Aunque en realidad comenzase su gestación algunos años antes y tuviese continuidad en el tiempo varias temporadas después, lo cierto es que 1994 puede considerarse el inicio del epicentro del brit pop, con la publicación de algunos de los mejores y más representativos discos del movimiento, lo que a su vez abrió las puertas a otros muchos artistas. Fue entonces cuando aconteció el apogeo descontrolado de una tendencia que comenzaba a recolocar al Reino Unido como núcleo de la música mundial, tras la explosión grunge que durante los años previos copó la escena casi en exclusiva.
Una serie de bandas jóvenes, y no tan jóvenes, aprovecharon el momento y las circunstancias (sobre todo el hartazgo motivado por el pesimismo que llegaba desde Estados Unidos) para reclamar su lugar y apuntarse a una fiesta continuada que en pleno florecimiento parecía no tener fin, pero que terminó por reventar de pura saturación. Los principales argumentos recaían en reinterpretar y actualizar las influencias de artistas clásicos del país (The Beatles, The Kinks, David Bowie, The Jam, The Smiths, Sex Pistols, The Rolling Stones, Madness, The Who, The Faces…) y presentarlas con orgullo, soltura y una renacida confianza en las propias posibilidades.
Veinte años después, la mayoría de protagonistas del fenómeno reniegan poderosamente de una etiqueta que amparó a bandas y estilos con generosa amplitud y total libertad. Pero lo cierto es que en su momento muy pocos dudaron en apuntarse al festín, tras utilizar la más mínima afinidad para saborear el éxito. Esta permisividad dio lugar a un cajón de sastre en el que formaciones realmente talentosas compartieron espacio con mediocridades de todo pelaje, pero más allá de que New Musical Express, The Face, Select, Melody Maker y demás prensa exprimiese el filón hasta límites insospechados, aquella década dejó a su paso un amplísimo número de clásicos atemporales. Evidentemente la presente selección no incluye a todos los que fueron, pero a cambio presenta dos decenas de discos (ordenados cronológicamente) y otros tantos grupos y canciones, que pretenden representar las especificidades acontecidas durante una de las épocas más incuestionablemente brillantes de la historia de la música británica.
1. Blur “Parklife” (25.04.94)
Cuando explosionaron artística y comercialmente con la que a la postre sería su obra cumbre, Blur ya contaban en su haber con dos discos notables aunque de moderado éxito. Evolucionando desde los resquicios del sonido Madchester en “Leisure” (91) y utilizando “Modern Life Is Rubbish” (91) como (valioso) borrador (más en fondo que en formas) para el que sería su tercer disco, Damon Albarn y compañía se desataron definitivamente con una obra que retrata con descomunal talento las tendencias sociales de la Inglaterra de la época, valiéndose para ello de una incuestionable serie de canciones. El lanzamiento fue adornado con el necesario sentimiento patriótico y una imagen neo-mod que, tras protagonizar decenas de portadas, propició la definitiva explosión del movimiento. Una obra maestra atemporal (temas como “Girls & Boys”, “End Of A Century”, “Tracy Jacks” o la propia “Parklife” continúan levantando cualquier sesión), que aún funciona a la perfección y es reconocida como clásico moderno de la música global.
2. The Stone Roses “Second Coming” (05.12.94)
The Stone Roses habían debutado en 1989 con uno de los mejores estrenos de la historia, pero su esperadísimo retorno se alargaba demasiado en el tiempo y las expectativas comenzaban a rivalizar con el escepticismo. El regreso llegó al fin en 1994, con el movimiento en apogeo y, aunque obviamente sus maneras resultaban alejadas del término más estricto del brit pop, la presión del momento terminó por incluir al cuarteto de Manchester en el mismo saco. En realidad el estilo encajaba con más o menos precisión en el indie-rock de 1994, y cortes como “Love Spreads” y sobre todo “Ten Story Love Song” fueron fácilmente ubicados en el invento. Es de sobra conocido que el disco tuvo una tibia acogida y, si bien es cierto que estaba lejos de “The Stone Roses” (89), no lo es menos que siempre ha sido una obra maltratada en exceso y a todas luces infravalorada que, a pesar de sus limitaciones, supone un obligado de la época por varios motivos.
