Ya estrenada por fin en salas a finales de abril, con una gran acogida desde entonces, esta luminosa e imprescindible ópera prima de Urresola encontró su detonante en el impacto que le causó a la directora y guionista una trágica noticia: el suicidio de un joven chico trans que había solicitado un tratamiento hormonal que nunca llegó, en su lucha porque se reconociera su verdadera identidad de género. “Fue muy triste. Sin embargo, escribió una carta de despedida esperanzadora y luminosa, intentando que con su drástica decisión se produjera un cambio en la sociedad”.
Te he leído que, a raíz del terrible acontecimiento, te acercaste a una asociación de familias de menores transexuales y que, a pesar del conflicto y el estigma, para muchas de esas familias había resultado una vivencia muy positiva, que incluso les había hecho crecer y evolucionar. Ese poderoso y transformador enfoque, lo reflejas en la película de una manera magistral, poco a poco, mostrando que, en realidad, Cocó no tiene ningún problema en vivir su identidad tal y como la siente, que el problema lo tienen y causan las miradas y acciones de los demás. Los roles culturales establecidos, la mala educación sentimental recibida y transmitida… Además, esa potente catarsis que provocará Cocó con su natural y valiente tránsito, se verá reflejado en los propios cimientos de su círculo cercano, removiéndolos y activando una reacción-acción en el rumbo de sus vidas. Háblame de ese rayo de luz e idea, yo diría casi central, de cómo Cocó desata, con su propia “búsqueda” natural, una evolución positiva en el resto de vidas que la rodean.
Efectivamente, esta fue una las observaciones que se repetía en varias de las familias que entrevisté y fueron claves para mí, para encontrar el enfoque o el tratamiento que le quería dar a la película. Porque podría haberla realizado de muchas formas, la más obvia o aparentemente orgánica hubiera podido ser: hacer una película desde un solo punto de vista, siguiendo al personaje de Cocó, pero justamente esta idea de cómo el tránsito en realidad lo realizan las familias al completo, porque estos niños y estas niñas son quienes son y lo que realmente se transforma son las miradas de quienes les observan. Esto fue una idea que resultó clave para mí, para comenzar a conformar un poco los pilares del guion, en el sentido de que quería construir alrededor de Cocó una familia en la que cada componente tuviera también un pequeño espacio en la narrativa, y donde pudiera reflejar esa pequeña evolución o no, o transformación o no, de los personajes que le rodean. Y esto me parece importante, porque al final, yo creo que muchas veces cuando hablamos de las personas o los personajes trans y los enfocamos como una realidad problemática, en realidad el problema no lo tienen estas personas, sino que es para la sociedad, para quienes la vivencia de las identidades trans es un problema. ¿Y por qué es un problema? Porque pone en cuestión los fundamentos básicos sobre los que se ordenan nuestra sociedad, en una relaciones de poder entre clases, razas y sexos que es innegable. Entonces, bueno, enfocarlo desde el ámbito de la familia, yo creo que me ayudaba también a colocarme yo como autora, en el sentido de que creo que es una realidad que nos interpela al resto de la sociedad. No es un problema con el que ellos, ellas y elles tienen que lidiar, sino que es una realidad de la que todas, todos y todes formamos parte, y que nos obliga a recuestionarnos muchas cuestiones que damos por naturalizadas, que damos por normalizadas… como por ejemplo todo lo referente al género y a las identidades de género… Y que, por tanto, eso ofrece una oportunidad para repensar, para reflexionar sobre los límites y marcos en los que nos movemos. Unos marcos cuyos límites no observamos, no son identificables, pero, sin embargo, configuran completamente nuestro espacio de acción y nuestro lugar en la sociedad, nuestros derechos y nuestras oportunidades. Entonces, para muchas de estas familias, por ejemplo, afrontar este tránsito de forma colectiva, decían que había implicado activar un proceso de comunicación dentro de la familia que igual hasta ese momento, no estaba sucediendo, y ya no solo en el hecho de necesitar hablar muy mucho más con estos niños y niñas, sino también de activar ese proceso de comunicación dentro de la pareja, también de reflexionar sobre ese proceso de comunicación interna de cada uno, de padres y madres, de poner luz también en cómo este marco de género ha condicionado sus propias vidas y, a partir de automatismos inconscientes que vamos reproduciendo y que, al pararnos, al detenernos a comprender la complejidad y las implicaciones cuando están enfrentando el acompañamiento a estos menores, pues hace que se ponga luz sobre aquello que reproducíamos de forma inconsciente… Y nos ayuda y nos permite, pues eso, tomar más conciencia y también, a cada padre y madre les había llevado a reflexiones y compresiones profundas e íntimas y personales a las que no hubieran llegado si no se hubiera activado este proceso de acompañamiento dentro de la familia. Y eso me parecía un valor muy importante, porque al final, las narrativas sobre las personas y los personajes trans siempre radican y ahondan mucho en el problema, en lo problemático, y no suelen poner en valor eso que pueden aportar al conjunto de la sociedad.
