De gira con Angelus Apatrida (Parte 2)
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De gira con Angelus Apatrida (Parte 2)

Paco Fernández — 24-05-2016
Fotografía — Paco Fernández

Continuamos con nuestro especial acompañando a Angelus Apatrida en su aventura musical por el territorio asiático. Tras recorrer ciudades como Tianjin o Wenzhou, en esta segunda entrega la banda de trash metal abandona China para adentrarse en el territorio japonés, tocar en Tokio y posteriormente llegar a Taiwan.


Según llegamos a Shanghai nos sorprende una leve lluvia y unas temperaturas que nos obligan a ponernos los abrigos por primera vez en casi tres semanas que llevamos aquí. Allí, nuestros nuevo Tour Manager Wuan (Juan) consigue apañar un par de coches y dejamos atrás otro tren nocturno de 17 horas para zambullirnos en el tráfico increíble de otra nueva urbe descomunal, con unos 35 millones de habitantes según las cifras oficiales. Conducir en China es toda una aventura, aún a pesar de que sólo tiene coche una minoría pequeñísima de habitantes. De entre los conductores, la inmensa mayoría no es el primero de su familia, y se nota mucho que al igual que con el rock, no están acostumbrados a hacerlo.

En líneas generales, en china no se utiliza el intermitente, se utiliza el claxon, de hecho, el claxon se utiliza para todo, para desplazamientos laterales, para avisar de su posición, para adelantar y para casi cualquier cosa que puedan hacer en un automóvil. La gente que circula en bici o motocicleta no respeta la dirección natural de los carriles, de hecho no respeta ninguna dirección. Parece claro que si vas en un vehículo de dos ruedas puedes dirigirte a donde te plazca.

Y luego esta la naturaleza arriesgada local. Durante estas semanas nos han conducido en dirección contraria para saltarse atascos, por encima de aceras por las que circulaba gente a la que se le ha hecho sonar el claxon a dolor, en las motos cabe tanta gente como te permita tu imaginación, y sobre sus calzadas puede circular cualquier tipo de aparato, movido por cualquier tipo de fuerza, cargado de absolutamente cualquier tipo de carga.
Nos llama la atención que los peatones, verdaderos desprotegidos, se lancen a los cruces sin apenas mirar y por cualquier lado. Creía en las matemáticas y la probabilidad hasta que me marché de China sin ver ni un solo accidente. Verdaderamente increíble.

En general, según pasan los días, observamos que la gente en China no es muy de respetar la normas, o de hacerlo directamente al revés, y así las cosas, acabamos comprendiendo que cualquier cartel de no fumar es una invitación clara a encenderte un cigarrillo. En china se fuma. Se fuma muchísimo, y lo hace todo el mundo. Sólo lo puedo comparar con el recuerdo que tengo de los 80 en España, cuando fumaba en el metro, en los aviones, en los restaurantes después de quedarte bien a gusto e incluso en algún examen. Pero esto es otra liga. Esto es la Champions League de la nicotina.

Angelus apatrida

Seguimos recorriendo ciudades (Wenzhou, Tianjin, Zhenzhou…) y en nuestras cabezas se acumulan conocimientos de todo tipo; en el norte se come muy picante, en el sur se come agridulce, todas las contraseñas de wifi llevan ochos, de hecho, si estás en China prueba siempre el nombre de la red seguido de tres ochos, funciona casi siempre. Los callejones dan un poco de reparo al principio, pero son los lugares donde ocurre la magia, dónde por ejemplo nosotros nos hicimos los tatuajes a las 3:00am en la ciudad de Ningbo espoleados por un amigo del promotor local, que aseguraba que sin saberlo estábamos cenando con uno de los tatuadores más importantes de China, y mira cómo acabo la cosa, con tres miembros de la banda paseando su aguja por la piel hasta el amanecer.

El 19 por fin regresamos a Pekín, donde hacemos nuestro último concierto. Tenemos un rato para recorrer la ciudad y nos damos una vuelta por Gulou Steet, donde está 666 Rock Shop. Su dueño, Wuan, nos comenta que ha estado siguiendo la gira y que ha visto en las redes locales que se ha hablado muchísimo de nuestro paso por allí. Es genial comprobar que hemos gustado. Ocurre lo mismo por la noche, la sala vuelve a llenarse de gente, muchos ya estuvieron en el concierto del primer día, pero otros muchos vienen por primera vez. Nos deja un gran sabor de boca.
Al día siguiente emprendemos camino a Japón. Nos morimos de ganas de volver al lugar que tanto nos encantó hace dos años. Esta vez serán menos fechas, dos en lugar de seis, pero no nos importa, queremos vivir la experiencia al máximo.

