Dos de las más intimidantes expresiones de genio llevadas a cabo en el circo pop nacional. De ambas, la referente al grupo zaragozano sigue siendo la verbalización más fascinante que nos ha proporcionado el surrealismo pop nacional del siglo XX.
De escarabajos y ciervos volantes
Tras haber pasado por el plató de Lo + Plus y haber conseguido ser lo más viralmente posible que podía llegar a ser un grupo con las características tan particulares del grupo maño, llegó el momento del “difícil tercer disco”. Uno para el cual Sergio Algora, la voz del grupo, arribaba tras haber publicado ya dos libros de poemas y con el refuerzo de Paco Lahiguera. El Niño Gusano estaba en su mejor momento durante la gestación de un LP para el cual el título “El escarabajo más grande de Europa” provino de una serie de encuentros fortuitos con escarabajos o ciervos volantes.
A la sombra de Los Planetas
Su reciente fichaje con la multinacional RCA daba nuevas alas al grupo. Sin embargo, que un trabajo con la repercusión brutal de “Una semana en el motor de un autobús” fuera lanzado casi en las mismas fechas que el tercer álbum de los maños provocó cierto vacío en la difusión del mismo por parte de su nueva compañía, la cual también era la casa de los granadinos. En este sentido, para RCA estaba claro cuál era la apuesta ganadora, y eso perjudicó a los Algora y compañía. No en vano, poco después de la disolución del grupo en el verano de 1999, RCA decide descatalogar el LP ipso facto.
En el canal telehueso
Entrando en materia creativa, lo que nos regaló en este disco El Niño Gusano fue una de las demostraciones más aplastantes de cómo mejorar una fórmula que ya nos había dejado suficientes pepitas de oro en sus dos anteriores LPs: los sobresalientes “Circo luso” (1995) y “El efecto lupa” (1996). Al igual que en estos discos previos, el universo gestado por Lewis Carroll late en todo momento a lo largo de un trayecto conceptual que arranca por medio de una frase timón que plasma la magia invocada como si de recitar la fórmula de un hechizo se tratara: “De sombrero de copa salí, a ese lugar yo quiero ir a vivir”. Si en sus anteriores arrebatos artísticos, Algora había sacado lustre a su absurdo poético circense, en “El escarabajo más grande Europa” va un poco más allá, impregnando la fantasiosa carrocería instrumental de perlas como “y un rayo cae, y es subnormal”, perteneciente a “Un rayo cae”.
El Niño Gusano en el país de las maravillas
La magia que transmiten canciones como “Ángel guardia” al oyente refleja un estado permanente de musas secuestradas en las mentes de Algora y los suyos. El Niño Gusano alcanzó la madurez por medio de una inmersión sin red hasta las profundidades de una necesidad peterpanesca: ser siempre niños en un mundo de adultos. Dicha motivación queda patente en unas estructuras instrumentales que suenan como juguetes ideados en la Fábrica de chocolate de Willy Wonka. Estallidos infantiles con la fuerza punk-ye yé de “La clínica de la radio y la televisión” resplandecen como un acto de vitalidad al límite, antes de comenzar la resaca de la vida adulta, clavando frases en el subconsciente con la fuerza atronadora de “nos faltan piezas” y estribillos extasiados como “mi cabeza es insustituible”.
De listones insuperables
Más allá de las críticas harto positivas que recibió este LP en su momento, resulta curioso que cualquiera de sus dos anteriores álbumes hayan quedado más grabados en la memoria colectiva que el epitafio discográfico de El Niño Gusano, más cuando se trata de uno de los esfuerzos más ambiciosos que nos ha deparado el pop español a la hora de forjar un imaginario tan personalizado que sea imposible no reconocerlo al instante. Uno con la poética de Algora alcanzando cotas visuales de puro surrealismo en cinemascope. No hay más que adentrarse en borracheras de talento como “El fabricante de alas de mariposa”; seguramente, el ejemplo más representativo de las capacidades adquiridas por el grupo a lo largo de los años. Las mismas que derivaron en un cancionero que cumple un cuarto de siglo sin haber sido superado ni igualado en poderes líricos desde el día de su publicación.
El rastro imposible
Otro de los problemas que vivió la obra maestra de los maños fue su poca influencia. Salvo en la prórroga vivida a través de los proyectos surgidos después de la disolución por parte de los miembros del grupo, con Tachenko y La Costa Brava como muestras más reconocibles, su rastro sólo se puede encontrar en grupos como Mediapunta, quizá los herederos naturales de una forma de entender el pop cuyos significantes tan exclusivos generaron el efecto contrario al deseado. De hecho, en su afán por transcender más allá de sus himnos carrolianos, lo que en realidad levantaron fue un muro de inspiración tan alto en su terreno como lo es el de My Bloody Valentine para todo grupo que se atreva a adentrarse en aguas shoegaze tras la publicación de “Loveless” (1991). Así de majestuosa es la obra magna de El Niño Gusano y así debería ser recordada para siempre.
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