3. The Boo Radleys “Wake Up!” (27.02.95)
The Boo Radleys pertenecieron, en términos de popularidad que no necesariamente de calidad, a la numerosísima serie media de la época, y valga su aparición en esta selección para honrar la presencia de otras bandas ciertamente interesantes pertenecientes a la misma liga, caso de Shed Seven, Mansun, Dodgy, The Bluetones, Denim, My Life Story, Gene, The Lightning Seeds y tantos otros. Sin embargo, aunque se les recuerde casi exclusivamente por ese eterno himno pop en boca de Sice Rowbottom que fue “Wake Up Boo!” y el álbum de pop luminoso “Wake Up!” que lo contenía, lo cierto es que el guitarrista y compositor Martin Carr había dejado con anterioridad evidencias de un instinto creativo bastante más complejo e inquieto, con discos espléndidos pero sensiblemente menos inmediatos como “Everything's Alright Forever” (92) y sobre todo el enorme “Giant Steps” (93). Doble merito, por tanto, a la hora de reciclarse con inteligencia y buen gusto para lograr (con todo merecimiento) su trozo del pastel. Añadir que, tras su fallida aventura posterior al frente de Brave Captain, Carr ha anunciado recientemente la publicación de un inminente elepé en solitario titulado “The Breaks” (14).
4. Elastica “Elastica” (14.03.95)
Después de abandonar una primerísima formación de Suede, Justine Frischmann formó una nueva banda con la que dar rienda suelta a una vertiente creativa más agresiva. Con el batería Justin Welch como único miembro masculino del grupo, Elastica se decantaron por un aspecto (artístico y visual) ligeramente más punk que compañeros de generación, dejando para la historia un debut homónimo imprescindible para entender el movimiento. El cuarteto se recreaba en canciones alejadas del virtuosísimo, gruesas y sin embargo demoledoras y directas a la yugular, en un álbum plagado (una vez más en la época) de singles potenciales. Además Frischmann formó pareja sentimental con Damon Albarn, lo que en un momento en el que la música inundaba todo tipo de prensa, significó un valioso empujón de popularidad. En realidad y dada la valía del álbum el grupo no necesitaba de otros motivadores, aunque parece evidente que el talento quedó reducido en exclusiva a esa ocasión: Elastica no volvieron a grabar un disco hasta cinco años después, “The Menace” (00), un trabajo inocuo y fuera de tiempo que apenas nadie recuerda y que certificó su defunción.
5. Supergrass “I Should Coco” (15.05.95)
El caso de Supergrass es claro ejemplo de grupo que prácticamente nació con el mismo movimiento, tras algún intento previo en bandas menores. El trío de Oxford mostraba en su debut una juventud desenfrenada y descarada, con Gaz Coombes, Danny Goffey y Mick Quinn encandilando en base a toneladas de frescura, buen humor y diversión, sin que esto riñese en ningún momento con una calidad fuera de toda duda. “I Should Coco” en un álbum encantador, de aspecto jovial, ritmo desenfrenado y ambientes luminosos, pero además compensado y sin apenas relleno a lo largo de sus trece cortes. Suyos son himnos como “I'd Like To Know”, “Caught By The Fuzz”, “Alright”, “Mansize Rooster” o “Lenny”, que han demostrado seguir cumpliendo con su función veinte años después. Además a pesar del descenso de popularidad sufrido a partir de su cuarta entrega, “Life On Other Planets” (02), el combo supo mantener cierto interés sobre una obra que fue evolucionando hasta su separación en 2010.
