La etiqueta ‘mestizaje” no ha estado exenta, como casi todas ellas, de cierta polémica a la hora de su delimitación. Hay quién opina que el género se debe circunscribir tan solo a los grupos que, con un punto de mira en The Clash, y luego en Mano Negra, se dedicaron a fusionar el rock y el punk con los sonidos que venían del caribe, principalmente el reggae.
Sin embargo, el mestizaje empezó a crecer pronto, y a englobar a muchas otras bandas que mezclaban con total libertad todo lo que se les pusiera a tiro. Incorporando la rumbita, el rap, la cumbia, la salsa, el dub, pero también las percusiones africanas o la fanfarria balcánica, de una forma tan anárquica que se desligaba de cualquier tradición y no podía ser calificada como música de raíz o -aunque sea otra etiqueta muy denostada- world music. Era otra cosa. Tenía un componente ‘alternativo’ que surgía del encuentro bajo un mismo techo de músicos de diferentes culturas, tradiciones y lenguajes. Y, claro, en ese batiburrillo multi-musical, una ciudad de acogida como Barcelona, iba a ser a finales de los noventa primeros dos mil, un enorme laboratorio que proporcionaría un hervidero de bandas con un único objetivo: mezclar hasta que no hubiera un mañana.
En este artículo Mondo Sonoro ha querido hacer una selección de los 12 discos más representativos de lo que significaron aquellos años de fusión, fiesta y desenfreno. Años de resaca post-olímpica que propiciaron la llegada de muchos músicos de todas las partes del mundo, para que se fundieran en un abrazo con la escena local más ajena a un rock catalán ya en horas bajas y, también, a las instituciones. Años de tocar en la calle y en los bares del Raval, es decir, la mejor de las escuelas.
Dicha selección no se ha realizado, por tanto, en términos de “mejor a peor”. Estos doce trabajos han sido escogidos teniendo en cuenta lo acontecido en una década (1997-2007) crucial para el género, y pensando también en la influencia que han tenido después en una escena que no ha parado de crecer. Un orden cronológico que busca embarcar al lector en un viaje a lo largo de aquellos años en los que Barcelona era una fiesta no exenta de reivindicación social y política.
Color Humano - “Hambre de Vida” (Tralla records, 1997)
Siempre que se habla de mestizaje, resulta inevitable que la figura de Manu Chao aflore en la conversación. Sin embargo, muchas veces olvidamos que hubo más bandas en Francia que, junto a Mano Negra, ayudaron a sembrar lo que, con los años crecería con fuerza en Barcelona. Me refiero a grupos como Les Negreses Vertes o Noir Desir y poco después Zebda y Color Humano. De hecho, estos últimos fueron básicos a la hora de crear esa correa de transmisión real entre lo que pasaba en su país y lo que iba a pasar en Barcelona. Y es que fue instalarse de manera definitiva en la Ciudad Condal para que Tralla records se interesara por ellos y les reeditara su primer álbum “Moskowa libre”. Disco que había visto la luz en Francia el año anterior. “Hambre de Vida” es su segundo álbum y el que los sitúa en el mapa. En especial gracias a una canción bandera como “Cómete la vida”, en la que se dan cita las principales virtudes del grupo: El mensaje vital y antisistema de su malogrado cantante Jose Capel y la emblemática armónica de Stéphane Laidet. Es un trabajo en el que se nota la fuerte influencia de los Mano Negra de “Casa Babylon”, pero también el peso del reggae de Third World o “Steel Pulse” (“No veo”, “Oye Ya!”, “Hijos de un Mismo Mar”). Pero si quieres adentrarte en su música, resulta muy recomendable explorar el recopilatorio de Kasba ha publicado con motivo del 20 aniversario del sello. Y es que “Zumo de vida” incluye las mejores canciones de los cuatro álbumes del grupo y sirve de bonito homenaje a Jose Capel.
Trimelón de Naranjus - “Zumo para tus orejas” (Tralla records, 1997)
Más allá de los que sucedía en el Raval de Barcelona, no se puede entender el mestizaje catalán sin tener en cuenta el área metropolitana y Santa Coloma (Santako) en particular. Un pequeño pueblo convertido, a lo largo del siglo pasado, en gran ciudad dormitorio y que acogió y sigue acogiendo a mucha población migrante. Un proletariado que logró conservar su orgullo de clase obrera, forjando un sólido entramado asociativo y vecinal que siempre ha dado pie a la permanencia de un fuerte tejido musical. Trimelón de Naranjus son los mejores y mayores representante del espíritu canalla y anárquico de la ciudad. Esencia que supieron condensar en un gamberro batiburrillo de sonidos y estilos, dispuestos con gran desenfado y desmadre. Su primer disco “Zumo para tus orejas” bebía del rock menos canónico, pero pincelado por el funk, el ska o la rumba. Escuchado hoy el álbum muestra sus carencias en una producción bastante chusca, pero eso importaba muy poco cuando los veías en directo. Ahí el tristemente fallecido Melón Maguila, Dani Lillo y -como no- Muchachito, eran imbatibles. Y máxime cuando se acompañaban de un espectáculo circense de fuerte impacto visual.
