Se cuenta que, a principio de los noventa, quienes navegaban por las inmediaciones del estrecho de Juan de Fuca durante más de veinte días solían desgañitarse bailando y berreando al son del “Simply Irresistible” del gran Robert Palmer, al que acompañaba una magnífica cohorte de lascivas bailarinas, aparentemente clonadas. Un modo como otro cualquiera de combatir la mamparitis.
Y es que los tipos como Robert Palmer, siempre bien maqueados con su chaqueta y su corbata, no solo consiguen entrar en todos los locales de moda, sino que además se llevan de calle a las mejores chicas. En España, tenemos el ejemplo de Julio Iglesias, el hombre de las tres mil mujeres y de Antonio Romero Monge y Rafael Ruiz Perdigones, Los del Río, quienes, igualmente de chaqueta y corbata, se comieron el mundo al son de “Macarena”.
Pero si tenemos que elegir al tío elegante del pop por excelencia, no podemos referirnos a otro que a Bryan Ferry quien, a punto de cumplir sus 76 primeros años de vida, todavía nos sorprende de vez en cuando en las revistas.
Analicemos su trayectoria porque merece la pena. Nacido el 26 de septiembre de 1945 en Washington (Inglaterra) y procedente de una familia humilde de agricultores, estudió arte y trabajó como profesor de cerámica en una escuela femenina que abandonó para probar fortuna con diversos grupos. En 1970 forma Roxy Music junto a Brian Eno, Paul Thompson, Graham Simpson, Phil Manzanera y Andy Mackay, que se convertirá en uno de los grupos más sorprendentes de la década por su originalidad, su eclecticismo y naturalmente, por la sutil elegancia de Bryan Ferry.
Tres años después, tras la publicación del segundo álbum de la banda, “For your pleasure”, Brian Eno abandona el grupo; pues no era posible la coexistencia de dos gallos en el mismo corral. A partir de entonces, Eno se dedica a las computadoras y a los sintetizadores, labrándose una interesante carrera en solitario en la que destacan las colaboraciones con Bowie y David Byrne, entre otros. Bryan Ferry se quedó como líder del grupo y además se ligó a la bellísima modelo tejana Jerry Hall, que posteriormente caería bajos lo encantos del depredador Mick Jagger, quedándole a Tito Ferry esa pose melancólica que ya no le abandonaría jamás.
Aunque puede considerarse al grupo como un compañero de viaje del glam rock de los 70, lo cierto es que Tito Ferry jamás cayó en las exageradas estridencias de David Bowie o de Marc Bolan, permitiéndose a lo sumo un parche de pirata en el ojo con ocasión del lanzamiento de “Love is the drug”.
En 1979, el grupo da un giro a hacia la música dance con un Bryan Ferry cada vez más elegante y presentando una imagen más sofisticada en temas como “Angel Eyes” y especialmente “Dance Away", que le permitía sumarse a la “New Wave” que arrasaría en los ya incipientes ochenta y de la que Roxy Music fue uno de sus grandes referentes.
Ya en 1980, con la publicación de “Flesh and blood”, Roxy Music presentaba sus credenciales como uno de los grandes grupos que iban a liderar la música de la nueva década. Temas como ”Over you”, en el que Bryan Ferry entonaba su cálida languidez o ”Same old dance” donde se destapaba como el gran teclista que siempre ha sido, colocaban al grupo en la cresta de la nueva ola.
Sin embargo, lo mejor todavía estaba por llegar. En 1981, Roxy Music decide versionar, a modo de homenaje hacia John Lennon, que acababa de ser asesinado, el “Jealous Guy” que el ex beatle había incluido diez años antes en su álbum “Imagine”. Siempre he sostenido que las versiones deben superar al original, de lo contrario es mejor quedarse en casa. Y tratándose de “Jealouis Guy”, está claro que Tito Ferry lo consiguió. ¡Qué maravilla! ¡Qué cosa hermosa! ¡Cuánta sensibilidad y cuánta elegancia! ¡Menudo saxo! Lástima que al final de la canción, Tito Ferry se nos ponga a silbar. Eso ya lo había hecho Lennon y no había necesidad.