6. Paul Weller “Stanley Road” (07.06.95)
Todo movimiento que se precie debe tener un padrino, y Paul Weller no sólo era una influencia evidente para la mayoría de los grupos tras su paso por The Jam y The Style Council, sino que además era (y es) un icono destacado de esa cultura británica que tanto se pretendía ensalzar. Además el modfather siempre había estado vigente, por lo que tras publicar previamente un par de buenos discos en solitario, lo de “Stanley Road” vino rodado. Se trataba de un álbum excelente, pleno en canciones vigorosas y tremendamente actuales para la época y con bonito diseño a cargo de Peter Blake (responsable de la mítica cubierta del “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” de The Beatles). Además entre el vocalista y las bandas del momento (Oasis, Blur,…) había un explícita admiración mutua que generó varias colaboraciones (Noel Gallagher participa en el elepé), por lo que Weller se convirtió, casi por inercia y con mayoría a favor, en el tótem perfecto con el que alimentar aún más la maquinaria.
7. Oasis “(What’s The Story) Morning Glory?” (15.08.95)
Aunque los hermanos Gallagher revitalizasen de manera definitiva el papel de la música británica a nivel global (y de la clase obrera en particular) con su imponente debut “Definitely Maybe” (94), lo cierto es que la continuación de apenas un año y medio después encajaba mejor en las cualidades del Brit pop. El elepé presumía de sonido más cuidado que su antecesor y una producción más trabajada, además de incluir himnos masivos como “Wonderwall”, “Roll With It” o “Don’t Look Back In Anger”. Por supuesto la mediática y jugosa en titulares ‘Batalla del Brit pop’ mantenida con los Blur del “The Great Escape” (95) animaron poderosamente el cotarro y ayudaron a aumentar el tamaño de la bola. Todo este cúmulo de circunstancias convirtieron a “(What’s The Story) Morning Glory?” (96) en pieza clave del movimiento, con la creatividad y el descomunal nivel compositivo del Noel Gallagher de la época elevando el álbum al estatus de imprescindible.
8. Cast “All Change” (16.10.95)
Capitaneados por John Power -ex bajista de los legendarios The La’s-, Cast son el ejemplo de grupo inteligentemente reciclado por su líder para la ocasión, al igual que hiciese Shaun Ryder con Black Grape y las cenizas de Happy Mondays. Tras disolverse los mencionados The La’s dejando tras de sí un único (y mítico) álbum homónimo a sus espaldas, Power tomó la voz cantante en un grupo que, desde la siempre inquieta Liverpool, cumplía con los parámetros más evidentes del brit pop: melodías redondas, canciones atemporales, voz agraciada y pop excelentemente facturado. Todos sus discos son fiables, pero el debut “All Change” (95) y su continuación “Mother Nature Calls” (97) son los más representativos de la época y también los más inspirados, con un amplio número de gemas siempre deliciosas como “Alright”, “Finetime” o "Free Me" entre su herencia.
9. Echobelly “On” (17.10.95)
Los grupos liderados por féminas tuvieron una importante y numerosa presencia en el fenómeno del brit pop. Desde las propias Elastica (capítulo aparte para ellas) y pasando por Echobelly, Lush, Catatonia, Powder y sobre todo Sleeper, quienes si bien en nuestro país lograron menor repercusión, en Inglaterra aún son considerados importantes valedores de la época. Sirva en el presente repaso el grupo de la exótica Sonya Madan como representante de todos ellos, al acumular cualidades y lucir como la más resultona de todas. Y es que la formación siempre fue capaz de incluir cuatro o cinco canciones redondas por disco, y su encantadora presencia significaba un soplo de aire fresco en la escena. Su mayor logro se encuentra en el segundo álbum “On” (95), un trabajo sólido que además incluía las maravillosas “King Of The Kerb” y “Great Things”. Además el grupo también cumplió en otros discos notables como “Lustra” (97) y “Everyone's Got One” (94), y a día de hoy sus singles continúan sonando igual de agradecidos.