Dusminguet “Vafalungo” (Chewaka/Virgin, 1998)
Que se detenga el tiempo porque el trío más calavera del mestizaje catalán, y el que mayor influencia ha ejercido en todo lo que vino después, está en la casa. Y es que, si tuviera que ordenar esta selección en términos de calidad, este disco sería el indiscutible número uno. “Vafalungo” es algo así como la pieza filosofal del movimiento; la esencia de lo que significa la etiqueta ‘mestizo’. Todo está aquí condensado en quince canciones que te ofrecen un viaje por el mediterráneo y el caribe a bordo del velero de su icónica portada. Rumba, canción mediterránea, polka, cumbia, reggae, bachata, cha cha chá, lo que sea… Y todo mezclado con tanta personalidad que, pese a la extensa variedad, siempre guarda el sello de la banda. Sin este disco, grupos que vinieron después como Doctor Prats, Buhos, Stay Homas, La Pegatina o Txarango no hubieran sido lo mismo. Y si Peret es el indiscutible rey de la rumba catalana, Joan Garriga, y su icónico acordeón, es el indiscutible padrino del mestizaje. Solo hay que analizar su extensa carrera posterior con La Troba Kung-Fu o al frente de El Mariatxi Galàctic para otorgarle el máximo de los galardones. Si el mundo fuera lo justo que debería ser, Dusminguet hubieran tenido que llevarse las mieles del éxito que otros cosecharon después. No fue así y un desdichado viaje a México dejó a la banda muy tocada y abocada a su disolución posterior. Sin embargo, este pasado verano regresaron fugazmente a los escenarios para celebrar el 30 aniversario de la Cafetería Slàvia de Les Borgues Blanques. Un histórico concierto ante más de seis mil almas que, en el mejor de los sueños de cualquiera, podría ser la antesala de una futura reunión. Con ellos nunca se sabe y es que son tan irrepetibles como imprevisibles. Es lo que tiene haber nacido en La Garriga.
Macaco - “Rumbo Submarino” (Edel, 2001)
Convertido en artista de alcance internacional, puede que a muchos les pueda sorprender que Macaco estuvo ahí desde el principio. Ya en 1994, el mismo año en que empezaba su andadura Mondo Sonoro, Dani era parte de Doctor No junto al guitarrista Pablo Schvarzman (Seward). y el gran Toni Pagés (batería). Una formación que bebía del crossover estadounidense de bandas como Bad Brains, Infectious Grooves o Red Hot Chili Peppers. Pero iba a ser mudando de piel y pasando a otro tipo de fusión mucho más latina, y con la rumba y el ragga como brújula, que el catalán empezaría a llamar la atención gracias a su peculiar estilo. En su primer disco, “El mono en el ojo del tigre”, se empezaba a vislumbrar su nuevo rumbo, pero fue con su segundo álbum, con un mejor sonido, unas ideas más claras y canciones que aún suenan rotundas como “Na de ti”, “S.O.S.” o “Pirata de agua salada” que el proyecto empezó a colocarse en la rampa de lanzamiento del éxito que vendría después.
Cheb Balowski- “Bartzeloona” (Propaganda Pel Fet!, 2001)
Al principio de todo fue el caos. Doce músicos con sus doce bagajes, filias y fobias, se juntan sin prejuicios ni taras para abrazar todo el mediterráneo. De los Balcanes a Argelia, de la fanfarria al rai, pero bajo la tutela siempre del desenfreno de esa escuela que proporciona el rock. Su cantante Yacine Belahcene i Benet canta en árabe, catalán, castellano y francés, cosa que resulta toda una rara avis y que confiere una gran peculiaridad al combo. Además, tienen la suerte, o el acierto, de ponerse bajo la tutela en la producción de un experimentado Iñigo Muguruza con lo que nada podía salir mal. El resultado es un gran disco de debut que demuestra la solidez instrumental de sus componentes y que proporciona justo lo que promete: “pachanga para bailar” con la denominación de origen de la “Bartzeloona” más mestiza.
