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Tras estas siglas (acrónimo de Guerra Después de la Fiesta) se encuentra un auténtico diamante (en) bruto de la psicodelia nacional. Este misterioso colectivo de Oviedo aterrizó en el mundo discográfico con un debut autoeditado ruidoso e indefinible. Envuelto en una estética vanguardista (entre el crust-punk y el constructivismo soviético), el contenido era un extraño cóctel de acid-folk, música concreta y orientalismo oscuro. Con su intensidad primitiva y sus líneas de cuerda rasgadas consiguen hacernos partícipes de su particular carnaval de ánimas descarriadas. Como juglares apocalípticos, sus canciones parecen alertarnos de los peligros del tedio y la alienación de la vida moderna. Espectrales mantras en los que sonidos dispares (desde un sitar hasta reverbs sintéticos) se vuelven hipnóticos, evocadores. Esa inquietud constante vuelve a plasmarse en su referencia más reciente, que posiciona a la banda como una de las más inspiradoras del panorama actual.
Escucha imprescindible: “Hierro muere” (Autoeditado, 2014)
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