“Malaventura” es un excelente libro. Lo que podemos discutir es si se trata de una novela o de un compendio de cuentos o historias cortas. Navarro desarrolla su idea al respecto. “Supongo que lo que es o no es una novela es algo que da casi para una entrevista. O para varios libros. Para mí, y sé que es una lectura muy personal, ‘Nueve Cuentos’ de Salinger, a pesar del título, es una novela. Como lo son ‘El Aleph’, ‘Narraciones extraordinarias’ o ‘Los Mitos de Cthulu’, además de, por supuesto, ‘Winesburg, Ohio’. Como en este último caso, en la escritura de ‘Malaventura’ más que contar una historia yo pretendía reflejar un estado de ánimo y, sobre todo, un lugar. Un espacio explicado a través de los muchos personajes que lo habitan. Es como con algunos discos. Yo no siento los distintos capítulos que conforman el libro sean una colección de singles, como son los primeros dos discos de The Smiths por ejemplo, sino algo más cercano a ‘The Queen Is Dead’, en el que las partes separadas forman un todo completo”. En todo caso, el género parece claro desde su propia nota de prensa. Estamos ante un acid western, que “es, usando el símil flamenco, el western de ida y vuelta. El que recibe y absorbe toda la psicodelia, la deformación, la ambigüedad moral del western europeo y crea algo nuevo. A veces más intenso, más matizado o más exagerado. Esto crea un territorio estético único, muy expresivo, a veces brutal, a veces lleno de humor. Al respecto recomiendo leer cualquiera de los libros de Rudy Wurlitzer, un autor al que admiro –como guionista y como novelista– y con el que tuve la suerte de establecer una breve correspondencia por mail durante la escritura del guion de ‘Toro’”. Y es que, como él mismo apunta, Andalucía es un elemento clave en un texto que no solo recurre a los paisajes como un elemento básico, sino también a la definición de unos personajes con magnetismo propio. “En realidad yo considero que el spaghetti western –o el western europeo– es un género más bien andaluz. Cuando yo era pequeño y veía esas películas rodadas al lado de mi ciudad, en Granada, siempre pensaba que eran historias que transcurrían en Andalucía y no en Arizona o en la frontera con México. Luego descubrí el Cortijo del Fraile, lugar donde ocurrió el crimen real que inspiró ‘Bodas de sangre’ de Lorca y en el que se rodó una de las mejores secuencias de ‘El bueno, el feo y el malo’. Y todo hizo, clac. Encajó. Es una broma, claro, pero podríamos decir el flamenco y el spaghetti western son quizá las dos formas más sofisticadas de la cultura autóctona andaluza”. Y es que no se puede entender esta novela de debut sin esa situación espacial que “no es un lugar real aunque lleve el nombre de varios lugares reales, sino un territorio literario, imaginado, mitificado, exagerado, llevado al extremo y con algo de un lugar de cuento de terror, casi como el Providence de Lovecraft en versión andaluza”.x
“El spaghetti western es un género más bien andaluz”
Miembro del Writers Guild of America, y profesor de escritura cretaiva en la Universidad de Syracuse de Nueva York, Navarro apuesta fuertemente por los personajes con poso, incluso aunque uno de ellos sea un burro. “Me gustaba la imagen de ese animal vulnerable, abandonado, que he visto muchas veces por ahí, en viajes. Un burrico amarrao a la puerta de un bar o de una casa o en una era y que me llevaban siempre a preguntarme: ‘¿Qué pensará este pobre?, ¿de qué habrá sido testigo?, ¿cuánto llevará a aquí atado y cuánto tiempo le quedará?. Me parece una imagen a la vez triste y divertida”. Definido como algo a medio camino entre Lorca y Cormac McCarthy, servidor encuentra también mucho de Montero Glez en su propuesta, además de alguna pincelada de novela gótica sureña norteamericana. Cuestionado sobre ello nos asegura que “por supuesto. Muchos de esos novelistas, no sé, Carson McCullers, Flannery O’Connor, Harry Crews o incluso la primera Anne Rice se encuentran entre mis autores favoritos. Además, yo me considero ante todo un escritor de terror. He escrito varias películas de este género y mis próximos proyectos como guionista de cine son de terror. Además, para mí el sur, de algún modo, los sures, comparten esa especie de normalización de lo absurdo. Asumir con total naturalidad la magia, la superstición o lo sobrenatural. El misterio. Esa especie de sincretismo guasón que afecta un poco a todo: la música, la manera de hablar o la comida”. Queda hablar solo de música, pues. Así que le pedimos a Navarro que pusiera banda sonora a su novela. “Flamenco. No solo el más añejo (Diego del Gastor, que use mucho para escribir, Bernardo el de los Lobitos, El Cabrero, Morente, Diego Clavel) sino de cantaores y tocaores más modernos (Rocío Márquez, Israel Fernández, El Boleco) o los últimos discos de Rafael Riqueni. Morricone o Bruno Nicolai, claro. Guadalupe Plata, Elizabeth Cotten, William Tyler, algo de psychobilly o ‘All Will Prosper’ de Goldmund, que reinterpreta canciones de la guerra civil americana. Canciones o discos de amigos que siento que se acercan en la música a lo que yo busco hacer en el libro: no sé, Lucas XV, Lorena Álvarez, Los Hermanos Cubero, ‘Un guardia civil’ de Josele Santiago, Grupo de Expertos Solynieve claro, o los Lagartija Nick más flamencos. La música de Carmelo Bernaola para ‘Condenados a vivir’, Y para terminar, por supuesto, ‘The Night They Drove All Dixie Down’ de The Band, que son un poco los títulos de crédito de este western no filmado”.
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