En el capítulo 3 de "Crónicas. Volumen 1", las memorias de Bob Dylan que parece que nunca tendrán volumen 2, titulado Tierra Perdida, el adusto rockero dedica sus últimas páginas a recordar una curiosa anécdota. La que explica como Woody Guthrie le contó en el sanatorio en el que estaba ingresado que en su casa de Coney Island había unas cuantas cajas de cuadernos con textos de canciones a las que nunca había puesto música. Imaginen cómo debieron abrirse los ojos de un jovencísimo Dylan, que no dudó en plantarse allí para conseguir tal tesoro. Con lo que no contaba Bob es con lo que iba a encontrarse allí. Margie, la mujer de Woody, había salido. En la casa solo estaba el pequeño Arlo, hijo el músico y todavía lejos de seguir los pasos de papá, con su cuidadora que, viendo las pintas que traía Dylan, no le dejó entrar. Con cierta acritud poco disimulada, la historia se finiquita con Dylan escribiendo que “cuarenta años después, esas letras caerían en manos de Billy Bragg y del grupo Wilco, que les pondrían melodía y les darían vida para grabarlas. Todo se llevó a cabo bajo la supervisión de Nora, la hija de Woody. Aquellos intérpretes quizá no habían nacido siquiera cuando realicé la expedición a Brooklyn”. Una coletilla final que no deja duda a la sensación que tenía Dylan de que él debía haber sido el elegido para tamaña aventura.
Nora Guthrie empezó a fijarse en Billy Bragg en 1992, en la celebración del que hubiera sido el 80 cumpleaños de su padre, Woody, en Central Park (Nueva York). El británico interpretó junto a los raperos The Disposable Heroes Of Hiphoprisy una curiosa versión de “Vigilante Man”. Al verlo, investigó sobre aquel tipo y se dio cuenta de que su ideología y la de su padre tenían muchísimos puntos en común. Su cabeza empezó entonces a darle vueltas a una idea, dado que ella era la encargada de custodiar todos los archivos que dejó su el legendario okie antes de morir. Tras darle muchas vueltas, y valorar muchas opciones – entre ellas la de Bob Dylan – Nora llama a Billy y le propone liderar el proyecto. Este lo acepta con rapidez, pero pone una única condición: que el resultado no sea un disco acústico y que la banda de acompañamiento pueda elegirla él. Nora le da vía libre. “Ella lo único que no quería es que el disco sonara como un tributo, sino que tuviera personalidad propia. Los tributos son buenas ideas, pero a menudo se centran demasiado en las personalidades de las personas que los graban. Queríamos centrarnos en el artista.”, explicaría Billy en Rolling Stone. “Rápidamente pensé en Wilco, la última red-dirt band del Midwest de los Estados Unidos. Jeff, además, es un excelente compositor, y rápidamente entendió lo que estábamos haciendo”.
Preparando las sesiones de grabación
No iba a limitarse Billy Bragg a grabar un disco, simplemente. Quería que aquello fuera especial, y por eso quiso ser Woody Guthrie o, al menos, acercarse al máximo a serlo. Ni corto ni perezoso, el músico se planta en Okemah, la tierra de Woody. Pasea por sus calles, toca en los porches, habla con la gente. No es algo inhabitual. Sus habitantes están acostumbrados a peregrinaciones constantes de músicos jóvenes en busca de la magia de Guthrie. Pero pocos sabían que entre ellos había alguien implicado hasta el tuétano en el que, hasta el momento, era el proyecto de su vida. "Me pareció que si íbamos a acercarnos a Woody, entonces necesitábamos venir y al menos ver Okemah. Puedes leer mucho de lo que Woody escribió sobre Oklahoma y de lo que escribieron los biógrafos posteriores, pero en realidad queríamos ir allí y ver cómo estaba ahora, llevarnos esa sensación contemporánea. Salir a Okemah, caminar por las calles que caminó Woody y hablar con la gente sobre lo que sienten por él... Solo estábamos tratando de sentirlo". Tras esa experiencia, Bragg está preparado para, en colaboración con Tweedy, componer las canciones. Algunas ya estaban medio escritas, porque en 1996 Bragg había puesto música a dos de los textos, pero el resto se gestaron en diciembre de 1997, tras la experiencia en Okemah. Ese mismo mes, la banda al completo entrará en el estudio para realizar una primera toma de contacto de seis días. Un problema, eso sí, se ceñía sobre las sesiones de grabación, y Billy Bragg no era consciente de ello.
