Estamos frente a un recorrido por varias décadas en las que, a través de decenas de testimonios, se da cuenta de cómo la isla pitiusa se convirtió en uno de los epicentros del ocio nocturno mundial y de la música de baile con denominación de origen, ya fuera a través de su forma de asumir el primer house – y todo lo que se dio en llamar el sonido balearic, una etiqueta acuñada, como casi todas, por los británicos – en grandes discotecas al aire libre y años más tarde los superclubs británicos y la llegada del techno, del minimal, de la EDM y la actual cultura del VIP y las celebridades que lucen palmito en hoteles de lujo en los que la fiesta no tiene hora de cierre. 560 páginas que suponen otro monumental trabajo, por el que desfilan DJs como Alfredo Fiorito, César de Melero, José Padilla, Paul Oakenfold, George Evelyn (Nightmares on Wax), Carl Cox, escritores como Irvine Welsh, filósofos como Antonio Escohotado y un sinfín de empresarios y promotores ligados a la isla. Un auténtico puzzle compuesto por cientos de piezas con las que componer un relato que perfectamente podría ser un fascinante documental, del que Luis nos habla por teléfono.
Llama la atención, al principio del relato del libro, el clima de libertad que se respiraba en la isla aún en plena dictadura, como si a Franco no le preocupara demasiado lo que ocurría allí.
Totalmente. Luego, investigando para el libro, nos dimos cuenta de que Franco, antes de tomar las armas, estuvo destinado en Ibiza. Era una isla a la que le tenía cariño, y a la que tenía bien tomada la medida. Por un lado, la tiene como algo aparte, y la deja hacer. Y más allá de eso, se habla de que hubo alguien de su familia, supuestamente lesbiana, que habría acudido allí para disfrutar tranquilamente de la isla. Hasta los años 30, 40 y 50, cuando empiezan a venir los primeros beatniks, es un lugar muy rural. A partir de los 30 empiezan a llegar los primeros artistas, gente de la Bauhaus, Walter Benjamin, filósofos, diletantes que acuden allí como buscando un refugio. Y a partir de los 60, con el bikini, los tangas, etc… hay un choque cultural que hace que la isla dé un salto exponencial.
"Los ingleses saben muy bien cómo montárselo para sacar rendimiento comercial a este tipo de cosas".
En el primer tramo del libro se habla mucho de Ku, Pachá y Amnesia, que son las tres discotecas de referencia. Y hay como una línea divisoria a mediados de los ochenta, especialmente con la irrupción del house, que ya es aborrecida por Diego Giménez, el propietario de la veterana Flip Discos.
El primer cambio es cuando aparecen los cuatro DJs británicos (Paul Oakenfold, Danny Rampling, Nicky Holloway y Johnny Walker), en el 87, que experimentan una epifanía con la música que pinchan Alfredo Fiorito y Leo Mas en Amnesia, que es balearic en estado puro, y también con el éxtasis que prueban allí por primera vez. Con esa experiencia, regresan a Inglaterra y plantan la semilla de la escena acid house y rave que dominará el clubbing mundial. Y eso vuelve a Ibiza al verano siguiente, cuando los DJs de la isla pinchan acid house, si bien ya venían pinchando house primitivo antes, el de sellos como Trax, tímidamente. En el verano del 88 se produce la tormenta perfecta, cuando coinciden allí New Order intentando grabar "Technique" (1989), – porque solo completaron dos pistas, se pasaron semanas de fiesta – y cuando ya en las discotecas como Amnesia, Alfredo (Fiorito) empieza a pinchar mucho acid house. Entra el éxtasis masivamente a la isla, como si fuera un nuevo punk con aparatos electrónicos, pero con su mismo espíritu rompedor, también cargado del descontento en el Reino Unido con la política de Thatcher, y se produce esa explosión. Un año después, todo esto permite el gran cambio que se dio en los años 90, sobre todo con la apertura de Space. Hay una bisagra entre el primer final de Amnesia, que estuvo momentáneamente cerrado hasta que lo cogió Martín Ferrer, y la apertura de Space ya como after hours, abriendo a las seis de la mañana y sirviendo desayunos, una cosa muy loca, abierto ya durante todo el día hasta la tarde, con música techno, algo que hasta entonces no era habitual, porque primaba música más luminosa.
Es curioso que la mescalina llega de Valencia antes que el éxtasis.
Sí, lo mencionan Pipi, Leo Más y David el Niño, quien venía de pinchar en Isla, Distrito 10 y Pachá. Y hay un primer momento, en 1982, que hay una fiesta en Amnesia que monta Faruk Gandji, en la que regala 150 pastillas de éxtasis que le facilita el propio Alexander Shulgin, el científico que las sintetiza en su laboratorio y las regala a amigos. Eso fue incluso antes de que llegara la mescalina. De hecho, en ese momento el éxtasis era legal, creo que hasta el 84. Algo experimental que él aplicaba a patologías de estrés postraumático. Eso lo comenta también Antonio Escohotado.
