El grupo donostiarra de pop-rock euskaldun, seminarista y tenuemente psicodélico Enarak representó una sonora anomalía en pleno franquismo, entre los años 1967 y 1971. dentro de una incipiente escena musical vasca, que se antoja muy necesario dar a conocer a la gente, aunque sea con más de medio siglo de por medio. Y ese ha sido el afán y logro de Beñat Iturrioz, hijo de uno de los músicos del quinteto, cual arqueólogo musical, gracias al documental "Enarak", recién presentado en Zinebi, con un ejemplar score de Joseba Irazoki. "Nadie se acuerda ya de Enarak", se dice en los primeros minutos de emisión, dejando claro que no estamos ante ningún gran fenómeno de masas, pero sí ante un suceso tan extraordinario y excéntrico como desconocido. Visto a día de hoy, hasta puede parecer uno de esos falsos docu-realitys donde el surrealismo se cruza con la chanza.
Pero esto ocurrió de verdad y Beñat sitúa las claves de dicha existencia. Claves que antes actuaron seguramente como peculiaridades. En primer lugar se trataba de un grupo surgido en el Seminario Diocesano donostiarra, poco después de que el Concilio Vaticano II (1962-1965) de Juan XXIII propiciara alguna grieta por la que escabullirse, mientras la Iglesia vasca y española intentaban abrirse para mantener su hegemonía tanto religiosa como política y cultural. Ese "ir a los frailes" de entonces, cuando la opción para muchos deseherados de la fortuna, se reducía a elegir entre Sacramentinos o Capuchinos, aunque la "vocación" estuviese, como en el caso que nos ocupa, mucho más cerca de los modernos y rupturistas escenarios del rock que del antiguo púlpito eclesial. En segundo lugar hacerlo en euskera, probablemente el único grupo que en aquel momento lo hacía sólo en una lengua perseguida entonces, y en tercer lugar dedicarse a las versiones de canciones y grupos que simbolizaban el último grito a nivel universal, como Procol Harum, The Moody Blues, King Crimson o John Mayall.
Eran seminaristas, no hippies, es decir pobres, también se cuenta. Mientras en California algunos hijos díscolos de la burguesía se dejaban el pelo largo y gozaban del verano del amor, cinco chavales donostiarras se "camuflaban" como seminaristas, aunque también se dejaban crecer la melena y desacustizaban (si sirve el palabro) sus guitarras con pastillas eléctricas. Era 1967: Guerra del Vietnam, el Che Guevara, las flores de San Francisco, Sgt. Peppers, Sus Satánicas Majestades o los futuros integrantes del Club de los 27, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison. Todo el color que se intuía por ahí, aquí se volvía grisáceo y con olor a naftalina. A nivel local, el rock era el mismísimo diablo, frente a las tradiciones del txistu y el tamboril o la trikitrixa, y los cantautores de Ez Dok Amairu intentaban abrirse paso poco a poco frente al severo régimen franquista.
Los cinco Enarak son presentados uno a uno. Juanjo Iturrioz, "Itturri", padre del autor del documental, que entró en el coro del Seminario, y también como tiplista. José Iñurrita,"Kitxi" ideólogo, compositor y organista con su Farfisa, "el Ray Manzarek vasco", que le confería un tímido tono psicodélico al conjunto, ahora organista de Bilabona. Antton López, guitarra que terminó en Estambul como Abderraman Abuhureira, tras visitar otros países, el "místico del grupo". Meltxor Maritxalar, bajista ya desparecido y presentado por su hermano Patxi, quien también intervino puntualmente. Y Jesús Calvete, batería y tesorero, hoy naturópata y masajista.
