Terminado el periplo coreano, saltamos a Japón. En Tokio nos alojamos en la casa de Fiona, una antigua vivienda de casi 100 años de antigüedad en el barrio de Taito. Se trata de una pequeña vivienda de dos plantas, toda de madera, y con la clásica distribución de las casas tradicionales niponas.
Como llegamos ya de noche, Fiona nos pidió que mantuviésemos un tono de voz lo más bajo posible para no molestar al resto de huéspedes o a las casas contiguas, pues las paredes son tan finas que de noche incluso se oye al vecino roncar. Nosotros dormimos en la habitación principal en los clásicos futones japoneses sobre un suelo de tatami.
A la mañana siguiente conocemos a alguno de los otros inquilinos de la casa: una pareja de holandeses que han llegado a Tokio en autostop desde Osaka, un alemán en viaje de auto-conocimiento por Asia, y a Miguel, un jamaicano simpatiquísimo con el que rápidamente entablamos conversación. Hablando con él descubrimos que Fiona, además de nuestra anfitriona, es doctora en antropología por la Universidad de Oxford, músico y también la primera geisha de raza caucásica de Japón. Esa misma tarde, al volver a la casa, nos la encontramos practicando flauta japonesa, denominada yokobue, y recibiéndonos con la mayor de las amabilidades.
Entrada a la casa de Fiona en Tokio
Exterior de la casa de Fiona, tomando té
El primer día en Japón es para visitar la ciudad. Primero nos acercamos a la zona que nos queda más cerca de nuestra casa: Ueno. De camino al parque de Ueno cruzamos el entramado de calles de Ameyoko, la imagen retro-futurista del Japón comercial y tecnológico excesivo, como si se tratase de un escenario de "Blade Runner". Cerca de la estación de Okachimachi, en un rinconcillo un poco más tranquilo y apartado, encontramos una pequeña izakaya regentada por una anciana y minúscula señora que nos recibe con gritos de bienvenida. Nos pedimos un Ramen y un arroz, ambos riquísimos, comida de la abuela 100%.
Entrada al mercado callejero de Ameyoko
Entrada de la izakaya en Okachimachi, con las típicas reproducciones en plástico del menú
La mujer de la izakaya en Okachimachi
Después nos dirigimos hacia el parque de Ueno, empezando por el estanque Shinobazu cargado de nenúfares, tortugas y carpas descomunales. Este parque fue el primer parque público de Japón, abierto en 1873, y hoy es un lugar muy visitado, y donde se apiñan algunos hobos japoneses.
Estanque Shinobazu en el parque de Ueno
Entrada al santuario Toshogu
Pagoda en el parque de Ueno
Seguimos el camino por los templos de Kaneiji y el santuario Toshogu (1627), y nos dirigimos más tarde hacia la zona de Yanaka / Yanesen, con la famosa calle comercial Yanaka Ginza, repleta de puestos callejeros de comida y tiendas de artesanía tradicional nipona. Se trata de un barrio bastante residencial, pero que últimamente empieza a acoger a artistas, empezando a convertirse en un área pseudo-hipster, sobre todo en torno a la escalera de los gatos (Yuyake Dandan), así llamada por la concentración de felinos que pululan por sus escalones.
Por la noche nos acercamos a comer sushi a un pequeño restaurante súper familiar y nada turístico que nos recomienda Fiona en la zona de Yanaka. El dueño, Mikio, resulta ser un poco cascarrabias y poco amigo de los extranjeros, aunque al final de la noche acabamos haciéndonos fotos con él y con su señora, ambos diciéndonos que cuando volvamos a Tokio pasemos a visitarles.
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