En 1967, unos meses después del supuesto accidente de motocicleta que cambió para siempre la carrera y la vida un Bob Dylan que acababa de cambiar para siempre la música popular, los fans empezaron a ponerse nerviosos. Dylan, su ídolo, llevaba ya demasiado tiempo sin aparecer en público y aparentemente estaba encerrado en su casa y nadie sabía nada de él. Empezaron a correr los rumores. Esta circunstancia y la ausencia de material dylaniano durante más de un año por primera vez desde que comenzó su carrera desató la locura de sus fans, que empezaron a mercadear con antiguas grabaciones no oficiales, directos o pruebas de estudio que, muchas veces, los propios técnicos habían guardado sin que nadie lo supiera. Se extendió así, por primera vez, el fenómeno bootleg: versiones piratas de canciones, extractos, tomas descartadas,… ‘The Great White Wonder’ marcó, para todo los entendidos, en 1969, el inicio del fenómeno bootleg. Un recopilatorio gigante de grabaciones no autorizadas del ahora Premio Nobel. Metadona para adictos. Todo era poco para disfrutar de material inédito del nuevo Dylan, o saciarse con las migajas de lo que fueron esos meses increíbles de 1965 y 1966.
¿Llegaremos al punto de tener expertos tasadores de los artistas más relevantes o serán estos bootlegs de Bad Bunny una anécdota que no volverá a repetirse?
En 1991 vio la luz el primer volumen oficial de bootlegs de Bob Dylan, un triple disco con tomas y canciones descartas e inéditas que iban desde los sesenta hasta los ochenta. Así se capitalizaba una Dylanmanía que llevaba funcionando veinticinco años de manera independiente y que ahora se extiende de manera oficial cada par de años con nuevas cajas para coleccionistas y reediciones especiales. Entre todo este fenómeno bootleg hubo de todo: joyas que todavía hoy no han visto la luz de forma oficial y estafas y canciones grabadas por imitadores. Muchas de estas estafas siguen hoy pululando por YouTube libremente, y algunas son realmente parecidas. Sin embargo, no son Bob Dylan.
Bad Bunny tampoco es Bob Dylan, y su encumbramiento como artista total que ha venido a revolucionar a la nueva generación mediante la conciencia social y la liberación y la modernidad quizá sea algo exagerada. Por mucho que algunos lo intenten Bad Bunny todavía no es Bob Dylan pero sí que ha comenzado a generar un revuelo que aún no habíamos visto en ningún artista nacido en los noventa. Así como tampoco en ningún reggaetonero. Este revuelo por todo lo que Benito Antonio Martínez Ocasio emprende a nivel musical o personal se ha visto recientemente en su concierto en el techo de un autobús por las calles de Nueva York, o en las declaraciones de Arcángel, uno de los grandes artistas del género urbano latinoamericano, que hace apenas unos días en una entrevista dijo que su legado será haber sido el primer artista en colaborar con Bad Bunny. O el caso que nos hace ligarle -solo este caso- con Bob Dylan: la misteriosa aparición de un perfil de Spotify con el nombre de Bad Bunsy que saltó a la palestra esta semana en las conversaciones de la industria musical y en los stories de Instagram del mundo de habla hispana tras haber pasado desapercibido durante más de dos meses con el lanzamiento de un álbum titulado ‘Coronavirus’.
La aparición de ‘Coronavirus’, que incluía freestyles, canciones inéditas e incluso colaboraciones falseadas, no hace sino agrandar la leyenda de Bad Bunny.
El trabajo, compuesto por apenas media docena de canciones, se sumaba a otras tres que habían visto la luz en los últimos meses (‘Compositor del Año’, ‘Como Ayer’ y ‘No Soy Chota’). Una vez que el álbum había visto la luz y se había difundido tan veloz como el propio virus que le daba nombre de boca en boca, las preguntas han empezado también a correr. ¿Es otra extravagancia musical de Bad Bunny que ha querido ver cómo funcionaba su música como si fuera un artista nuevo? ¿Son filtraciones ilícitas de canciones, bootlegs como los de Bob Dylan, que no hacen sino aumentar la fama del puertorriqueño? ¿O acaso son imitadores que con programas de distorsión de voz han intentado aprovecharse del nombre del último galardonado como Mejor Compositor del Año? Todas las opciones resaltan la importancia de Bad Bunny y su consagración como icono generacional. Pero, pasadas las horas, se va dilucidando algo que no estaba tan claro en un primer momento.
