Por supuesto que en MondoSonoro nos uniremos a la celebración con un espacio donde pasarán muchos de los artistas a eso, echarse un cantecito.
Del homenaje a La leyenda del tiempo (79) de Camarón en su 40 aniversario, allá por 2019 en el Puerto de Santa María, a la celebración del medio siglo de Mediterráneo de Serrat el pasado año en Sevilla, juntando siempre a artistas de primera y marcando, en infinidad de casos, un antes y un después colaborativo entre ellos. Pues prepárense, Alhambra Monkey Week lo vuelve a hacer, toca fiesta de lisergia carnavalera, quejío eléctrico y rock n roll para celebrar por todo lo alto los 30 años de un disco indispensable en la música popular española: Échate un cantecito (92) de Kiko Veneno. Esta vez, la fórmula elegida para revisitar esas diez canciones inmortales, ha sido la de juntar sobre las tablas al maestro de rayos en su cabeza, con esos hijos bastardos sevillanos que rezuman luminosa psicodelia y alegre melancolía hermana, Vera Fauna.
La banda sevillana nos cuenta que tras grabar con Kiko su tema Martes, meses después: “Ángel Carmona nos contactó para proponernos hacer con él un homenaje al “Cantecito”. Le debemos la idea de hacer este concierto. A nosotros la propuesta nos flipó y comenzamos a versionar el disco en el local. Desgraciadamente, no lo pudimos llevar a cabo y la idea se quedó en el tintero”. Luego, terminaron de grabar su nuevo disco (donde irá incluido el adelanto “Martes”), que verá la luz el próximo año, y les confirmaron que Kiko estaba dispuesto a “echarse un cantecito” con ellos como banda. “Desde entonces estamos con el disco sonando 24/7, viendo qué propuestas rítmicas y sonoras podemos sacar de nuestra caja de herramientas”. Una vez más, vemos ese camaleónico espíritu de compartir el arte, sin perder la esencia y hacia delante. Como nos dice Kiko: “Compartir es lo que alimenta la rueda de la música. Vamos rodando los ritmos y las melodías, y sobre todo las sonoridades, de una generación a otra. Siempre lo mismo, pero siempre diferente, ese es nuestro trabajo”. Y, ¿qué mejor marco que el Alhambra Monkey Week para compartir y terminar de hacer el sueño realidad?
“Compartir es lo que alimenta la rueda de la música. Vamos rodando los ritmos y las melodías, y sobre todo las sonoridades, de una generación a otra”
Además de este plato fuerte de cachitos de hierro y cromo que nos dejará, con total seguridad, los ojos brillantitos el viernes 25 de noviembre en el escenario principal (Auditorio Alhambra), destacan en el cartel de este año nombres como: Rocío Márquez y Bronquio, que quemarán las manecillas del reloj con su colosal Tercer cielo (22), la fiesta ye-ye garagera de los incombustibles Doctor Explosion, el quejío más puro y experimental con Perrate y Cristian de Moret, el magnético universo onírico de Anna Andreu, o el rock mexicano y psicodélico de Los Cogelones, por nombrar solo a algunas de las más de 80 bandas y artistas nacionales e internacionales que tomarán la ciudad del jueves 24 al sábado 26 de noviembre y que convierten Sevilla en la ciudad de la música, esa en la que descubres las bandas del mañana y alguna del ayer también.
ÉCHATE UN CANTECITO. ASÍ QUE PASEN TREINTA AÑOS
Toca repasar la historia de una obra maestra que pudo no haber sido. Con Échate un cantecito (Bmg, 1992), Kiko Veneno se coronó como poeta de lo cotidiano, de las pequeñas cosas, filtrando con más arte que nadie, desde entonces y hasta hoy, el cariño y costumbrismo insobornable del barrio y los sabores y sinsabores de la gente de carne y hueso.
Se disuelve Veneno en el 78 y Kiko busca la brisa del mar para “desconectar” en Conil, donde abre un chiringuito con su mujer. En ese verano interminable de pescaito, cervecitas y cantecitos al otro lado de la barra, comienzan a fraguarse las canciones de su carrera en solitario. Como cuenta su amiga y colaboradora Martirio: “No era un chiringuito cualquiera, allí se hacía música y yo me sentí entusiasmada. Imagínate que estás de veraneo y descubres que quien te sirve la cervecita es algo así como el Bob Dylan andaluz. Kiko tenía nuevas canciones, las que salieron en “Seré mecánico por ti” (82), y necesitaba una corista para su grupo”.
Antes de grabar su debut como Kiko Veneno y sumergirse en la movida madrileña, fue pieza clave de un proyecto que marcaría un antes y un después en la historia del flamenco, La leyenda del tiempo (79). Álbum en el que, además de firmar Volando voy, introdujo y adaptó versos de Lorca, musicando y trabajando de nuevo con Ricardo Pachón en los surcos de una obra que, quejío a quejío, Camarón haría eterna.