Hay una parte de la música que se pincha en Ibiza que es muy similar a la de la Ruta valenciana, al menos la parte más oscura, como si fueran dos realidades paralelas. ¿Qué crees que las hace tan distintas entre sí? Canciones como “Jíbaro”, de Elkin y Nelson, que pinchaba Alfredo Fiorito, difícilmente hubieran sonado por Valencia, ¿no?
Totalmente. Hay varias conexiones y muchas diferencias. Son dos escenas que van cada una por su lado. La valenciana es mucho más pionera, porque Carlos Simó ya está pinchando en Barraca toda esa música blanca, en 1980, y a partir de ahí se suman enseguida Espiral y Chocolate, y ya en el 84 Spook, y hay cuatro discotecas a pleno rendimiento, por no hablar de toda la música en directo que transcurre en paralelo. Se pincha música underground con una asistencia masiva, con un público que además la conoce, y el tema de Ibiza es más minoritario, y lo que creo que es distintivo es que en Ibiza son todas discotecas al aire libre, hasta que a principios de los noventa se las obliga a cubrirse, y eso hace que la música sea más luminosa, más alegre, mientras que en Valencia era primero new wave, luego siniestra y luego cañera, para entendernos, una evolución que acaba a finales de los ochenta con la entrada de la EBM. Estas serían las diferencias, y el componente de la música en directo, que tiene una importancia capital en Valencia, pero no en Ibiza, donde hay muy buenos conciertos durante los setenta y los ochenta – Bob Marley, King Crimson, Eric Clapton –, pero no con la importancia brutal que tuvo en Valencia.
"Muchos DJs comentan que han intentado crear alguna especie de evento con el que vincular a la industria, como el IMS, pero los políticos nunca tuvieron interés por la cultura de club".
Hay algunos DJs españoles, como César de Melero o, más adelante, Reche, que son muy críticos con los ingleses por lo que entienden que es apropiacionismo. Llegaron, copiaron lo que había en Ibiza y lo convirtieron en un gran negocio. De Melero lo dice respecto a Paul Oakenfold, Danny Rampling y compañía, y Reche respecto a Carl Cox.
Sí, hay varias voces en este sentido, sobre todo de los DJs protagonistas, pero también de algún promotor, creo que Javier Anadón, del grupo Mambo, quien también lo comenta. Es así. Después del momento de epifanía colectiva de los cuatro británicos del 87, que entonces eran DJs en ciernes, empiezan a trabajar como promotores justo después de aquella visita. Alfredo Fiorito cuenta que, después de aquel verano, el diario The Independent publica un reportaje en el que hablaban de él, y prácticamente apenas se menciona a los DJs británicos. Con el paso del tiempo, se acabó hablando más de ellos que de él. En 1988 se publica el recopilatorio Balearic Beats, de Trevor Fung, que pertenecía al colectivo Boy’s Own (donde estaban también Andrew Weatherall y compañía), que lo que hacía en realidad era recopilar lo que pinchaban Alfredo Fiorito y Leo Mas en Amnesia, César de Melero y DJ Pippi en Pachá y DJ Nelo en el Glory’s. Y es curioso, porque se limita a compilar toda esa música, como el “Why Why Why” de los Woodentops, que es una buena conexión con Valencia, o el “Kaw-Liga” de los Residents, otro hitazo “valenciano”, que son conexiones muy interesantes, o el “Join In The Chant” de Nitzer Ebb, que es EMB puro y duro, o también una versión del “Jíbaro” de Elkin & Nelson. Está todo muy mezclado, pero hay cosas más contundentes de lo que se entendió por balearic a posteriori. César de Melero se queja de que, en el 88, que es cuando se publica esto, no se les menciona en el vinilo por ninguna parte, y se está recopilando una música que ellos llevaban tiempo pinchando. Lo puedes llamar como quieras. Los ingleses saben muy bien cómo montárselo para sacar rendimiento comercial a este tipo de cosas. Y ese sentimiento hacia ellos por parte de los primeros DJs de la isla, está ahí.
Otro fenómeno muy curioso, también fruto de su época, es el lucrativo mercado de cintas de casete en las que se grababan las sesiones de discoteca, algo que aprovechó José Padilla en sus primeros tiempos. Se podía ganar mucho dinero con ellas.
Esto nos parece del pleistoceno, pero es que no existían los CDs recopilatorios, tampoco había internet, y la única posibilidad de escuchar una sesión de discoteca era a través de las cintas, y si podía ser de primera generación, y bien grabada y con buen sonido, no te lo pensabas, soltabas mil pelas por ella, seguro. Poder llevarte entonces una cinta de Pachá o de Amnesia, o más tarde del Café del Mar, cuando empieza José Padilla… a principios de los noventa, cuando él ve que está ganando pasta y empiezan a salir los CDs, no se lo piensa y se va a Inglaterra a intentar sacar la serie de CDs de Café del Mar, cosa que logra.
"En Ibiza siempre han convivido la escena más comercial con la más underground. Ya en los ochenta, había tramos más comerciales en las discotecas y otros más underground, y siempre convivieron".
