Bonnie Prince Billy y su "I See A Darkness", una temporada en el infierno de la depresión
EspecialesBonnie 'Prince' Billy

Bonnie Prince Billy y su "I See A Darkness", una temporada en el infierno de la depresión

Sergio Ariza — 26-03-2024
Empresa — Drag City
Fotografía — Carátula del disco

”I See A Darkness” de Bonnie Prince Billy cumple 25 años. Es extraño pensar en este disco en términos de los años cumplidos porque es uno de esos raros discos a los que se puede aplicar, sin que suene a cliché, el término intemporal.

Y es que estas canciones podría haber salido en los años 50 o ahora mismo, incluso en el siglo XIV un juglar podría haber compuesto estas canciones que sobre los dos temas, quizás los Dos Temas (así con mayúsculas), sobre los que gira la existencia humana: amor y muerte. Algo que se puede comprobar a la perfección en la parte principal de la canción que le da título: “Y entonces veo una oscuridad, ¿no te das cuenta de lo mucho que te quiero?”.

Lo que pasa también es que la oscuridad que describe Will Oldham, el verdadero nombre detrás de Bonnie Prince Billy, en este disco no es simplemente negra e impenetrable, es un abismo al que cuesta mucho mirar de frente. Aquí la inevitabilidad de la muerte es una cosa muy presente, hasta en los temas más intrascendentes, y el cantante está muchas veces a un paso de sucumbir a ella.

Es un disco que habla sobre la depresión de una manera grave e intensa, es imposible ponerse este disco como música de fondo para hacer otras cosas, es un disco que requiere de tu atención, es casi como un amigo herido que se abre definitivamente delante tuya, no puedes bajar el volumen y ponerte a pensar en otras cosas. “I See A Darkness” es grave y lúgubre como una temporada en el infierno, a pesar de que Oldham no se olvide del humor, ni de la esperanza.

Will Oldham comenzó su carrera como adolescente pero no como músico, sino como actor, pero en 1992 comenzó a editar música en el sello Drag City, bajo el nombre de Palace Brothers. Al principio fue catalogado como Alt-Country, algo que tenía sentido ya que sus canciones parecían provenir de los Apalaches, aunque su forma de interpretarla estaba más cerca del low-fi de Steve Albini, que fue quien le produjo su primer gran disco, “Viva Last Blues”, publicado en 1995, bajo el nombre de Palace Music.

Y es que Oldham siempre ha tenido una tendencia hacia los seudónimos, algo que le llevó en 1998 a comenzar a utilizar el de Bonnie Prince Billy para sus lanzamientos, dejando atrás la etiqueta de Palace Brothers, Palace Music e incluso un disco bajo su verdadero nombre. Detrás de ello, había un poco del actor que se inventa un papel, un homenaje velado a Carlos Estuardo, a Nat King Cole y, más inconscientemente, a Billy El Niño, Will Bonnie…

Pero el caso es que detrás de ese personaje escribió las canciones más autobiográficas de su carrera, Oldham lo estaba pasando mal y a eso sonaban aquellas canciones tan sombrías como la portada bajo la que acabarían viendo la luz. Claro que eso de ver la luz todavía estaba muy lejano cuando Oldham comenzó a grabar estas canciones en las que lidiaba con una depresión del tamaño de su estado natal, Kentucky.

El disco se publicó un 19 de enero de 1999, cuatro días después de que Oldham hubiera cumplido los 29 años. Fue un lanzamiento invernal y, a pesar de esa atemporalidad de la que hablaba al principio, tenía mucho sentido que apareciera en ese momento. Es un disco introvertido y triste, y, aunque en el fondo no inventa la rueda, logra sonar totalmente único y personal.

Sello personal

El disco se puede ver en la gran tradición de los discos más personales de tipo cantautor, íntimo y personal, siguiendo la tradición de Townes Van Zandt, Leonard Cohen o Joni Mitchell, comparable a los de compañeros de generación que le tienen en un altar como Bill Callahan, Mark Lannegan o Mark Kozelek. Pero lo destacable es que Oldham sonaba aquí único, consiguiendo algo propio y personal, como si estas canciones solo las hubiera podido componer él mismo. Llevan sello de distinción personal, algo en lo que también tiene mucho que ver su particular voz, a punto de resquebrajarse en unas ocasiones y en otras encantadoramente desafinada.

En la canción que abría el disco, "A Minor Place", ya lo dejaba claro, "si me voy sin dejar rastro, estaré en un lugar menor", cantando con una voz temblorosa y poética sobre su depresión. Pero si te fijabas en su esquelético piano y su melodía en tono menor, aquí había una gran canción. En "Nomadic Revery (All Around)" seguíamos por el mismo camino con el protagonista abrazando todos los malos pensamientos que pasaban por su mente.