“Todo lo que es diferente y hace que se tambaleen nuestros cimientos, lo que nos está ofreciendo es una oportunidad de aprendizaje”
Siguiendo y ahondando en lo anterior, también clave en el film y en la vida misma: nuestra mirada es una mirada construida por otras miradas, ¿por qué los mayores lo complicamos todo?
Los mayores lo complicamos todo… Bueno, al final es un tránsito por el que todos pasamos en este proceso de socializarnos y donde vamos adentrándonos en un montón de pactos sociales que van condicionando cada vez más y complejizando la vivencia íntima y libre de nuestro ser con las exigencias de ese pacto social o de lo que se supone llevar una vida normal, llevar una vida de éxito, de adaptarse o cumplir con las expectativas de género… En todos esos cumplimientos, nos vamos olvidando, seguramente, de que al final son cumplimientos que hacemos muchas veces por obtener la aceptación, la aceptación del otro y de la otra, de esa mirada externa, y nos vamos olvidando de nuestra propia mirada interna, y de lo que es importante para nosotras, y de lo que deberían ser aspectos primordiales a salvar y a salvaguardar en nuestra vida, y los vamos poniendo poco a poco en segundo lugar. Y en ese ir olvidándonos, al final, también pienso que cuando viene alguien y se coloca delante nuestro, viviendo la vida que quiere llevar y desafiando todos esos límites, pues eso nos interpela y nos cuestiona, nos hace sentir incómodas… Nosotros hemos renunciado a eso que ellas o ellos están viviendo con coherencia y, ahí, es donde yo creo que se produce esa fricción y tratamos de reafirmarnos en nuestro camino, el que hemos llevado y el que ha dado sentido a nuestras vidas… reafirmarnos a toda costa en ello. Todo lo que es diferente y hace que se tambaleen nuestros cimientos, lo que nos está ofreciendo es una oportunidad de aprendizaje, si lo encaramos con apertura y con deseo de comprensión y tolerancia.
Me ha venido a la cabeza el famoso fragmento del poema de Philip Larkin, que dice algo así: “Te joden mucho, papá y mamá. / No es a propósito, pero lo hacen. / Te colman de sus defectos y equivocaciones, / y añaden otras extras, para ti solito. / Pero a ellos los jodieron a su vez…”. Además de una putada, ¿qué te parece?
Pues sí, tiene que ver mucho con lo anterior. No conocía ese poema, pero sí, muchas veces, lo que hacemos es proyectar en el otro esos déficits o esas insatisfacciones, o esas renuncias que nosotras y nosotros hemos hecho, y nuestra frustración y nuestra tristeza lo que hacemos es proyectarla en el otro. Eso, muchas veces es uno de los mecanismos que opera también dentro de la familia y hace que se vayan heredando ese legado de frustraciones, de deseos reprimidos en los que vienen a posteriori. Y lo hacemos también en nuestro contexto social, con nuestros iguales, con compañeros y compañeras de trabajo, con amigos y amigas… Creo que es un poema que, aunque está expresado de una forma muy coloquial, tiene mucha profundidad que sería interesante atender.
La directora y guionista Charlotte Wells, cuenta que tuvo muy presente ese poema durante el rodaje de su también emocionante debut, “Aftersun”, ¿la viste?
La verdad es que tiene mucho sentido el poema y sí, se podría aplicar también en parte a la película… La de Charlotte Wells, “Aftersun”, no la he visto aún, pero, siguiendo los versos, también creo que, efectivamente, “jodemos porque hemos sido jodidas”, pero quedarnos ahí nos condena a repetir constantemente la cadena… Y de alguna manera, si ya somos adultos y adultas responsables, hasta cierto punto, podríamos hacernos responsables de cómo “nos hemos dejado” joder y como en muchas ocasiones también hay parte de responsabilidad en nuestras situaciones y en nuestras realidades insatisfactorias, y no solo poner esa responsabilidad en quienes nos precedieron, sino que, en un trabajo personal, intentar también observar hasta donde podemos ser cada uno y cada una responsables, para así desactivar, hasta cierto punto, ese legado, cambiando nuestra realidad y sobre todo intentando no reproducirlo con quienes vengan después.