Nombres que no dirán nada a casi nadie, pero ojo!, a continuación aparecerán otros dos verdaderamente históricos, aunque por distintos motivos. Señalar antes, que en 1969 publican su primer y único disco, un Ep de tres canciones con Herri Gogoa (que editó a Benito Lertxundi, Xabier Lete o Mikel Laboa), con una portada que casi calca el recopilatorio "Flowers" de los Rolling Stones, a la par que se secularizan cuando a sus conciertos la gente "cogió el hábito" de ponerse a bailar, algo que en ese "ambiente" parroquial estaba prohibido. El primero de esos nombres es el de Eduardo Moreno Bergaretxe, alias "Pertur", dirigente de ETA pm, ideólogo del fin de la lucha armada, que desapareció en Francia en 1976, sin que aún hoy se haya encontrado su cuerpo. "Pertur", que a partir de 1972 actuó con Gorka Knorr, curiosamente (o no) después parlamentario por Eusko Alkartasuna, tras la excisión del PNV, formó parte también hasta 1970 de Los Amis, otro grupo donostiarra tendente a la psicodelia que nació en la misa dominical, pero bastante más recordado por los iniciados que Enarak.
El otro nombre a considerar es el de Jaime Stinus, virtuoso guitarrista que luego se profesionalizó con la Orquesta Mondragón o Loquillo tras su paso por Brakaman (y antes Alma) junto a Borja Zulueta, aquí en su primera experiencia adolescente, nació en agosto de 1953, con una guitarra eléctrica. Stinus llegó a producir "La estatua del jardín botánico" de Radio Futura y llegó a trabajar con numerosas estrellas, incluso Azúcar Moreno o Johnny Halliday. También podemos añadir que además de Enarak y Los Amis, existió un tercer grupo rockero-cristiano vasco, Gaston Jocou de Bayona, que llegaron a editar un EP de cuatro canciones, "Aufa, aufa", para el sello-editorial clandestino Goiztiri, fabricado por Elkar cuando estaba exiliado en Francia. Curisosamente los tres aparecieron en la recopilación "Pentecostes Vibrations (Spanish Xian Garage Psych & Beyond, 1969-1979)" del sello Hundergrum Records.
La aparición de Stinus supone alzar el vuelo artístico para estas golondrinas (enarak), que sin embargo, como en un poema de Becker, pronto se teñirán de oscuridades. En 1970 el periodista y locutor de radio Nikolas Aldai, ya fallecido y siempre unido al mundo del bertsolarismo, les graba lo que podría haber sido el prefacio de un segundo disco, pero se incendia la emisora (no se dice cuál, pero habrá que suponer que se trata de Herri Irratia de Donostia) y se quema la casete con el registro. La espita definitiva se abrió con una actuación acontecida en la noche del 31 de octubre de 1971 en el barrio de Larraitz, a las faldas del monte Txindoki, una de las moradas de la diosa Mari, personaje primordial de la mitología vasca; a la postre su último concierto. Cuando sólo se esperaba que aparecieran unos pocos cientos de espectadores, toda previsión se quedó muy corta, hasta llegar a varios miles que colapsaron la carretera (en ningún momento se especifica un número concreto, pero Stinus habla de la posibilidad, quizá muy exagerada, de diez o veinte mil), como demostración de que una parte de la juventud vasca de la época ansiaba acceder a nuevos ritos y celebraciones, sedienta de libertad y diversión. Lo que podría haber sido el principio de algo se convirtió en el final de todo. "El escandaloso aquelarre de Larraitz", tituló en su libro Bartolomé de Arnuñota en medio de un acoso inquisitorial de policía, iglesia y prensa que desembocó en una multa ejemplar. Pocos meses después llego (la puta) mili y la desbandada general.
Pero el documento de Beñat Iturrioz no podía acabar con ese mal sabor de boca. En la parte final las golondrinas remontan su vuelo imposible, ahora en las nuevas voces libres de Amorante ("Solferinoko itsua"), Rüdiger ("Bañan ez") y Liher ("Ama"), quienes reinterpretan aquellas tres únicas canciones publicadas hace 55 años, en su presencia (incluído Abuhureira, recién llegado de Turquía con su hijo), incluídas también ahora en un disco junto a las originales, no como un ejercicio de nostalgia, sino todo lo contrario, como demostración que "en los tiempos más oscuros, en las situaciones más duras, siempre hay alguien que mira hacia adelante y que tiene valor y coraje para avanzar, para imaginar nuevos mundos... y trabajar por ellos. A eso se llama creatividad, y la creatividad no tiene fin". Las golondrinas, pasados de alguna manera los tiempos oscuros, se habían devuelto a su nido.
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