Y llegamos a 1982, año en el que se edita “Avalon”, que contiene joyas como el tema del mismo nombre y especialmente, “More than this”. Además, Tito Ferry tiene la generosidad de callarse a mitad de la canción para que se luzcan el Manzanera y los chicos de los sintetizadores. ¿Quién supera eso? No lo logró Bill Murray en su patético intento en el karaoke japonés de “Lost in translation” ante Scarlett Johansson, aunque si se me permite la paronimia, yo también habría hecho el carajote en el karaoke por conseguir los encantos de Scarlett. Claro que sí, Bill. Valor y al toro.
Tras un trabajo tan cimero y culminante, a Bryan Ferry no le quedaba otra que disolver la banda y empezar nuevamente su carrera en solitario (ya lo había intentado en 1973 y 1977). Se encontraba en la cumbre y sentía que tenía volar solo. Se sabía el tío más elegante del pop, pues los nuevos románticos como Duran Duran o Spandau Ballet se habían pasado de frenada con sus disfraces. Ya no digamos Boy George y los chicos de Culture club. Ni siquiera, Martin Fry consiguió aguantarle el pulso, pese a que el líder de los ABC no dejaba de imitar el flequillo y las maneras de Tito Ferry.
Además, se casó con la modelo Lucy Helmore, con la que tuvo cuatro hijos: Otis, Isaac, Tara y Merlín.
Con el álbum “Boys and Girls”, editado en 1985, Bryan Ferry volvía a copar todas las listas de éxitos con el tórrido “Slave to love” (recordemos la presencia de este temazo en películas como “Nueve semanas y media”, larguísimo video clip en el que Mickey Rourke y Kim Bassinger perpetraban todas las “guarreridas españolas” o en “Lunas de Hiel” con un inquietante y desaforado baile lésbico entre Kristin Scott-Thomas y Emmanuelle Seigner a la sazón, señora de Roman Polanski.
En el otro hit del álbum, “Don´t stop the dance”, Tito Ferry se montaba su propia orquesta femenina y le daba la réplica aquel mismo año al “Addicted to love” del gran Robert Palmer, quien se había aliado con dos de los integrantes de Duran Duran para formar la súper banda Power Station.
Bryan Ferry editaría algunos discos más en solitario como: “Bête Noire” Taxi”, “Mamouna” en el que vuelve a colaborar con Brian Eno, después de veintiún años y “As time goes by” en el que se revela como el auténtico crooner que siempre ha sido. Durante estos años de gloria, Phil Manzanera se había dedicado a producir discos como “Senderos de traición” de los Héroes del Silencio.
Por todo ello, no debe extrañarnos que en el año 2001 y al olor de la mucha pasta en juego, Tito Ferry decidiera convocar a Mackay, Thompson y a Phil Manzanera, quienes ya habían colaborado en sus discos en solitario, retomando el proyecto de Roxy Music con el inicio de una gira y la edición por Virgin del recopilatorio. “The best of Roxy Music”.
En 2003 se divorcia de Lucy y en 2012 vuelve a casarse con Amanda Sheppard, una preciosa ejecutiva 37 años más joven, que le levantó a su hijo Isaac. El nuevo matrimonio apenas duró dos años y Tito Ferry continuó frecuentando a numerosas bellezas veinteañeras. Chaqueta y corbata, siempre lo he dicho.
Rizando el rizo, en 2007 edita “Dylanesque” un álbum homenaje repleto de versiones de Bob Dylan, consiguiendo que volviéramos a bailar los hits del premio Nobel de Minnesota tal y como habían logrado los Byrds cuarenta y dos años antes con “Mr. Tambourine man”.
Desde que nos abandonó Tony Bennet, se ha convertido en el crooner por excelencia de la escena mundial, ofreciendo todo tipo de conciertos y sorprendiéndonos de vez en cuando con alguna nueva conquista.
Felices 76, Tito Ferry.
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