No recuerdo donde, pero una vez escuche a Michael Haneke decir algo así como que, con lo que más disfrutaba en la escritura de guiones, era, una vez que tenía la historia, “borrando o camuflando las cosas que eran demasiado claras…” ¿Qué es lo que más te gusta a ti del proceso?
Pues a mí, probablemente, lo que más me gusta del proceso es el trabajo con actores y con actrices. En este caso, además, ha tenido la particularidad de encontrar un método adecuado para trabajar con cada uno de ellos, porque eran muchos, muy variados los personajes y, sobre todo, me ha obligado a pensar en la forma de trabajo con los menores, niños y niñas; y, por otra parte, con los adultos y adultas. Han sido dos metodologías de trabajo muy distintas, pero muy enriquecedoras. Con las actrices profesionales se ha basado en un trabajo más tradicional o más convencional, de hablar de los personajes sobre el momento presente, pero también sobre el pasado, qué traen, de todas las cuestiones no dichas, de todas las dificultades, de esas relaciones con las que ya vienen y arrancan la película, el momento presente… De leer detenidamente el guion y ver también detrás de cada línea de texto que hay, cuál es el subtexto, desde dónde se dicen esas frases. El trabajo con todas ellas, dado su compromiso e involucración con la película, ha sido tremendamente interesante, hemos llegado a lugares, complejidades y profundidades de los personajes y de las relaciones que sostienen muy fascinantes… Y luego, por otra parte, el trabajo con los niños y niñas ha sido muy distinto, porque he querido intentar preservar, hasta el máximo posible, esa frescura, esa espontaneidad que ellos pueden otorgar y que consideraba tan valiosa para este proyecto. Eso me ha requerido realizar un trabajo mucho más intenso de análisis de las secuencias, pero no de análisis intelectivo, sino de mucha más comunicación con ellos y ellas, para hacerles perfectamente conscientes de todo cuanto sucede en cada secuencia de la película, dándoles todas las informaciones sobre las relaciones de los personajes, sobre sus conflictos, sobre sus dificultades en cada secuencia, sobre sus objetivos o sobre sus posibles reacciones y respuestas, pero, de una forma más indirecta, de forma que ellos pudieran comprenderlas e interiorizarlas, integrarlas y luego ser capaces de interiorizarlas también en una sucesión de respuestas o de acciones por parte de las adultas, de forma que luego pudieran surgir de ellos y ellas de una forma más natural. Entonces ha sido, por ejemplo, en el caso de Sofía, ese trabajo de análisis de todo el viaje de su personaje, porque tenía mucha complejidad y mucho peso en la película, pues me invitó a pensar en un método distinto de trabajo con ella: íbamos aislando las tramas de la película y, en cada sesión, íbamos trabajando una de estas tramas y ella dibujaba las secuencias que yo le iba relatando y explicando, de esta forma que te he mencionado antes. Y con esos dibujos que iba realizando, fuimos armando como un guion dibujado, muy extenso, que nos permitía luego comunicarnos y entendernos sobre qué secuencia íbamos a rodar cada día y en qué estado se encontraba o de donde venía el personaje. Y luego, bueno, el reto fue intentar conseguir que estos dos registros, vamos a decir que, “el más convencional” llevado adelante por las adultas, donde ella sabía que tenían que respetar un guion y hacerlo continuar y avanzar, con sus líneas de texto y demás, conciliarlo o hacerlo convivir con ese otro registro más espontáneo y más suelto, donde había cabida para ciertas expresiones fuera de lo esperado y que todo resultara coherente, y que no sonará un registro más interpretado y otro más improvisado, sino que estuvieran todos en la misma… Y para eso, emprendimos una fase de ensayos muy fuerte, que fue muy interesante porque me obligó a pensar muy mucho en los conflictos de cada secuencia, para generar otras escenas, otras situaciones que trabajarán los mismos conflictos y jugarlas más desde la improvisación, pero de forma que todos los personajes se familiarizaran con las relaciones, con las inercias de cada uno dentro de la familia, con ese pasado o con esa memoria familiar que necesitábamos construir cuando arrancáramos la película.
Hay mucho simbolismo en la película. Me encanta esa búsqueda del santo/figura robada de la iglesia y como muchos se unen y recorren el río, abuelos y niños, parece una aventura de verano… ¿En busca de la fe perdida? ¿Cómo te surge esa idea?