Llegó Seré mecánico por ti (82), con poca repercusión comercial, seguido del maxi Si tú, si yo (84), plagado de sintetizadores ochenteros, sonido de la época que también abrazó en su segundo largo, Pequeño salvaje (87), donde tampoco encontró su camino, ni en el sonido ni en las composiciones. Misma suerte tuvo “la vuelta” de Veneno (sin Rafael Amador) con El pueblo guapeao (89). Trabajo que debido, sobre todo, a su sonido amateur (sin apenas producción ni mezclas), pasó a ser una maqueta fallida. Su carrera musical no termina de despegar y, entre 1986 y 1992, se quita por momentos la capa interestelar de poeta de barrio que él mismo se estaba tejiendo, y comienza a fichar como empleado de la Diputación de Sevilla para llenar la nevera, coordinando la programación cultural.
“Los músicos entenderán muy bien la frustración que te entra cuando tienes algo dentro y no lo puedes sacar” (Kiko Veneno)
Tras el naufragio ochentero en el mar sintetizado y la oleada techno reinante, a Kiko Veneno se le pasa por la cabeza dejar la música. Un día habla con su amigo Santiago Auserón y le comenta ese estado de ánimo que lo envuelve, que ya no podía más y que se iba a dar una última oportunidad musical. Santiago le da el empujón y le dice que ni se le ocurra dejarlo, que lo suyo es escribir canciones, y eso hace Kiko. Comienza a componer letras y música, le envía maquetas a Auserón y este solo le dice lo que le gusta de una y de otra, dándole simplemente la confianza que necesitaba. Sobre aquellas circunstancias, Kiko nos comenta: “los músicos entenderán muy bien la frustración que te entra cuando tienes algo dentro y no lo puedes sacar… Pero, por lo demás, no me dedico especialmente a recordar esos momentos, aunque la lección básica queda aprendida para siempre”.
Además, antes de grabar aquellos temas, los fueron probando y perfeccionando en vivo, así: “Cuando teníamos las canciones hechas, ya sabíamos que eran buenas. Esas canciones del “Cantecito” las defendí en directo antes de que salieran, en el año 1991, comprobando que a la gente les llenaban”. Con los temas ya madurados, Auserón le recomienda un productor de confianza, Joe Dworniak, con el que Kiko trabaja en plena armonía y consiguen el sonido que buscaban.
DIEZ CANTECITOS DIRECTOS AL CORAZÓN
“Kiko Veneno es la fotografía del sentimiento. Esa manera de plantear paisajes emocionales recurriendo a lo más tangible y periférico nos vuelve locos. Es algo que hemos incorporado en muchas canciones y que creo que le debemos”. Palabras de Vera Fauna.
“Échate un cantecito / con el corazón, / las penas en la sombra, / la alegría en sol mayor”. Eso canta Kiko en Salta la rana y esa es la filosofía vital que reflecta de cada una de estas luminosas y adictivas diez canciones. Cantes a corazón abierto, dejando las penas a la sombra y arrojando rayos de sol y alegría a cada surco. Un último intento para vivir de y por la música, en el que más que saltar con todas sus fuerzas, lo que hace es volar y volar muy alto. Con Échate Un cantecito (92) Kiko consigue crear uno de esos pocos discos únicos y atemporales, que puedes escuchar en bucle sin cansarte, una y otra vez, y desprende la frescura de aquella primera escucha que nos marcó para siempre.
"Kiko Veneno es la fotografía del sentimiento. Esa manera de plantear paisajes emocionales recurriendo a lo más tangible y periférico nos vuelve locos" (Vera Fauna)
Diez canciones en las que quema las naves y arde de arte el duende. Melodías y letras que se han quedado pegadas como mágico salitre en el imaginario popular español; tarareándolas, cantándolas y bailándolas, con la misma naturalidad y contagiosa felicidad, numerosas generaciones. De madres a hijos, de padres a hijas… y más de un abuelo y abuela eternamente jóvenes. Historias de alegre melancolía que reflejan en los charcos de la calle nuestros días, cantecitos a las pequeñas cosas, las verdaderamente importantes. Amor a puñaos esparcido en el aire como confeti de carnavales que nos llueve y, tras una sola escucha, se te enredan entre el pelo y no puedes (ni quieres) quitarte de la cabeza.
“Un día Lobo López / se encontró a su amada: / ¿Hace cuanto tiempo? /y me alegro tanto, /no me lo esperaba…/ Ella se pregunta, / nada personal: ¿Qué has estado haciendo? / Lobo le responde: Todo sigue igual…”.
De Lobo López, cuento inicial al amor perdido que te reencuentras al girar un día la esquina y descubres que el sentimiento no se ha ido, a la canción total y joya de su anárquica corona: Echo de menos (imposible cantar con tanta alegría y sinceridad a la tristeza de lo que dejó de ser), pasando por “los ojos brillantitos” del buscavidas Joselito, hasta llegar, para irnos y volver, en “Un Mercedes blanco”, rumba universal que nos obligará a poner la cinta una y otra vez: “Ponme, ponme esa cinta otra vez, / pónmela hasta que se arranque / los cachitos de hierro y de cromo / al cantar como tú sabes”.