10. Menswe@r “Nuisance” (24.10.95)
Menswe@ar merecen capítulo aparte porque, para muchos, representan en sí mismos esa exageración que terminó con la explosión de la burbuja. La banda conquistó portadas y escenarios de televisión sin ningún material publicado y, al contario que sucediese cuatro años antes con el caso similar de Suede, la apuesta no salió bien. El debut del grupo fue un álbum ciertamente entretenido, plagado de falsetes, temas pegadizos y entretenido dramatismo de andar por casa, pero desde luego de escasa profundidad y carente de cualquier tipo trascendencia real. Una mera curiosidad a todas luces demasiado escaso como para colarlos como la nueva gran banda de Inglaterra. La sobrevaloración, el ego exagerado de su líder Johnny Dean y otros tipos de excesos propiciaron su expiración como grupo, no sin que antes grabasen un segundo disco con irónico título en castellano, “¡Hay tiempo!” (98), al que absolutamente nadie prestó la más mínima atención. La presencia de la formación queda como anecdótica, y aunque el movimiento se mantuvo durante varias temporadas más, su prematuro encumbramiento ejemplifica a la perfección cómo logros comenzaban a hincharse descaradamente.
11. Pulp “Different Class” (30.10.95)
Pulp fue ejemplo de grupo gafado en términos de aceptación hasta la llegada del brit pop. Jarvis Cocker y compañía habían estando publicando discos interesantes y con personalidad desde los ochenta, siempre con la discreción como respuesta. Todo cambio en la siguiente década y el combo pudo tomarse cumplida venganza con “His 'n' Hers” (94), allanando el terreno para la definitiva victoria que vendría después. “Different Class” (95) fue sencillamente el álbum perfecto para el momento: irónico, llamativo… y mayúsculo. Un álbum soberbio en el que Cocker da definitiva rienda suelta a sus peculiaridades creativas para conquistar en plenitud las islas. El disco es seguramente, junto al “Parklife” (94) de Blur y el “Coming Up” (96) de Suede, el más fiel representante de la época: hedonismo, éxitos evidentes, lirismo y talento en perfecto equilibrio. Himnos aún vigentes como “Common People”, “Disco 2000” o “Mis-Shapes” son la perfecta banda sonora para entender cómo funcionaba la Inglaterra musical de mediados de los 90.
12. Ocean Colour Scene “Moseley Shoals” (08.04.96)
En la escena de mediados de los noventa quien más y quien menos lucía flequillo y tenía en los mods clásicos a un referente relativamente claro, pero el más evidente y realista revival de la época fue el firmado por el cuarteto de Birmingham Ocean Colour Scene. Liderados por el vocalista Simon Fowler y el guitarrista Steve Cradock, la banda fue abiertamente apadrinada por Paul Weller (Cradock continúa ejerciendo como fiel escudero del propio Weller), tras un primer álbum homónimo que pasó sin pena ni gloria y del que el grupo siempre ha renegado. Todo lo contrario sucedió con el excepcional “Moseley Shoals” (96), que resultó un éxito de crítica y público conquistando al país con su sabor añejo y tintes negroides perfectamente actualizados. La inclusión de canciones tan deslumbrantes como “The Circle”, “The Day We Caught the Train” y, sobre todo, “The Riverboat Song” hicieron el resto y situaron al grupo en lo más alto. Después de que la época gloriosa dejase otros discos de gran nivel como “Marchin' Already” (97) y “One From The Modern” (99), la banda ha continuado publicando discos de manera periódica y con irregulares resultados, el último de ellos “Painting” (13) el pasado año.
13. Ash “1977” (06.05.96)
El brit pop desbordó las fronteras de Inglaterra hasta alcanzar cualquier rincón del Reino Unido. Ash venían de Irlanda del Norte y, tras un mini-LP áspero como “Trailer” (94), levantaron ligeramente el pie del acelerador para firmar “1977” (96), que incluía un clásico absoluto de los noventa como “Girl From Mars”, además de otros destacados como “Goldfinger”, “Oh Yeah” o “Kung Fu”. En cualquier caso, la banda liderada por Tim Wheeler -que en breve publicará su primer álbum en solitario- mantuvo siempre vigente su personalidad, sonando de lo más consistente y con un ritmo acelerado. El trío tuvo en este álbum uno de sus momentos álgidos aunque no el único, ya que otras entregas como “Nu-Clear Sounds” (98) y sobre todo el brillante “Free All Angels” (01) también funcionaron. En la actualidad la banda continúa ejerciendo y publicando nuevo material con una periodicidad normal, últimamente en formato de single digital tras adaptarse a los nuevos tiempos.
