
Iron Maiden acaba de publicar The Book Of Souls a través de Warner Music
Más información en www.ironmaiden.com
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