Himno va, himno viene. El mensajero que trae “misterio con remedio” en una letra que baila entre el refrán popular, las callejuelas del vecindario y el acertijo, o esos superhéroes sin capa, de carne y hueso que nos rodean y que, a muchos y muchas de ellas, conocemos de oídas o incluso convivimos pared con pared. Superhéroes de barrio, gente humilde y luchadora que se levanta cada mañana para salir adelante y buscarse la vida como mejor pueden: obreros, cajeras, maestras, currantes de todo tipo, estudiantes, jubilados y parados que nunca se rinden del todo ni pierden la sonrisa. Otra masterpiece marca de la casa que narra, al son de un pegadizo rock vacilón, los sinsabores de los barrios obreros de principios de los 90 y que, por desgracia, no ha perdido ni un ápice de actualidad.
“Caminando distraído, / los semáforos ardiendo, / ni con agua en los bolsillos / se me enfría el pensamiento”. Del erotismo juguetón, con adictivos ritmos brasileños, de esa llama inapagable en Fuego, a esos previos melancólicos recuerdos de Me siento en la cama, con palmas, guitarras y soniquete flamenco al mando, más un suave y envolvente sintetizador y versos que, el mejor Bukowski, habría dado una mano y una caja de cerveza por firmar: “Y una mancha hay en las sábanas, y ay, /calditos de tu cuerpo, / tú tienes el mismo agua / que me corre por dentro”.
No se sale nunca del centro de la diana de los quereres cotidianos, resina universal que nos une y separa. Y es que, “las cosas que yo sé, /las sabe un tonto cualquiera”, pero nadie las dice y canta con tanta verdad y flamencura carnavalera como Kiko, por el camino del hierro y el corazón. “Salta(ndo) la rana”, con el palpitante espíritu de Veneno muy presente, guitarra blusera y coro gospel-soulero incluido.
“La Coca-Cola / siempre es igual, / pero yo no, / yo puedo cambiar. / Yo no quiero más / tener buena suerte, / abrázame fuerte / y hazme volar, / hazme reír, / hazme llorar…”. El vaivén sereno y morfínico de un Reír y llorar que nos lleva, sin que nos demos cuenta, mar adentro, su particular Pale blue eyes cañí por el amor cambiante. Otra obra maestra de un disco en el que Kiko no encuentra la receta de la Coca-Cola, pero sí su mejor yo artístico, ese que ya nunca dejará escapar.
"¿Qué haría yo si fuera un joven músico con estas canciones? Inventar soluciones actuales, frescas, una nueva forma de mirar”
Contamos los días para disfrutar del concierto único que recreará estos diez hits intergeneracionales y que, como nos expresa Vera Fauna, será un show muy especial y revitalizante: “Va a ser un viaje por muchos géneros que nosotros hemos visitado en nuestras canciones. La idea es meter el “Cantecito” en nuestra máquina de hacer canciones para ver lo que sale. Nos está devolviendo cosas muy interesantes y está siendo toda una experiencia ver cantar a Kiko sobre según qué ritmos y texturas sonoras”. En relación también a los ensayos y al reto que ha supuesto el proyecto para él, Kiko nos cuenta que: “La naturaleza de este trabajo es muy novedosa para mí. Los Vera Fauna versionan mi disco 30 años después y me piden colaborar. Entonces yo entro en los ensayos como un músico de ahora que intenta aportar e integrarse en esos sonidos, que no son los míos. Y lo estoy disfrutando, es un trabajo muy creativo y representativo a la vez, tenemos que seguir la huella de nuestra música, y la del eco de nuestra música también. El desafío es integrarse con una mirada contemporánea: ¿qué haría yo si fuera un joven músico con estas canciones? Inventar soluciones actuales, frescas, una nueva forma de mirar”. Siempre indagando nuevos caminos, en continuo movimiento y con la imaginación a flor de piel. Como nos dicen (con mucha admiración) Vera Fauna: “No para de experimentar y de probar cosas. Podría estar reciclando su obra desde su atalaya como el maestro indiscutible que es (y sería de lo más legítimo), pero el hecho de que siga explorando y mezclándose con las cosas nuevas que salen, nos asombra. Nos encanta su pulsión creativa”.
ESPACIO "ÉCHATE UN CANTECITO" ALHAMBRA MONDOSONORO
En MondoSonoro nos unimos a esta celebración y nuestro espacio en el Alhambra Monkey Week llevara el seudónimo de Échate un Cantecito. Una invitación que lanzamos a todos los artistas que por allí pasen para que se arranquen con alguno de estos diez cantecitos. Será el viernes 25 y sábado 26 desde la sobremesa y emitiremos todo en directo a través de Instagram Live de MondoSonoro.
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