Depeche Mode, treinta años de “Violator”
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Depeche Mode, treinta años de “Violator”

Marcos Gendre — 20-03-2020
Empresa — Sire / Warner

Todo comenzó el 29 de agosto de 1989, aquel día, desde Los 40 Principales, Joaquín Luqui anunciaba “Personal Jesus”, el nuevo single de Depeche Mode, uno de sus grupos fetiche. Hasta aquel entonces, la repercusión de los cuatro de Basildon en España estaba limitada a un culto numeroso de feligreses, pero culto, al fin y al cabo.

En aquel final de verano de 1989, “Personal Jesus” se filtró en las emisoras de radio por onda expansiva. Los acordes casi mántricos del synth-country cosido por Martin L. Gore se colaron en el tercer puesto de las listas españolas de singles, uno de los tantos charts de medio mundo donde la avanzadilla que anunciaba a “Violator” (Mute Records, 90) se hizo material, y también brotó una resurrección synthpop que tuvo su momento de gloria entre 1989 y 1991.

En aquella temporada, las radios volvieron a ser testigos de una sustanciosa cosecha binaria. Dentro de los márgenes entre pop orgánico y tapizado sintetizado, New Order se nutrió de latido house ibicenco en el insuperable “Technique” (89). Desde otro extremo, Marc Almond se dedicaba a recordar sus tiempos al mando de Soft Cell por medio de “The Tenement Symphony” (90). Por su parte, Pet Shop Boys se vestían de alta costura en “Behauviour” (90), mientras The Beloved encontraban la fórmula secreta del tecno house mediante “Happiness” (90). La curiosidad se elevaba al cubo por medio del súper grupo formado por Bernard Sumner y Johnny Marr, que debutaban como Electronic en 1991 con un capricho dance pop relleno de singles infalibles.

Casi al mismo tiempo, Depeche Mode integraban significantes rock en su vocabulario con preciso tacto quirúrgico y nacía Madchester, sublimación de hedonismo acid, caracterizado por la fusión del funk, psicodelia sesentera y camisetas-camisones grafiteados. Happy Mondays fueron a Madchester lo que los Ramones al punk, la esencia. En cuanto a sus vecinos, The Stone Roses, su integración dance en caligrafía The Byrds, nos hacían creer que los sesenta habían retornado en forma de MDMA.

Quienes vieron el futuro antes que nadie en aquellos años fueron los olvidados World Of Twist, de los que Primal Scream y Andrew Weatherall copiaron la receta para “Screamadelica” (Creation, 1991), prueba definitiva del remozado rostro dance del rock, con ejemplos tan rotundos como “Unbelievable”: el incendiario single que encumbró a E.M.F. como hype de la temporada en toda Europa.

Mientras la semilla del britpop y el grunge estaba por germinar, la mecha prendida por Depeche Mode atisbó una revolución forjada desde las vías alternativas del underground.

La conquista española

“Personal Jesus” se convirtió en estandarte de una época que retomaba los valores del synth pop 81, aunque dentro de un nuevo contexto rock. De hecho, a día de hoy muchos siguen considerando a Depeche Mode como una banda de idiosincrasia rock, a partir de la publicación de “Personal Jesus”. Esta teoría no deja de ser tan acertada como parcial, si tenemos en cuenta la sensibilidad andrógina de Martin L. Gore y singles como “Enjoy The Silence”, segundo adelanto de “Violator”, publicado el 5 de febrero de 1990.

El impacto generado por dicho single fue incluso mayor que “Personal Jesus”. Eso sí, tres décadas después, esta última sigue siendo la canción más veces pinchada y versionada de Depeche Mode, con el cum laude para la adaptación que el “Hombre de negro”, Johnny Cash, realizó de la misma para “American Recordings IV: The Man Comes Around” (02).

Sin embargo, fue “Enjoy The Silence” la que, a comienzos de 1990, se hizo con el primer puesto en la lista de singles españolas. En aquel primer trimestre del año, Depeche Mode fueron consolidando la conquista española con repetidas actuaciones en programas de la parrilla televisiva.