Y luego aparecía como una profecía la canción por la que se le recordará siempre, la que da título al disco y han grabado gente tan dispar como Johnny Cash o Rosalía, “I See A Darkness”. Es una canción que te rompe por dentro y habla sobre muchas cosas, depresión, tristeza y, obviamente, muerte. Oldham canta sobre la inevitabilidad de la muerte de un modo curioso e inconfundiblemente humano, divertido y triste al mismo tiempo. Él mismo ha reconocido que escribió esta canción pensando en un tipo que aspira a ser bueno pero que termina haciendo cosas malas. Posiblemente su gravedad y su relación más profunda con la muerte se la dio la versión de Cash, que la grabó un año después, poco antes de morir él mismo.

Pero es evidente que ya se trataba de por sí de una canción que dejaba huella, una que es una especie de conversación imaginada con un amigo, en la que Oldham canta lo que le gustaría tener las agallas de decirle a ese mismo amigo. Está escrita con una profundidad enorme pero también con sentido del humor, algo que a veces se pierde entre el enorme peso que tiene.

Muerte a todo el mundo

Así continúa un disco que vuelve a alcanzar otra de sus cumbres con la explícita "Death to Everyone", la inevitable muerte pone en su contexto todo lo demás, desde el sufrimiento más tortuoso; "todo lo terrible es un alivio, incluso meses enteros, sepultados en el dolor. Nuestras vidas fáciles han de terminar con la llegada de tu muerte, amigo"; al simple hecho de follar; "la muerte va a llegar para todos lo que hace que fornicar sea mucho más divertido".

En “Madeleine Mary” se suben los amplificadores para una canción que parece un tema perdido que grabaran Neil Young y Crazy Horse para “On The Beach”. Mientras que “Song For The New Breed” es inquietante y susurrante, más “Tonight’s The Night”, aunque siga metido en el mismo pozo desde el que escribió el canadiense aquellos oscuros discos.

Luego aparece la angustiosa y profunda “Black”, una canción que muchos han visto como una conversación con la propia muerte, con el cantante mirando cara a cara la posibilidad de abrazar la idea del suicidio: "Oscuridad eres mi enemigo y no puedo acercarme a ti. Nuestra vida está gobernada por la enemistad y no puedo debilitar eso. La única manera que puedo ver es tenerte cerca de mí, para amarte como debe ser debilito tu ataque".

Pero el disco no se cierra con ese escalofrío, sino con una canción de amor, “Raining In Darling”, que es desesperada y esperanzadora, todo al mismo tiempo, "Oh, ya no llueve, salgo al aire libre donde es divertido estar y sé que me quieres, lo sé".

Un disco de 10

Oldham ha seguido utilizando el nombre de Bonnie Prince Billy durante la mayor parte de su prolífica carrera. Y aunque ha seguido sacando discos notables, véase por ejemploThe Letting Go (06), ninguno ha vuelto a alcanzar la casi perfección de “I See a Darkness”. Un disco que recibió el séptimo 10 que daba la naciente Pitchfork, siendo los dos anteriores el “The Bootleg Series Vol. 4: Live 1966 - The "Royal Albert Hall" Concert” de Bob Dylan en 1998 y elOk Computer de Radiohead en 1997.

Y aunque todos sabemos que cuando un artista aborda el tema de la muerte de forma tan directa y sensible como lo hace aquí Oldham, suele llevar consigo el aplauso crítico y las alabanzas generalizadas. Pero el hecho de que “I See A Darkness” siga siendo considerado el mejor disco de su carrera, tanto por los seguidores como por los medios especializados, tiene una razón menos prosaica, y es que en este disco Will Oldham supo conjugar a la perfección esa poesía fatalista con unos arreglos espartanos que le iban como un anillo y a eso le añadió las melodías más bellas y sutiles de toda su carrera.

Y es que “I See A Darkness” es una gran colección de canciones en la que ninguna baja del notable y en la que todas se ayudan las unas a las otras. Además Oldham, como compositor, va al grano, son cortas, melódicas, intensas y muy hermosas. Es, en general, un disco duro y triste, pero que no olvida el humor, ni el amor, es sombrío pero no desesperado, el trabajo de alguien que sabe perfectamente que su depresión no va a desaparecer por sí sola solo por cantar canciones sobre ella.

En ese sentido es notable que Oldham decidiera regrabar su canción más conocida unos años después con un arreglo totalmente distinto, como para hacer ver que detrás de aquel fatalismo también había esperanza y, también ¿por qué no?, para reclamarla como propia, para bajar esa gravedad casi mortuoria que le dio la conocida versión de Johnny Cash, quitándole el peso de la muerte del mito y viendo en ella “solo” una maravillosa canción pop que, con los coros entre otros de una joven Angel Olsen, puede hacerte la vida más llevadera durante tres minutos, a pesar de toda la oscuridad que te pueda rodear.

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