Se podría decir que Wilco se había convertido en una banda bicéfala. El líder y principal compositor era Tweedy, pero Jay Bennett, su guitarrista, se había erigido en una pieza esencial del sonido de los de Chicago. Eso hizo que las fricciones se iniciaran entre ellos durante la grabación de su primer disco juntos, "Being There" (1996). Y cuando llegan las grabaciones de "Mermaid Avenue", lo suyo ya es prácticamente una guerra abierta. Esas luchas internas acabarán salpicando a Bragg también, sin ninguna gana de tomar partido en una lucha que no es la suya, pero intentando sacar adelante un proyecto que le ilusiona como pocos. Unas disputas que no se verán en toda su amplitud en el documental sobre las grabaciones que se editará en 1999 bajo el título "Man In The Sand".
Silencio, se graba. Las canciones
El grupo grabará el esqueleto del disco en esos seis días de diciembre. Dadas las circunstancias no volverán a reunirse de manera continuada, aunque sí para realizar algún recording posterior. De las sesiones surgirán quince canciones que irán a parar al volumen uno, quince que irán al volumen 2, publicado en 2000, y 17 más que darán forma a un tercer volumen que también incluirá el citado documental.
Billy Bragg se ocupará en solitario de la composición de ocho de las melodías. Tweedy hará lo propio con tres, su explosiva unión con Benneth darán forma a dos más, y el resto serán firmadas por los tres músicos, añadiendo por deferencia al resto del grupo y a Corey Harris en “Hoodoo Voodoo”.
Inician el álbum con la animada e incluso dylaniana (pobre Bob) “Walt Whitman’s Niece”, sobre una letra de 1946. Una historia de marineros que conocen a la teórica sobrina del célebre poeta estadounidense del título. Pronto llega una de las grandes joyas del álbum, quizá su canción más reconocida, “California Stars”. Una melodía simple pero tremendamente adictiva, con Tweedy espléndido y que sigue formando parte de los sets en directo de Wilco. “Way Over Yonder In THe Mirror Key” es magnífica, y aún lo es más por la participación de Natalie Merchant en los coros. La cosa fue tan bien que Bragg decidió viajar a Nueva York y grabar de forma acústica con Merchant “Birds And Ships”, cediéndole la voz principal. El citado “Hoodoo Voodoo” es otro tema rápido, quizá un pequeño adelanto de los Wilco que vendrían. Tradicionales todavía, pero ya algo experimentales. Curiosamente, años después, en 2018, se filtraría una cinta de Woody Guthrie con Sonny Terry y Ramblin’Jack Elliott cantando esa canción, evidentemente con una melodía que nada tiene que ver con la incluida en "Mermaid Avenue".
En los tiempos que corren, donde afortunadamente la igualdad es uno de los pilares básicos en los que queremos construir la sociedad futura, es sorprendente que en 1942 Woddy Guthrie escribiera “pero estoy seguro de que las mujeres son iguales, y pueden estar por delante de los hombres” y esa es una de las frases que incluye “She Came Along To Me”, otro de los grandes momentos del trabajo. Aún más atrás se va Tweedy en “At My Window Sad And Lonely”, letra original de 1939, que parece un prólogo a "Summerteeth", el disco que Wilco publicará en 1999, aunque esta, sin duda, es mucho más orgánica que cualquiera de las canciones de ese disco. Ya estamos en la mitad del álbum y no hay duda: los miedos de Nora no se han hecho realidad. El disco tiene una personalidad abrumadora.
“Ingrid Bergman” es toda una rareza en la literatura de Guthrie, dedicando una canción a alguien a quien admira. “Christ For President” marca el camino a Ryan Adams en su primer disco para los temas (pocos) más animados. Destartalada pero resultona. Mientras “I Guess I Planted” es quizá la más británica del lote con Bragg cómodo en su papel más pop. “One By One” presenta una voz tratada que desencaja algo en el conjunto, pero donde los seguidores de Wilco también verán algo del futuro de la banda, “Eisier On The Go” regresa a lo acústico, poco presente como quería Billy, y “Hesitating Beauty” es deliciosamente sencilla. En enero de 1998, en Dublín, se produjeron lo más parecido a unas segundas sesiones de grabación, y allí llegó Nora Guthrie con una nueva letra, “Another Man’S Done Gone”, única colaboración entre Bragg, Tweedy y Benneth, que a estas alturas ya casi no se hablaban, demostrando que la música puede con todo. Jeff no tragaba a Jay, Jay no tragaba a Jeff, y Billy estaba harto de los dos. Cierran con “The Unwelcome Guest” y Tweedy y Bragg armonizando sus voces juntos, intentando dar esa sensación – conseguida – de trabajo conjunto.
A menudo olvidado, "Mermaid Avenue" es uno de los mejores discos de Americana de los noventa, y eso es mucho decir. No solo definió lo que vendría después en las carreras de Wilco, abriéndose camino hacia la experimentación, y Bragg, americanizando su propuesta y convertido en un auténtico songwriter. También supuso un antes y un después para bandas como The Jayhawks o solistas como Ryan Adams, que lo tuvieron como pilar de sus carreras desde ese momento. Lo han dicho ellos, no yo.
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