Ahora recuperamos esta entrevista que le hizo nuestro colaborador Octavio Botana a modo de homenaje al que ha sido uno de los humoristas y actores más alocados de nuestro país. Por aquellos días publicaba su libro “La vida según San Francisco” (Aguilar/Santillana, 03), que nos dio pie a poder charlar con él sobre sus gustos musicales.
La figura de un verdadero hombre del escenario, humorista por azar y actor de vocación natural, nos acompaña en una distendida charla musical. Enrique San Francisco, generoso por naturaleza, aunque no derrochador, hombre apasionado y pensador metafísico un par de veces por semana, se deja interrogar para MondoSonoro.
Con la excusa de la edición de “La vida según San Francisco”, nos encontramos con uno de los más reconocidos actores de nuestra palestra hispana, un hombre que a sus cuarenta y siete años –en el momento de la entrevista–, cuarenta y tantas películas y setenta obras de teatro a sus espaldas mantiene en muy buena forma su carácter, anárquico para muchos, castizo para otros y vitriólico para la mayoría. Nuestro acercamiento quiso ahondar en lo que consideramos uno de los motores de la existencia, la música. Y Enrique tuvo mucho que decir al respecto. Después de un aparatoso accidente que lastimó su pierna izquierda seriamente, una lenta recuperación con grandes dosis de paciencia intravenosa y mucha filosofía (“¡Qué me pongan un corcho en la pierna o lo que sea, esto es una puta mierda!”), la música ha sido una terapia añadida que ha aceptado sin reparo alguno. A los cinco minutos de conversación me interrumpe educadamente introduciendo en el lector de su equipo musical un tema de Fingers Inc, una de las formaciones paralelas de Larry Heard, alias Mr. Fingers, donde da rienda suelta al funk elegante mezclado con house de calidad a lo Soul II Soul. Treinta segundos de canción a todo trapo y breves aullidos de placer del propio Enrique me convencen de su pasión. Y la cosa hubiera continuado por ahí si no llegamos a centrarnos en hablar sobre el tema que nos ocupa y procurar sacar algunas conclusiones. “A los doce años escuchaba a The Beatles y The Rolling Stones, aunque los de Jagger me gustaban más. Más tarde, en la mili, me distancié de la música que escuchaban mis compañeros de división y me metí en Pink Floyd, Genesis y el jazz. Actualmente no escucho salsa, no escucho flamenco (bueno, quizá un poco y muy seleccionado) y tolero los boleros”. Segundos de pausa para lanzar la siguiente pregunta y Enrique salta al ruedo inesperadamente “Me pongo malo con cosas tipo Los Chunguitos y su puta madre”. Ok. Captado ¿y en tu estantería de compactos? “Ahora mismo puedes ver ahí uno de James Taylor, al lado de otro muy bueno de John Mayall”.
La cosa sigue con álbumes de Frank Zappa, Jimi Hendrix, Ten Years After, Yes, Camel, Jeff Beck, mucha música clásica, Steely Dan, The The, Donald Fagen, Louis Armstrong, Satie, Weather Report, Duke Ellington… “Lo más bonito del mundo es la música, y la variedad es esencial. Puedo alternar tranquilamente algo de Sinatra, merecedor del podio de honor sin duda alguna, con Saint Germain o West Montgomery. No le hago ascos a la música dance y disfruto con el techno de calidad, pero también con cosas de los ochenta como Thomas Dolby y su synth-pop o new wave o como quiera que se llame”.
Enrique tiene las cosas muy claras. Si algo no podemos reprocharle es su naturalidad, muchas veces malinterpretada. La inmediatez de su lengua viperina te ataca cuando menos te lo esperas, y ahí radica parte de su humor, un híbrido entre la frialdad de uno de sus muchos maestros, Eugenio, la retórica inteligente de los monólogos de Gila y el genio propio de Groucho Marx. De nuevo una salida aguda: “El fenómeno OT tiene que desaparecer, la mentira ha llegado ya demasiado lejos. Como sigan haciendo galas y galas podrán hacer el concurso de Eurovisión ellos solitos durante décadas sin repetir ni un solo concursante. Es patético, no vale la pena ni hablar del tema”. Batallador en varios frentes (“El Club de la Comedia”, “La noche de Fuentes y cía”, la serie “Cuéntame” y colaboraciones en la Cadena Ser) siempre con las mismas armas, humor cínico y espontaneidad, Enrique San Francisco equipara una buena canción a un buen guion. “Si el guion es bueno tienes la base para poder trabajar a gusto y dejarte de recursos escénicos que no hacen otra cosa que disfrazar el chiste. Una buena canción no requiere de grandes aspavientos para ser bien interpretada y bien disfrutada. Muchos humoristas creen que en el gesto, en la entonación o la inflexión está el secreto, pero yo no pienso así”.
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