Bueno, la idea de “el santo perdido” vino también a partir de una noticia real: Había una comunidad de vecinos que estaba en un pueblo cercano a San Sebastián, en Pasajes, buscando una talla, una imagen que había desaparecido de la Iglesia y, como es un pueblo costero, justo en la desembocadura del río, pues entonces esta búsqueda, muchas veces tenía lugar en embarcaciones, y me resultaba algo muy evocador, porque al final todas, todos, estamos buscando algo siempre y a veces no sabemos lo que es o incluso hemos olvidado lo qué era y continuamos como en esa inercia de búsqueda, habiéndonos despistado un poco del objetivo que daba arranque a esa búsqueda, y sobre todo porque en el camino encontramos muchas veces otras cosas… Otras cosas que no esperábamos encontrar. Y luego, más concretamente de qué forma puede aportar a la narrativa, pues da la sensación de que también tiene esta idea de que la personalidad o la identidad es una cuestión inaprensible y tan frágil que cuando intentas atraparla, se deshace, es algo que pertenece como a las profundidades, que permanece muchas veces ahí oculto, en las profundidades de esa agua que también puede simbolizar el mundo emocional, y que en un momento dado emerge y se impone. Entonces hay también como esa reivindicación de esa fe que pertenece a los abismos del alma o del ser humano y que en ciertos momentos de la vida, pues también emerge de una forma en la que nos da las fuerzas suficientes para seguir adelante.
Y para ir terminando, como directora, supongo que habrá sido una gozada contar con un elenco tan coral y espectacular de actrices, con la pequeña y brillantísima Sofía Otero a la cabeza… ¿Qué aprendizaje te llevas del intenso proceso de rodaje que antes me comentaste?
Igual no es tanto un aprendizaje como una constatación, como ese emergimiento de eso en lo que crees, pero que a veces nos cuesta acceder… La constatación es: que no podemos dar nunca nada por hecho, y que cada persona es un universo lleno de infinitas posibilidades, y que casi siempre esa primera lectura que hacemos de las personas es absolutamente incompleta e injusta. Y nos perdemos mucho por no tener quizás el tiempo o la disposición o la apertura para intentar relacionarnos más allá de las etiquetas que ponemos por necesidad, por premura y por nuestra forma de relacionarnos en el mundo. Nosotras, por ejemplo, dimos por hecho que encontrar el personaje de Cocó, de Lucía, sería algo muy difícil, muy complicado, y, sin embargo, Sofía Otero llegó a la primera sesión de casting, pero como estábamos quizás programadas por ese pensamiento de que nos iba a costar muchísimo encontrarla, y por el carácter de la propia Sofía que es una niña tremendamente expresiva, alegre, risueña… que no tenía demasiado que ver con el personaje que había escrito, pues todo ello nos llevó a no verla y a no considerarla para el personaje de Lucía. Continuamos viendo a más de quinientas niñas, hasta el punto de que yo pensaba que se nos acababa el tiempo y de que yo no había encontrado una niña, una actriz capaz de realizar este papel. Pues en ese momento extremo, decidí volver atrás y revisar todo el material de todo el proceso de casting, y en ese momento, me di cuenta de que Sofía había venido no sólo a la primera, sino a la segunda y a la tercera sesión de casting, y nunca la habíamos considerado o probado para el papel de Lucía. Así que ahí fue cuando in extremis me animé a convocarla y en esa sesión que tuvimos, pues fue increíble la comunicación tan limpia, tan rica y tan directa que fuimos capaces de establecer ella y yo. Esa fue como la evidencia de que podíamos trabajar juntas.
De alguna forma, sin darme cuenta, me había estado pasando lo mismo que le pasa a la familia de Lucía, sobre todo, encarnada por el personaje de Ane: que yo tenía ahí a Sofía delante, desde el principio, desde el primer momento, siendo la mejor Cocó que podía haber soñado nunca, y ella estaba ahí esperando a que la viéramos, y que quizás por haberle atribuido un papel predeterminado desde el principio, por su carácter, que nos llevó a pensar que podría ser la niña de la piscina, y al haberle atribuido ese papel, ese rol que yo le estaba adjudicando, por esa primera impresión, pues me impedía ver más allá y me impedía ver todo lo que Sofía era capaz de ser, de aportar. Y bueno, finalmente y felizmente, pudo hacerlo, porque llegué a verla a tiempo.
Por último, desde esa encrucijada donde se une el cine con la música, recomiéndanos algún disco que haya sido importante para ti y dime por qué.
Pues te diría el álbum “Sky Blue Sky” de Wilco, porque recuerdo que fue un disco que escuchaba constantemente, diría que en el momento que estaba tomando la decisión de dejar San Sebastián y hacer la apuesta por la dirección, en 2011, cuando dejé mi trabajo para ir a Barcelona a estudiar el Máster de dirección. Es un disco que me acompañó en ese tránsito de dejar ya esta vida que llevaba aquí, donde llevaba cinco años trabajando, tras haber terminado los estudios, y cambiar el escenario para irme a Barcelona e intentar hacer del sueño, una realidad.
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