Desde radio y televisión, se estaba allanado el camino para el impacto brutal generado por Violator, que el 19 de marzo salió disparado al número uno de las listas de ventas españolas e incluso se hizo con el séptimo puesto de los charts yanquis, hasta aquel entonces terreno casi prohibido para Gore y su troupe.

El estruendo provocado por Depeche Mode se hizo material a lo largo y ancho del globo terráqueo, con trece países en los que copó la parte más alta del cajón en las listas de ventas.

Pero, ¿por qué?

Treinta años después, la pregunta acerca del tremendo éxito cosechado sigue siendo una de las más repetidas. La esencia nocturna, confesional, religiosa y narcótica del disco no eran los ingredientes más adecuados con los que triunfar entre las masas. Títulos como el de su anterior álbum en estudio, “Music For The Masses” (87), se desprendieron de la ironía por medio de una palabra que atacaba el cerebelo como bisturí envenenado: “Violator”.

Llevar esa camiseta en 1990 y 1991 era una provocación a las conciencias y cánones adoptadas por las corrientes generalistas. De alguna manera, “Violator” materializaba el credo pregonado por John Lydon cuando montó Public Image Limited: inocularse como un virus dentro de la industria musical.

Una de las claves fue atraer también a las hordas rock a su llamada. Porque “Violator” no deja de ser el gran híbrido synth-rock de la historia del pop. Las métricas blues están calibradas en tacto sintetizado, tal que en “Sweetest Perfection” o “Policy Of Truth”, mientras que vídeos en clave cowboy como el de “Personal Jesus” ofrecen una imagen en las antípodas del homoerotismo descocado del que hicieron gala en los años previos a “Music For The Masses”.

De canciones perfectas

La sensibilidad extrema enmascarada en la sexualidad rotunda de Dave Gahan, engalanada en cuero negro, fue la receta con la que engancharon a góticos e influyeron a diferentes ramas del metal, con grupos como Nine Inch Nails e incluso a devotos reconocidos como Celtic Frost.

Pero es que, además, “Violator” no deja de ser la cumbre de la discografía depechera. Más cuando el arranque es “World In My Eyes”, de la que la periodista y experta en Depeche Mode Elena Cabrera comenta que “no se me ocurren cuatro segundos de inicio de disco más emocionantes que los que nos ofrece “Violator”: la línea de bajo interpretada con sintetizador que acompaña durante toda la canción, salvo en los puentes que conducen a los estribillos donde esa misma melodía se convierte en líder de la canción. Y, contestando a esa línea, en la otra mano, hay un melodía más aguda que le responde, que la complementa. Y dentro de esa conversación se construye “World In My Eyes”, creciendo hacia arriba, con las melodías perfectamente ensambladas. Es una canción estremecedora en la que Dave canta como si en realidad no estuviera allí, como si ese que canta fuera su yo en el espejo o estuviera a cinco metros de donde sucede la canción y la viera de lejos. Los coros de Martin, en cambio, parecen cantos de sirena hacia Dave, como si tirara de él para que entrara en la canción. La voz de Dave es la de un hombre joven que ha recorrido el mundo, que ha visto muchas cosas, tantas, demasiadas, que le cuesta explicarlas y el cansancio del viaje le supera. Pero a pesar de ello se siente seguro y está dispuesto a volver, acompañado y sin mapa. Y eso es solo el comienzo, no hay un canción mala ni un momento sin interés. Estamos hablando del disco que además de “World In My Eyes” contiene “Personal Jesus” y “Enjoy The Silence”, probablemente la santísima trinidad del cancionero depechero. Pero es que también es el álbum que nos entrega “Halo”, “Waiting For The Night”, “Policy Of Truth”, “Sweetest Perfection”. Y después de haber nombrado todas estas, solo quedaría un par, las dos últimas del disco, que aunque quizá no gocen de tanto reconocimiento como todas las demás, son dos canciones igualmente perfectas, “Clean” y “Blue Dress”, ambas mejores que cualquiera de los singles de sus últimos discos”.

“World In My Eyes” terminaría siendo el último single extraído de “Violator”, el broche final a una estrategia que, un año antes, había comenzado con el fin de auparse al pódium del estrellato pop, al mismo tiempo que poder asentar un monolito discográfico por el que siempre serán venerados por generaciones posteriores.

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