Efectivamente, en ocasiones hay que demostrar cierto rigor para no abandonar a mitad del camino; ahora mismo me he metido en una encerrona al recuperar a Mike Leigh. Pero en otras el esfuerzo tiene recompensa. Por ejemplo el otro día, repasando una cinta que se me pasó en su día, “Contra la pared”, del germano-turco Fatih Akin. Más allá de su historia de amor torcido, me llamó la atención el retrato de una Alemania nocturna y decadente, un tanto irreal, rayando en el ridículo y muy en la línea de aquellos videoclips en forma de largo que hacía Wim Wenders en los 80 con la colaboración de Nick Cave, Crime & The City Solution y el resto de grandes nombres de la escena musical berlinesa. Y en ese contexto, sonó en un momento determinado “Temple Of Love” de Sisters Of Mercy. Wow.
Como hardcore fan de Joy Division, desde siempre les he tenido una especial manía a Sisters Of Mercy, responsables de la banalización del after-punk, de conducirlo hacia audiencias mayoritarias a costa de agarrarse a los tics más ridículos y vacíos del género: grandilocuencia, voz ridículamente afectada, efectismo jevi, el horror, el horror… Esto me supuso en su día el distanciamiento musical de mi propia hermana mayor (como consecuencia de que pusiera sus discos a diario durante varios años, llegué incluso a pillarles manía a mis adorados The Cure) y más de una discusión con mis amigos oscuros de Salamanca; suerte que hay algo que siempre les ha gustado más que la música gótica: echarse unas buenas risas a costa de lo que sea, filias propias incluidas.
¿Y a dónde quiero llegar con todo esto? Bien, pues reconozco que no lo tengo del todo claro, pero me siento empujado a hacer hoy un acto de contrición público. Porque cuando saltaron los títulos de crédito de la película de Akin me lancé a la tienda de discos para hacerme con una cajita con las grabaciones completas de los Sisters (una de esas ediciones lamentables pero muy bien de precio que nunca hay oportunidad de comprar porque, a poco que un grupo te interese, ya tendrás alguno de sus discos, y si por contra no te llama demasiado ¿para qué coño ibas a hacerte con cinco CD de un golpe?).
Y esto no sé si prueba mis sospechas que el buen gusto se marchita con la edad. Si es una señal inequívoca de la fuerza de la nostalgia -a finales de los ochenta escapar de los dichosos videoclips de los Sisters en la TV pública, la única, se convirtió en un imposible-. O si por el contrario he descubierto por fin la gracia de un chiste que equivocadamente tomé en serio por demasiado tiempo (la presencia de una cachonda mental como Patricia Morrison en el grupo apoya esta teoría).
Precisamente hace unos días en The Quietus publicaban una entrevista con Andrew Eldritch, el líder de los Sisters, que en los últimos tiempos no se ha dejado deja leer demasiado en público. La entrevista me reafirma en la teoría de que el hombre lleva 30 años jugando a decodificar el rock siniestro a partir de la ironía. También habla del por qué de su ausencia en los medios y su posicionamiento ante la industria musical en los últimos años: por lo visto no ha parado de hacer canciones nuevas que toca en sus directos pero que, al menos hasta hoy, ha renunciado a grabar y publicar en disco. Por lo visto sus fidelísimos fans se las conocen mejor que él…
FLOODLAND ,POSIBLEMENTE SU MEJOR ALBUM...