14. Manic Street Preachers “Everything Must Go” (20.05.96)
Los galeses Manic Street Preachers se vieron obligados a reinventarse con su cuarto disco, en su caso por circunstancias forzosas y dramáticas tras la desaparición aún no aclarada del letrista Richey Edwards. Una vez más, la respuesta ante la adversidad fue concluyente y el trío consiguió superarse a sí mismo con “Everything Must Go” (96), seguramente el mejor disco de toda su carrera. La conversión implicó una domesticación del sonido con respecto a sus tres primeros elepés, que tuvo excelentes resultados en un álbum rabioso y doloroso, pero también elegante y con personalidad propia. La banda repetiría estilo y resultados con su siguiente entrega, “This Is My Truth Tell Me Yours” (98), lanzada en el ocaso del movimiento e igualmente acertada, con la que confirmaban una continuidad que se ha extendido hasta la actualidad. De hecho, el grupo ha probado su buena forma publicado dos discos notables (y muy diferentes entre sí) en menos de un año, “Rewind The Film” (13) y “Futurology” (14).
15. Super Furry Animals “Fuzzy Logic” (20.05.96)
Si Kula Shaker son admitidos como psicodélicos, a Super Furry Animals hay que calificarlos directamente de lisérgicos. Desde Gales y liderados por un vocalista inquieto y de exquisito gusto por las melodías como Gruff Rhys, la banda debutó con un jugosísimo “Fuzzy Logic” (96), al amparo del imprescindible sello Creation, propiedad del histriónico Alan McGee y dejando para el recuerdo dos clásicos del repertorio como “God! Show Me Magic” y “Something For The Weekend”. El grupo tenía poca pinta de preocuparse por etiquetas estilísticas, pero lo cierto es que por encanto y singularidad no podían faltar en la presente selección, ya que suya era una de las propuestas más coloridas, vistosas y sugestivas de mediados de los noventa. Si bien nunca se ha anunciado su explícita separación, la implicación de su líder en ambiciosos discos en solitario -“American Interior” (14) es de esta misma temporada- y otros proyectos como Neon Neon hacen que, quizá sin planificación previa, “Dark Days/Light Years” (09) quede como definitivo canto del cisne de un combo que jamás permitió que su propuesta cayese en el ostracismo.
16. Suede “Coming Up” (02.09.96)
Para muchos el renacer de la música británica comenzó con ellos, en el preciso momento en que conquistaron las portadas de los principales semanarios ingleses con el single “The Drowners” como único material publicado. Suede ilustraban así una renacida confianza en las bandas del país, tanto para medios como para público, con el cuarteto bebiendo de los clásicos (en su caso The Smiths, David Bowie o Queen brillaban en la solapa). Sin embargo, tras dos discos impecables y cargados de apasionado dramatismo como “Suede” (93) y “Dog Man Star” (94), Brett Anderson tuvo que afrontar el abandono de Bernard Butler, co-autor hasta la fecha de todos los temas y excepcional guitarrista. Su respuesta fue “Coming Up” (96), un álbum que mantenía la personalidad del grupo pero que a la vez encajaba a la perfección en la tendencia presente, al resultar más afilado, vertical y pleno en singles. Irresistible glamour de mercadillo que conquistó las listas gracias a clásicos inapelables como “Beautiful Ones”, “Trash”, “Filmstar” o “Saturday Night”, si bien casi cualquiera de los diez temas incluidos habría funcionado como sencillo.
