Aunque muchos le conocerán por firmar entrevistas y críticas en nuestro medio, Yeray S. Iborra es una persona polifacética y exquisitamente inquieta, que tan pronto atiende a sus alumnos de secundaria como intenta entender el mundo en el que vivimos. No hay más que fijarse en los dos libros que ha publicado hasta el momento para tenerlo claro: “Vida mantera: Retrato circular de la venta ambulante” (Octaedro, 20) y este “Fenómeno Taylor Swift”, ve la luz apenas un par de meses antes de los masivos conciertos de la cantante estadounidense en Madrid. Este último es el motivo de que, hoy, el entrevistado sea él. “El libro es una autoficción que nace de mi propia inquietud por no entender el fenómeno. Yo pertenezco al club de los descreídos. Cuando en junio se anunció la preventa de sus conciertos y vi que a tanta gente a mi alrededor que se movilizaba para conseguir una entrada, pensé: ‘Whoah, me estoy perdiendo algo’. Me cogió desprevenido. Teniendo en cuenta que, en Mondo Sonoro, ya había seguido fenómenos similares como el de Billie Eilish, esto me sorprendió profundamente”.
“Realmente vivimos en un momento en el que no hay una monocultura ni una única manera de ver las cosas"
Pese a iniciar el camino, según sus propias palabras, como “descreído”, “Fenómeno Taylor Swift” es un ensayo que evita cualquier gesto de elitismo o de esa superioridad entre lo intelectual y lo moral de la que hacen gala muchos críticos a la hora de analizar fenómenos de gran popularidad. Iborra toma el más directo, el de la sincera curiosidad por entender el secreto del éxito de Taylor Swift. “El motivo del libro es mi intento personal de comprender por qué tiene tanta relevancia y el trasfondo del libro es una idea bastante histórica: a medida que crecemos ocurre que, a menudo, no entendemos a las generaciones venideras”. ¿Un millenial intentando dar con las claves del fenómeno en que se ha convertido la artista estadounidense, otra millennial? “Creo que lo más interesante es que Taylor Swift abarca a muchas generaciones. Sería simplista pensar que solamente la siguen personas de doce años con ‘friendship bracelets’. Ese es el fondo del libro, entender que nos ha pasado a todos, que los mayores se han burlado de la música de los jóvenes, pero en el caso de Taylor hay mucha unanimidad”. Una unanimidad que, muy posiblemente y en buena parte de los casos, empezó a fraguarse anteayer, cuando Swift inició su etapa “indie folk” con discos como “Folklore” (20) o “Evermore” (20), o cuando muchos grandes referentes la elogiaban una vez sí y otra también. Es decir, que obtener esa unanimidad le ha costado más a la estadounidense que, pongamos a nuestra Rosalía. “En el caso de Rosalía, que es un buen ejemplo, hay un punto de sofisticación en la propuesta o un punto como de arte o discurso artístico al que Taylor Swift no ha prestado tanta atención (lo cual no quiere decir que no lo tenga). Mucha gente se ha quedado en la segunda etapa, cuando Taylor pasa del country al pop, donde básicamente es una narradora de sus propias historias, donde ella abre su diario y cuenta lo que le pasa, como en ‘Lover’, y no han visto que a partir de ahí hay muchas otras Taylor Swift. Como la Taylor Swift de la pandemia, que de alguna manera unió a un público más indie con Bon Iver, The National y Big Red Machine, y como la Taylor Swift que conocemos ahora que se va a parecer mucho al nuevo disco, la de ‘1989’ y ‘Reputation’. Taylor Swift es parte del sistema y no lo niega, y tampoco intenta ir de erudita ni intelectualizar en exceso lo que hace. Eso es algo que molesta, que le molestaba a tus padres cuando escuchabas metal o molestaba a los míos cuando escuchaba hip hop de los noventa. Cuando una propuesta no tiene ese aire intelectualizado, la gente enseguida va al acecho, cuando se busca lo popular, la gente va de guay”.
Coincidiendo con el argumento, lo que resulta mucho menos entendible es que, en ciertos casos, se haya tomado el camino inverso: intelectualizar en demasía algo que nació como country y pop sin más intención que expresar los sentimientos de una joven americana. ¿Tienen sentido esos cursos universitarios que se centran en su obra?¿Lo tiene analizar desde una perspectiva literaria unas letras sin coartada intelectual ninguna? “Realmente vivimos en un momento en el que no hay una monocultura ni una única manera de ver las cosas y convive constantemente la crítica más feroz con la deconstrucción o la integración de las ideas y de los artistas de una manera bestial. Hay gente que criticó a Rosalía por apropiación cultural pero a la vez gente que la vanagloriaba porque, por fin, alguien daba voz popular al flamenco y a lo que implica. Con Taylor, al ser una artista tan grande, te puedes encontrar con universidades que están estudiando sus letras como un poco el adalid de la composición pop y otra gente precisamente ridiculizando esa forma de escribir, sencilla, sin demasiada pretensión en la historia o en lo ficcional, simplemente con palabras muy justas. Y ambas visiones conviven”.
Ahora solamente cabe preguntar si, una vez escrito el libro, Yeray ha entendido el fenómeno Taylor Swift. “He entendido que hay que respetar lo que hace que la gente vibre. Y si te sumas, te sumas. Si no es así, al menos lo entiendes. No iré a sus conciertos, pero es sano ver que hay tanta gente vibrando con ella como yo he vibrado con otras cosas. Si te gusta te la quedas y si no, tampoco pasa nada. Este libro es un poco anti-hooligans. No me apetece encontrarme con ninguna entrevista en la que se me confrente con la idea de: ¿Taylor Swift sí o no? A mí ‘This Is Me Trying’ me emociona, y eso me basta”.
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