¿Crees que hay una relación entre la Criminal Justice Act que prohíbe las raves en Reino Unido en 1994 y la llegada masiva de turistas y clubbers británicos a Ibiza por la misma época?
Absolutamente. De hecho, así lo reconocen Andy McKay y su pareja, los de Manumission, quienes cuentan esta anécdota, que reafirma Peter Hook (New Order), que estando en uno de sus clubs en Londres, creo que, en el 93, uno de los gangs criminales de Manchester le intenta quemar vivo. Cuando sientes directamente esta violencia… no se lo piensa dos veces. Se produce un efecto dominó sobre toda la escena de clubs británica, que ve cómo el gobierno les recorta sus libertades y persigue y criminaliza la cultura de club hasta que se prohíben las raves. Y en Manchester se suma todo el tema de las bandas criminales, pujando por el control de las drogas. Se tienen que buscar lugares más amables donde poder montar sus fiestas y actividades, y como Ibiza lleva siendo explotada para eso desde el 88, es el lugar ideal para dar ese salto. Se dan cuenta, además, de que Ibiza no solo es el clima, la comida, la playa, el sol y sus increíbles discotecas, sino que además está todo por hacer, hay mucho trabajo y se dan cuenta de que los equipos locales de promoción están todo el día en la playa pajareando, y ellos son los primeros que instauran lo de las parades, esta especie de desfiles por la ciudad, y todo un sistema de promoción muy nuevo, con los flyers con la firma del promotor, su descuento, etc… es cuando llegan Cream o Manumission. Los ingleses van muy por delante en cuanto a modelo de negocio puro y duro.
Luego llegan el llamado handbag house, el Goa trance, el techno y el minimal. ¿Cómo ves la evolución de Ibiza ya desde finales de los noventa hasta ahora? ¿Se produce una degradación?
En Ibiza siempre han convivido la escena más comercial con la más underground. Ya en los ochenta, había tramos más comerciales en las discotecas y otros más underground, y siempre convivieron. Lo que sí que es verdad es que el propio negocio va comiéndose a sí mismo, sobre todo cuando entre la cultura segregativa del VIP. Se empiezan a crear unas diferencias que hacen que la cultura del club de Ibiza tienda más al negocio y menos al componente artístico de la propuesta. Esto es así. Pero siguen conviviendo otros modelos: las fiestas trance en los noventa, la entrada de nuevos promotores extranjeros en los 2000, como son los alemanes en Cocoon o los italianos en Circoloco, que siguen apostando por música underground, y que todavía perviven, y luego ya en los 2010, con la nueva ley turística que tan bien le viene a Ushuaïa, y que hace que entre una música más comercial, como es el EDM, que entra a saco en la isla, con un modelo de ocio muy concreto, replicando lo que se hace en Las Vegas. Pepe Roselló tiene que cerrar Space por una serie de leyes que le impiden tener música al aire libre, y de repente, al cabo de unos años, una ley que parece hecha a medida de hoteles como Ushuaïa hacen que se abra una ventana a actividades de entretenimiento dentro del hotel que se acaban convirtiendo en fiestas diarias para 10.000 personas.
Abel Matutes, el empresario más conocido de la isla, fue el principal beneficiado de esa ley. No quiso hablar con vosotros para el libro, ¿no?
Sí, es lo que te iba a decir, que me encantaría poder decir algo al respecto y comentar lo que nos hubiera explicado, tanto él o su hijo, o Yann Pissenem, que es el director artístico de Ushuaïa, a quien llegamos a entrevistar, pero finalmente declinó que publicáramos lo que nos contó. Es una lástima, porque creo que hubieran tenido mucho que decir, y el suyo hubiera sido un punto de vista muy revelador. Tuvimos que reconstruir la historia de Ushuaïa recurriendo a algunos de sus trabajadores, y con opiniones externas de otros protagonistas. Por esa parte, el relato está incompleto.
Queda la sensación, compartida por la gran mayoría de entrevistados, de que la clase política ni aprecia, ni conoce ni es consciente del potencial de Ibiza como catalizador de la cultura de club durante tantos años.
Tal cual. Es muy evidente en el libro. Lo comenta Anna Tur, la hija de Juan Tur, de Ibiza Global Radio, cuando dice que su padre había estado muy conectado a políticos de la isla a quienes muchas veces invitó a que lo acompañaran a las discotecas, para que vieran lo que estaba pasando, y estos le decían que no. Que cómo podía ser que alguien los viera por allí. Era como una especie de tabú. Por otro lado, también muchos DJs comentan que han intentado crear alguna especie de evento con el que vincular a la industria, como el IMS, pero los políticos nunca tuvieron interés por la cultura de club, ni la conocen. No se dan cuenta de que en estas discotecas a veces trabajan plantillas de 50 o 70 personas durante todo el día, para crear todo su entramado. Y no se dan cuenta – bueno, o sí – del enorme negocio que supone para la isla. Es incomprensible, pero así vamos.
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