Décima víctima, la sombra infinita. De Family a Depresión Sonora
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Décima víctima, la sombra infinita. De Family a Depresión Sonora

Marcos Gendre — 23-01-2025
Fotografía — Carátula del disco

Aprovechando la más que justificada reedición llevada a cabo por Munster Records de “Un hombre solo”, el segundo LP de Décima Víctima, no está de más recordar la relevancia de este trabajo.

“Un hombre solo” es uno de los clásicos de culto más reivindicable de estas cuatro últimas décadas dentro del pop español. Y lo es junto al único disco de El Ejército de Salvación y la discografía de Claustrofobia. Las razones, a continuación.

Ha tenido que ser en su cuarenta aniversario, cuando podemos volver a contar con una edición física de “Un hombre solo”. El oportunismo de este lanzamiento se hace carne a través de una serie de formaciones que han adoptado la fórmula del grupo conformado por Carlos Entrena, José Brena y los gemelos Mertanen.

Pero comencemos por el origen de una estela subyacente en casi toda postura post-punk espartana que se haya dado en el pop estatal desde la publicación de un álbum tan visionario. Porque, seamos sinceros, de todos los grupos españoles que bebieron de Joy Division, ninguno llegó tan lejos en resultados y en personalidad propia como esta formación surgida en las sombras de la movida madrileña. Y aquí está una de las claves por las que este álbum define muchas de las constantes que han marcado la evolución del pop en este país: ejercer de bisagra ideal con las enseñanzas de la mítica banda mancuniana.

En este sentido, adentrarnos en “Un hombre solo” es hacerlo en una demostración inigualable de cómo jugar con los factores de una fórmula donde el bajo define las coordinadas melódicas, además de las rítmicas, la guitarra es un escalpelo nervioso de electricidad y la batería se balancea siempre entre la búsqueda de espacios y el minimalismo del menos es más. Eso por no hablar del estremecedor tono neutro vocal desarrollado en este segundo LP, en el cual perfilan una decena de canciones que, después de tanto tiempo, y como símbolo del eterno retorno al pasado que vivimos, suenan incluso más actuales que en su momento. Post-punk de secano gestado desde la duermevela que, incluso, alcanza meridianos estilísticos que, solamente, habían abrazado The Gun Club en su momento. Tal es el caso del post-punk fronterizo cocinado para “Es solo el comienzo”, curioso título para poner el broche final a un disco y una trayectoria tan corta como intensa e influyente desde la letra a pie de página de nuestro pop.

Seguramente, la rama más interesante de la estela dejada por Décima Víctima sea la que llega a Donosti, cuando comienza a surgir una generación de grupos como La Insidia o Aventuras de Kirlian. No en vano, ¿acaso “El mapa” (perteneciente a “Un soplo en el corazón”) no es una canción que podría haber sido facturado por los de Nacho Entrena y compañía? De hecho, la anterior encarnación de Family como La Insidia no deja de ser una variable del libro de estilo patentado por el grupo hispano-sueco en “Un hombre solo”.

Otra formación clave de aquel sonido pop minimalista donostiarra fue Le Mans. En su caso, la devoción de Ibon Errazkin y los suyos adquiere tintes más elocuentes a través de la portada de “Entresemana” (94), inspirada directamente en “Resumen”, recopilatorio del mismo año que también coincidió con el apogeo de lo que fue denominado equivocadamente como Donosti Sound, ya que dicha etiqueta había sido previamente utilizada para una generación de grupos de corte más punk.

Le Mans y la versión pre-Family no fueron los únicos que bebieron de sus enseñanzas, sino toda una generación de formaciones que, en pleno siglo XXI, han vuelto a enfocar el objetivo sobre los logros artísticos alcanzados por la icónica formación madrileña. Así sucede con Alcalá Norte y Depresión Sonora, por nombrar dos ejemplos de propuestas que han triunfado en estos últimos tiempos, además de otras como Chicharrón, cuya rica vampirización norteña de cultura pop british de los ochenta también cuenta un rinconcito para Décima Víctima.

Conscientemente o no, el camino de baldosas amarillas apunta hacia una fuente original de sabiduría; en este caso, también compartida con la patente rubricada por Parálisis Permanente en su momento.

Pero antes de que el auge del indie-pop sombrío arreciara en nuestra era, la semilla plantada por Décima Víctima ya había florecido en los cimientos de nuestro indie, con casos tan evidentes como el de los dos primeros LPs de Sr. Chinarro y la prehistoria de Los Planetas y Triángulo de Amor Bizarro.

Si nos remontamos un poco más, resulta imposible escuchar la guitarra de un corte como “Una vez más” y no pensar que los Héroes del Silencio de “El mar no cesa” (88) no tomaron ejemplo de estas sagradas escrituras del post-punk patrio. Desde otro extremo de objetivos, sucede lo mismo con Radio Océano, banda de culto post-punk coruñesa de los años ochenta.

Tampoco podemos obviar la retroalimentación que tuvieron Décima Víctima y los Radio Futura de “La ley del desierto, la ley del mar” (84). ¿O acaso un corte como “Contra la naturaleza” no podría haber formado parte del fascinante segundo LP de los hermanos Auserón?

En realidad, si seguimos tirando del hilo, lo que nos vamos a encontrar un sinfín de parecidos razonables y toda una serie de formaciones que, con el paso de los años, han ido aumentando en relación al impacto invisible de un LP que funciona como faro inspirador de todo grupo en este país que quiera transitar las zonas post-punk que conectan con Joy Division; al fin y al cabo, la fuente original de todo esto que hemos contado aquí y que desemboca en un hecho central: la celebración del embrujo con las musas que vivieron Décima Víctima cuando tallaron este pilar de nuestro pop, sin el que, tal como hemos visto, no se entenderían muchas de las propuestas más trascendentales de nuestro pop.

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