Angelus apatrida

Llegamos a Tokio el día 20 y desde el primer momento las diferencias respecto al lugar del que venimos de hacen patentes de madera abrumadora. En Japón valoran la armonía, la tranquilidad, el orden y el silencio, en la calle no se puede fumar, no hay muchas papeleras pero todo está extraordinariamente limpio. En seguida volvemos a enamorarnos del lugar. Allí nos esperan dos buenos amigos. Por un lado Emi, la cantante de Serinity In Murder, una chica encantadora que además de acompañarnos a todos lados, nos acoge en su minúscula casa. Por otro lado está Sayaki, que es quien nos hace de promotor en estas fechas. Un tipo alegre y entusiasta, siempre feliz, que no habla muy bien inglés pero a quien queremos con locura. Él y su banda serán además con quienes compartamos cartel las dos noches.

El primer concierto es en la propia ciudad de Tokio y creo que será muy difícil que lo olvidemos porque a la postre se ha convertido en uno de los shows más memorables de la historia de la banda.
Llegamos temprano, no probamos sonido pero sí vemos el equipo para hacernos una idea de lo que tendremos que preparar después. Aprovechamos el descanso entre la “prueba” y el concierto para ir a Shibuya, en el corazón de la ciudad. Es el barrio en el que estaba la sala en la que actuamos hace dos años y queremos darnos un paseo por allí para empaparnos bien de la ciudad. Allí comemos el mejor sushi que hemos comido jamás en un restaurante en el que pedíamos a través de una pantalla individual y los platos llegaban solos como por arte de magia.

Angelus

Para cuando regresamos a la sala ya hay fans esperando, algunos de ellos con regalos (bolsas para poder doblar la ropa al vacío, bebidas energéticas, calentadores, palos de selfie, y mil objetos más. Es lo que tiene la abrumadora y reconfortante hospitalidad japonesa). En la sala acaban de abrir puertas. Dentro hay gente cocinando, puestos de merch, e incluso una mujer que lee las cartas del tarot. En seguida empiezan a tocar las primeras bandas y en poco tiempo nos dicen que se ha vendido todo. ¡¡Nuestro primer sold-out en Tokio!! Nos hace una ilusión brutal. El concierto sale a pedir de boca, la gente canta todas las canciones y la tensión convierte la sala en una olla a presión, tanto es así que al acabar no funcionan los mecheros ni las cerillas porque no hay oxígeno suficiente para que ardan. Literalmente. Increíble.

Vendemos todo lo vendible y salimos de allí radiantes de felicidad. Tanto que algunos volvemos de nuevo a darnos una vuelta por Shibuya y ver las luces de la noche de Tokio antes de emprender camino a Sendai a la mañana siguiente.

Llegamos tras cinco horas de viaje, de las cuales, merece la pena destacar la imbatibilidad a nivel mundial de las estaciones de servicio niponas. Las mejores zonas de aseo, limpias, amplias, propias de un hotel de generoso estrellaje y con esos maravillosos retretes llenos de botones. Y, además, todo tipo de productos, de los cuales hay que destacar claramente su oferta de cocina, que les permite prepararte en menos de un minuto un plato de cocina local que en cualquier restaurante en japonés en España valdría un buen dinero. Sólo lo crees cuando lo ves.

El concierto fue otra vez un bolo buenísimo, con un público entregado y mucha gente que ya nos vio la primera vez. La anécdota llegó cuando estábamos fumando un cigarro esperando a que abrieran puertas para tomar posicione en el siempre importante puesto de merchandising y frente a nosotros se detiene un coche del que baja Barney, cantante de Napalm Death, amigo de alguno de nosotros desde hace tiempo, que saluda amablemente y nos dice que viene a ver el concierto. Una vez entra el la sala nosotros aún tardamos unos minutos en salir del asombro.

Angelus

Lo que vino después, muy duro. 6 horas de furgoneta cruzando Japón hacia el sur para llegar al aeropuerto de Narita con tiempo de coger el avión a Taipei. Las estaciones de servicio, y poder ver el amanecer sobre un horizonte liso y en calma, lleno de campos de arroz, mereció la pena. Es complicado describir la belleza del momento estando tan cansado, pero la poderosa imagen del sol, rojo-anaranjado, despertando perezoso pero enorme a nuestra izquierda, cuando aún teníamos la luna en el lado opuesto, no se nos olvidará fácilmente

Destrozados, llegamos a Taiwan, país no reconocido por la Unión Europea, aunque si lo fuera en su día y todos sepamos que sí que tenemos relaciones comerciales. Pero hincar la rodilla ante el lamentable gobierno Chino nos hizo ignorar la realidad de un territorio que hasta los 70 era asumido por la comunidad internacional global como la verdadera China (en oposición a la de Mao). Actualmente, el gobierno de Pekín ha asegurado que no mantendría relaciones con aquellos estados que reconocieran Taiwan como país independiente, y llegó incluso a conseguir que se les expulsara de la ONU. Flipa.
Nosotros sí sentimos que llegamos a “la verdadera china”, un lugar con una esencia muy similar, pero en la que todo es más amable. Tocamos en una sala maravillosa ante un par de cientos de seguidores.

Angelus

Ya no queda mucho de nuestra gira asiática. Los dos meses que llevamos recorriendo el mundo tocan a su fin, pero aún nos queda uno de los sitios que más nos apetecen, Australia, a donde viajamos mañana. Stay tuned!

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