Ojos de Brujo “Bari” (La Fábrica de Colores / Warner, 2002)
No fueron los primeros en hacer fusión con el flamenco. Está claro que antes estuvieron Camarón y Paco de Lucia, pero también Ketama. Martirio y Pata Negra. En lo que sí fueron pioneros es en darle al flamenco una dimensión urbana y anti-capitalista. “Jipjop flamenquillo” con letras de calado social y una gestión asamblearia que fue motor y losa a la vez. “Bari”, su segundo álbum, fue un golpe rotundo que agitó el avispero y puso la lupa internacional en el nuevo sonido que venía de Barcelona. El punto de inflexión, vaya. Y toda gracias a temas incontestables que aún a día de hoy suena a clásicos del género. Solo hay que escuchar “Ventilaor R-80”, “Naita”, “Quien engaña no gana” o “Ley de la gravedad” para certificarlo. Luego vendría “Techarí”, otro álbum enorme, más pensado y sofisticado, pero sin la misma frescura. La cosa creció tanto que se salió de madre y una serie de malas decisiones sembraron la discordia en un grupo con tantos líderes como caminos que tomar en el futuro. De lo que surgió tras su disolución, nada memorable, lo que da que pensar que, en esta ocasión, la suma de talentos sí dio como resultado un talento mucho mayor. Y eso es algo que no sucede todos los días.
La Kinky Beat “Made In Barna” (Kasba, 2004)
Titularlo ‘hecho en Barcelona’ ya implicaba de por sí toda una declaración de intenciones. Y es que La Kinky Beat fue una banda creada a partir de la unión de músicos con larga experiencia en la escena mestiza de la ciudad, formados muchos al amparo de los Radio Bemba de Manu Chao, pero también de Trimelón de Naranjus (colaboración estelar de Muchachito en el disco incluida). Ellos aportaron un inédito frenesí al estilo que los puso en boca de todos, al ser garantía de fiesta y pogo. Y lo hicieron con una salvaje combinación de reggae, pachanga y rock, interpretado por dos cantantes Matahary y Willy Fuego (también guitarra) que le daban mucha más textura y dinamismo a canciones como “Pirata Capitán”,“No es lo mismo” o “Maria Maria”. El disco, además, se convirtió hace veinte años en la primera referencia del sello Kasba Music y eso les ha llevado a su reedición en vinilo como testigo de una época en la que Barcelona era una fiesta. Su posterior evolución hacia sonidos más electrónicos, donde se incorporó el dub, el jungle o el drum’n bass, pero sin perder su vocación de fabricar himnos altermundistas, dio lugar a la eclosión de la figura de su percusionista Chalart58 como productor y alquimista dub, trabajando codo con codo con artistas como el propio Manu Chao, Fermín Muguruza, Sr. Wilson, Adala o Green Valley.
Gertrudis - ‘Teta’ (Música Global, 2004)
Surgidos, al igual que Dusminguet, del pueblo de La Garriga a las faldas del Montseny, el trío integrado por Xavi Ciurans, Xavi Freire y Edu Acedo, se encuentra en la actualidad inmerso en su gira de despedida que tendrá, el próximo 23 de noviembre en la sala Razzmatazz de Barcelona, su último baile. Así se cerrará una época que ha durado la friolera de veinticinco años, aunque no fuera hasta 2004 que viera la luz su primer álbum. Ellos le dieron una nueva dimensión a la rumba catalana con la peculiaridad de integrar el violín en unas canciones en las que mezclaban sin complejos el catalán con el castellano. “Teta” fue su carta de presentación discográfica y pronto se vio su capacidad para generar dinámicas muy diversas que podían girar hacia los Balcanes (“Almejilla”), la cumbia (“Carita de Rosa”), la salsa (Augurio), reggae (“Manos Arriba”) y como no la patxanga en general (“El Jou”). Una variedad muy festiva que supieron defender más que bien en directo y que les llevó a colaborar con músicos como Jarabe de Palo, Macaco, Peret, Sabor de Gracia, Los Manolos, Txarango o Joan Garriga.