17. Kula Shaker “K” (16.09.96)
Llegaron un poco tarde a la celebración, pero lo hicieron con el impulso necesario como para convertirse inmediatamente en destacados de la escena con su exitoso debut “K” (96). Encabezados por el vocalista y guitarrista Crispian Mills, Kula Shaker representaron sin tapujos la facción más psicodélica y mística de la hornada británica de la época, siempre cuidándose de no perder la conexión con el público. Lo cierto es que la mezcla de elementos reaccionaba y resultaba hipnótica en canciones tan impactantes como “Hey Dude”, “Knight On The Town” o la misteriosa "Tattva”. El cuarteto repitió acierto con una notable continuación como “Peasants, Pigs & Astronauts” (99), pero las preferencias de los aficionados ya comenzaban a cambiar. Fue su último fogonazo antes de que Mills cambiase de formación poniéndose al frente de los interesantes The Jeevas, y posteriormente recuperase el nombre de su primera banda para lanzar dos discos sin demasiada historia hacia finales de la siguiente década: “Strangefolk” (07) y “Pilgrims Progress” (10)
18. The Chemical Brothers “Dig Your Own Hole” (07.04.97)
El dúo formado por Tom Rowlands y Ed Simons fue el mejor ejemplo que cómo todo aquel que pudo no dudó en subirse al carro, incluidas las bandas electrónicas. Los mancunianos se encontraban evidentemente al margen del estilo imperante pero, además de vivir su mejor momento creativo, supieron aprovechar la tesitura para rodearse convenientemente (Noel Gallagher en dos ocasiones, Beth Orton, Tim Burgess o Richard Ashcroft prestaron su voz a los químicos en uno u otro momento) y alcanzar el éxito masivo aprovechando la inercia. Así temas como "Block Rockin' Beats", “Setting Sun" o "Elektrobank" encajaron perfectamente en las sesiones de la época. El caso de la dupla es representativo y otros artistas más o menos similares como Goldie, Prodigy o Underworld -gracias a la inclusión del insinuante “Born Slippy” en la banda sonora de la generacional “Trainspotting” (Danny Boyle, 96)-, también tuvieron su parte de protagonismo en toda esta historia.
19 . The Charlatans “Tellin’ Stories” (21.04.97)
The Charlatans había iniciado su trayectoria tiempo atrás, al igual que ocurría con otros artistas como Edwyn Collins, James, New Order o Echo & The Bunnymen, pero todos ellos supieron elegir un productor acorde, readaptar su carrera, y evolucionarla en un sentido capaz de coger la senda de la época. Tim Burgess y compañía venían de ser uno de los artífices del sonido Madchester y, tras pasarse progresivamente al indie contemporáneo, alcanzaron la cumbre creativa en su quinta entrega. Aunque publicado con el brit pop ya sumido en una lenta remisión -la mala acogida del “Be Here Now” (97) de Oasis tuvo mucho que ver en este ocaso-, la obra encajó con soltura en la corriente predominante logrando además un gran éxito comercial. “Tellin’ Stories” (97) fue un intachable conjunto de canciones sin atisbo de desperdicio, dotado de tal convicción y emoción que su impacto permanece inalterable.
20. The Verve “Urban Hymns” (29.09.97)
A The Verve les ocurrió algo parecido a lo sucedido con Blur: contaban con dos buenos discos previos como “A Storm In Heaven” (93) y “A Northern Soul” (95), reconocidos y bien recibidos, pero con los que no habían logrado alcanzar el escalafón definitivo. El ascenso a puestos destacados de la primera división llegó con el espléndido “Urban Hymns” (97), donde Richard Ashcroft y compañía denostaban la brumosidad y oscuridad presente en anteriores trabajos para firmar precisamente eso, un disco con el que llegar a un público más amplio. La apuesta fue solvente a pesar de que se puede considerar al año 1997 como el principio del fin. Pero las propias virtudes del álbum y el peso específico de ese himno en que se convirtió “Bitter Sweet Symphony” (el vídeo rodado para la ocasión tuvo casi la misma importancia que la canción) resultaron argumentos de sobra, perfectamente secundados por otros aciertos evidentes como “The Drugs Don’t Work”, “Lucky Man”, “Sonnet” o “The Rolling People”.
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