Era un día más, pero no un día cualquiera. Después de cuatro años fuera de España, estaba disfrutando de su primer Primavera Sound y pensaba darlo todo en la última jornada, aunque ni en sus más remotas elucubraciones podía imaginar cerrarlo desde lo más alto. Nada le hacía presagiar que, tan sólo unas horas más tarde, iba a ser él mismo quien diera el espectáculo y protagonizara uno de los momentos inolvidables de esta edición.
Sucedió poco después de las dos de la mañana, momento en el que los arrolladores Ty Segall & The Muggers daban uno de los conciertazos de la jornada. Había decidido acercarse a verles, porque “era un pogo fijo”, y no tanto porque fuera su mayor fan. De hecho, lo que le había impulsado a comprarse la entrada fue “ver el nombre de Radiohead y, sobre todo, el de The Oh Sees”, su grupo favorito. Pero ¿quién iba a querer perderse el directo enérgico y emocionante del californiano? Así que se metió en el tumulto esperando descargar toda la energía en el pogo frenético que suele darse siempre en sus primeras filas. Entonces empezó su potra particular, la primera de las señales. Tras varios temas la locura se desató y los empujones a diestro y siniestro dejaron inesperadamente un hueco vacío en la primera fila. De repente, se abalanzó sobre la valla y se agarró a ella como si no hubiera un mañana. Entonces... sucedió la magia.
“Tenía la sensación de que Ty se estaba fijando mucho en mí. Entonces le grito, me señala, se baja, me pasa el micro, yo pego berridos...”. Lo que se podía haber quedado en una simple anécdota comienza a crecer y llega ya la tercera señal de que esto se va a convertir en un momento memorable. “En cuanto me sube al escenario pienso que no puedo hacer el tonto, votar y pirarme. Así que lo primero que hice fue pedir la careta e intentar ponerme en su papel e imitar un vídeo de TY Segall para KEXP”. De ahí saca los gestos y las frases que empieza a gritar, junto con otros sonidos indescrifrables: “You’re an emotional mugger”, “I’m your mommy”. No piensa nada en más, la adrenalina invade todo su cuerpo, Entonces el batería le pregunta qué canción quiere cantar. “Yo le contesto que no me sé las letras de Ty, que me quedo mucho más con el ritmo”. Así que, como no queda otra, la banda improvisa mientras él chilla, actúa, se revuelca por el suelo... monta una escena. Desde del otro lado de la valla, el público está totalmente entregado y Ty, sonriente, deja que la escena siga fluyendo, mientras que él ya sólo piensa “vamos a largarnos del escenario que esto ya huele”. Y normal que se le hiciera largo, porque estuvo más de nueve minutazos ahí arriba como una inesperada, y aplaudida, estrella del rock.
Pasados los días, y la euforia del momento, llega la vuelta a la realidad. Y si a todos nos trastoca la bajona post Primavera imaginaros si, además, os ha ocurrido esta locura. Cientos de llamadas y mensajes de amigos y conocidos se alternan con otras de medios y revistas interesadas en hacerle una entrevista. “¿Una entrevista? Yo estoy hablando contigo normal, no he hecho nada como para darla”. Llegan los artículos y los vídeos y Manny (el único dato que quiere que conozcamos de él) reconoce que “le da vergüenza verlo”. Eso sí, fue el momento de su vida y lo disfrutó como nunca, a pesar de no haberse subido más que unas cuantas veces a pequeños escenarios con varias bandas en las que “es batería”. Por eso, no quiso empañarlo volviendo a ver a Ty Segall el domingo (quien por cierto preguntó si estaba su ídolo entre el público). Eso sí, ha querido dejarle un mensaje: “Ty, eres la ostia. Me volverás a ver en directo”.
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