08001 - “Raval ta Joie” (Autoeditado, 2004)
A diferencia del resto este disco es otra cosa. Y lo es porque, junto al álbum fantasma de La Colifata, - colectivo de músicos de la calle que denunció con un disco coral la presión policial de la Guardia Urbana de Barcelona - es el que mejor recoge el espíritu multi-cultural que se respiraba en la Ciudad Condal en los primeros años dos mil. Lo curioso es que todo surge a partir del uso que, el productor Julián Urigoitia, le da al estudio que él mismo monta en un antiguo almacén familiar de la calle Sant Gil, situada en el distrito 08001, es decir, en pleno Raval barcelonés. Por allí y con Pascal Leblond y Christian Callens (ex Color Humano) como sección rítmica, más unas bases del propio Julián, este se propuso completarlas con la participación de más de una veintena de músicos y cantantes surgidos de la escena de la ciudad. Del cantante argelino Adlen Kloufi al guineano Bidji (Lyricson) de Radio Bemba, muchos fueron los que se pasaron, sin coincidir nunca entre ellos, para dejar huella. El resultado de esta inusual propuesta fueron once temas que se manejan mayormente en la onda rai-africana-marroquí, y que poseían un tempo en general lento, pero vibrante. “Arien” o “Lack of Love II” aparentemente opuestas, son dos buenos ejemplos a resaltar y que indican la alta clase de este proyecto.
Muchachito Bombo Infierno - “Vamos que nos vamos” (El orfanato eléctrico, 2005)
Como en el cuento de Augusto Monterroso, cuando el mestizaje despertó, Jairo Muchachito ya llevaba dieciocho años dándole en bandas de todo pelaje como La Banda del Desfiladero, Los Fraguels, Ego Trip, Los Tronchos, Trimelón de Naranjus o La Boca… Y lo mejor es que ahí sigue: incombustible y con el entusiasmo aparentemente intacto. Sin embargo, fue este primer disco el que empezó a darle una nueva dimensión, colocándolo en el centro del universo mestizo catalán, gracias a su peculiar estilo bautizado como “Singuerlín Style”, en honor al barrio de Santako que lo vio nacer. Y es que Jairo siempre ha sido una batidora que ha recreado un cóctel musical a base de una gotas de Jonathan Richman, la pulpa de Kiko Veneno, Gato Pérez y Peret con el alcohol de los Stray Cats. Todo ello aderezado con su desparpajo lírico, de universo propio, y unas canciones que tenían el latir trepidante de su bombo infernal. Y para certificarlo, solo hay que dejarse llevar por el funk sideral de “Será mejor”, la dulce delicadeza reggae de “Luna”, el loco-swing de “Paquito Tarantino” o ese hit inmortal que le acompañará mientras sueñe titulado “Siempre que quiera”, aunque todo el mundo la conozca como “Ojalá no te hubiera conocido nunca”. Toda una fiesta que aúna el latido de su acelerado corazón con la filosofía más pura por canalla y callejera.
Che Sudaka - “Mirando el mundo al revés” (K-Industria, 2007)
Antes hemos hecho mención al recopilatorio bautizado como “La Colifata” que puso en el mapa a una serie de bandas de la ciudad que se ganaban parte del sustento tocando en la calle, enfrentándose a diario al peligro del decomiso de sus instrumento por parte de la policía de una ciudad que por un lado presumía de ‘sonido’, pero por otro te atizaba a la mínima. Pues bien, los argentinos Che Sudaka fueron una de esas bandas, aunque fue con “Mirando el mundo al revés”, su tercer disco, que la cosa cogió mucha más volada, gracias a mostrar la parte más acústica de sus composiciones, pero sin olvidar su acento reggae-punk. Trece canciones de letras directas, sinceras, reivindicativas y sin desperdicio, con las colaboraciones de Amparo de Amparanoia, Karamelo Santo, Un Kuartito o Selector Matanzas de Radio Chango, para demostrar que no solo eran capaces de estar tres horas en un escenario sin que disminuyera la energía porque, como ellos mismos afirmaban y afirman: “Che Sudaka es una forma de vida”.
La Pegatina - ‘Al carrer’ (Autoeditado/Warner, 2007)
Y así, tras un viaje que hemos iniciado en el 97, finalizamos diez años más tarde con el primer disco de La Pegatina. Y lo hacemos, no porque sea el mejor de sus trabajos -que no lo es- sino porque, en cierta medida, es un disco que marca el pistoletazo de salida a una nueva generación de bandas que, inspiradas por los que había estado ahí antes que ellos (Manu Chao, Dusminguet, Ojos de Brujo, La Kinky Beat..) marcarán el futuro del estilo en la década siguiente y hasta nuestros días. Me refiero a La Pegatina, pero también a Txarango, Zulú 9:30, Oques Grasses, La Sra Tomasa, Bongo Botrako, Maruja Limón , Doctor Prats, Stay Homas o Habla de Mi en Presente.
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