Año 2000. Se avecinaba el cambio de siglo y con él también parecían abrirse nuevas posibilidades para una serie de grupos más o menos incipientes, que buscaban posicionarse ventajosamente en esa escena independiente norteamericana de la nueva década. Una circunstancia que, simbólica o no, propició que varios grupos presentasen candidatura al hipotético puesto de ‘banda realmente relevante con capacidad para aspirar a todo’, en una época recién estrenada que parecía presentar un soleado horizonte al fondo. Grandaddy habían debutado tres años antes con ‘Under The Western Freeway’ (V2, 97), un buen disco acogido positivamente por la crítica y que ya dejaba trazos de sus especificidades. Un trabajo en el que, de algún modo, se insinuaban las preferencias del combo liderado por Jason Lytle, tanto a la hora de tratar las diferentes capas que darían lugar a sus canciones como, en definitiva, al perfilar ese tipo de sonido con el que envolver toda su obra.
El estreno de los californianos quedó concretado en un conjunto más que interesante pero no desbordante, en lo que sería una especie de borrador de lujo para el hito que llegaría más tarde y con el que, ahora sí, Grandaddy aspiraban a un tratamiento preferente por parte de medios y público. ‘The Sophtware Slump’ (V2, 00) presume, a lo largo de sus cuarenta y seis minutos, de un sonido tan ambicioso como orgánico, en pleno y maravilloso contraste que se impone como uno de los logros del álbum. El grupo mostraba una versión más sofisticada, elegante y elaborada de sí mismo, al tiempo de capturar esa naturalidad y sosiego con los que Jason Lytle habría escrito y grabado inicialmente las canciones, tras aislarse en una cabaña en medio de ninguna parte. El quinteto se revelaba así como un grupo ensoñador, con sensibilidad y capaz de abarcar, manejar y canalizar toda la grandilocuencia que supone materializar algo cercano a un disco conceptual, en este caso en torno a la tecnología del momento y sus efectos en la sociedad.
‘The Sophtware Slump’ (V2, 00) se publicó el 29 de mayo del 2000, y se abría con “He's Simple, He's Dumb, He's The Pilot”, pieza que aguanta su tempo y mece al oyente a lo largo de sus nueve minutos de duración. Toda una declaración de intenciones por parte de los autores, convencidos como estaban de manejar una entrega realmente trascendente. La senda continuaba por la preciosa “Hewlett's Daughter” y ese introspectivo y emocionante medio tiempo sobre el amigo perdido que es “Jed The Humanoid”, que por un momento los emparentaba directamente con los escoceses Travis. El hit del disco tenía nombre propio y no era otro que el de la pegadiza e hipnótica “The Crystal Lake”, un glorioso corte de indie-pop con querencia space-rock y un punto country que terminó convertido en himno.
Por su parte, tanto “Chartsengrafs” como “Broken Household Appliance National Forest” cambiaban de tercio acelerando el ritmo, para acercarse a los Sonic Youth más melódicos y a Dinosaur Jr. respectivamente. Entre tanta jugosidad, también había espacio para piezas especialmente delicadas y sentidas, como “Underneath The Weeping Willow” o “Jed's Other Poem (Beautiful Ground)”, además del ligero brote psicodélico de “Miner At The Dial-a-View”. La épica final de “So You'll Aim Toward the Sky”, con sus arreglos de cuerda y la tortuosa pero embaucadora voz de Lytle, funcionaba –al tiempo de remitir a Radiohead– como ese majestuoso cierre que cualquier disco necesita para certificar su triunfo.
Se ratificaba así la evidencia de que, además de un torrente melódico, ‘The Sophtware Slump’ (V2, 00) era un trabajo realmente espléndido, que destacaba con fuerza por encima de la media y señalaba a sus artífices como una banda especial. El producto situaba a los de Modesto en algún imaginativo y resplandeciente punto intermedio entre The Flaming Lips y Mercury Rev y, efectivamente, supuso un hito en la carrera del combo, tras calibrar éste nostalgia, inquietud y belleza en las dosis adecuadas. El grupo mantuvo después una carrera de obligado seguimiento en la que nunca se permitieron perder el toque, gracias a discos como ‘Sumday’ (V2, 03) y ‘Just Like The Fambly Cat’ (V2, 06), además del EP de siete temas ‘Excerpts From The Diary Of Todd Zilla’ (V2, 05), referencias todas ellas que les permitieron mantener su respetado estatus. Pero lo cierto es que Lytle y compañía nunca superarían la que, de manera muy evidente, fue su obra maestra.
Más tarde llegaría el debut en solitario de Jason Lytle que dejó referencias igualmente notables como ‘Yours Truly, The Commuter’ (Anti-, 09) y ‘Dept. Of Disappearance’ (Anti-, 12), antes de que, en 2017, Grandaddy regresasen con un disco fantástico como fue ‘Last Place’ (Columbia, 17), al que se le prestó bastante menos atención de la que sin duda merecía, tras realzar con intensidad todas las cualidades creativas del grupo. Podría decirse que Grandaddy son una formación única y necesaria en cualquiera de las paradas con las que ha contado su trayectoria a lo largo de dos décadas y media. Pero sería absurdo negar que siempre serán recordados por ‘The Sophtware Slump’ (V2, 00), un elepé incorruptible y mayúsculo, que no sólo ha evitado erosionarse con el paso del tiempo sino que (de algún extraño modo) parece haber aumentado progresivamente en su capacidad evocadora y sugestiva. Un álbum mágico para soñar toda una vida.
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