Para saber si eran grabaciones ciertas o no, los fans se apretaban el auricular a la oreja para intentar captar el característico tono gutural del reggaetonero. Otros medíamos las estructuras y comparábamos la letra de las canciones con otras ya publicadas. Dos días después no queda ni rastro. No queda ni una sola de las canciones en el perfil de Bad Bunsy en Spotify. El de ‘x100pre’ no se ha pronunciado al respecto y ahora solo queda buscarlas en YouTube el tiempo que duren. La aparición de ‘Coronavirus’, que incluía freestyles, canciones inéditas e incluso colaboraciones falseadas, no hace sino agrandar la leyenda de Bad Bunny. Pero también plantea ciertas incógnitas acerca de la situación actual de la música. Hay a quién le ha dado absolutamente igual si las canciones eran autenticas o no y han hecho que alguna se colara en las playlists de virales en países como Paraguay. ¿Nos encontramos ante la muerte del cantante tal y como lo conocemos?
Si no podemos saber -porque Bad Bunny es un artista independiente y no juega en los suelos de las grandes multinacionales de la industria- si las canciones eran filtraciones o imitaciones y, lo más importante, a una parte del público le ha dado absolutamente igual entre exclamaciones de “Si es marketing se ha coronado” o “No me importa quién haya hecho esto pero es el contenido que me merecía”, vale la pena preguntarnos si, en estos tiempos raros en los que los grandes directos multitudinarios están pospuestos y el único encuentro real con los artistas son sus canciones, nos sigue importando la verdad o solo buscamos algo que se le parezca. Los tiempos líquidos que ya están horadando las relaciones de pareja y las convenciones sociales ¿arrasarán también con la música? El arte plástico, que en su propia naturaleza lleva la vanguardia, ha pasado ya por esto y las falsificaciones e imitaciones son el pan de cada día. Con el añadido de que hacer música cada vez es más barato. ¿Llegaremos al punto de tener expertos tasadores de los artistas más relevantes o serán estos bootlegs de Bad Bunny una anécdota que no volverá a repetirse?
Del mismo modo que ‘The Great White Wonder’ marcó el inicio, en 1969, de una fiebre desenfrenada por los bootlegs durante los años 70 en los que los superfans pagaban auténticas barbaridades de dinero por coleccionar grabaciones piratas que iban de vinilo en vinilo y que podían llegar a ser auténticamente incomprensibles o falsas (algo que sucedió hasta que las discográficas vieron en ellas una nueva fuente de ingresos), ¿podremos vivir, ahora que los ritmos del urbano se han generalizado después de un periodo más marginal gracias a artistas como el propio Bad Bunny, una época iconoclasta que, a su vez, daría paso al principio del fin de su hegemonía creativa?
El tema genera una incógnita tras otra. La única certeza que tenemos a día de hoy es que Bad Bunsy ha desaparecido de las plataformas y que solo quienes estuvieran atentos los dos días después del lanzamiento del álbum pirata han sido capaces de disfrutar de los temas (por otro lado alejados de su nivel habitual) lo que, si la mitomanía no ha desaparecido, los elevará a la categoría de las historias que los grandes artistas de las generaciones anteriores protagonizaron. Merecida o inmerecidamente.
"La única certeza que tenemos a día de hoy es que Bad Bunsy ha desaparecido de las plataformas y que solo quienes estuvieran atentos los dos días después del lanzamiento del álbum pirata han sido capaces de disfrutar de los temas"
A pesar de que los más puristas puedan pensar que esto no es sino una muestra más de la deriva artístico-cultural y el cambio de paradigma que se ha hecho inevitable con la digitalización, creo que marca, en cierto modo, un regreso a ciertas formas más artesanales y tradicionales de entender la música. El fenómeno bootleg es algo extraño para muchos jóvenes que no han tenido una educación musical en profundidad y no conocen la locura que se generó en los años 70. Una nueva manera de entender la música para mucha gente que no ha buscado en programas como EMULE ni ARES, ni mucho menos ha puesto anuncios en periódicos para encontrar nuevas canciones de sus artistas favoritos porque ya tenía toda la música del mundo a golpe de click en Spotify. Si Bad Bunny ha conseguido, a diferencia de la mayoría de artistas de su (nuestra) generación, concebir un movimiento fan tan importante como el de las grandes estrellas de rock del siglo pasado, algo puede estar moviéndose en la industria, aunque sea tímidamente. Lo que en un momento dado puede pasar por la muerte del artista puede llegar a convertirse en el renacimiento del mismo como alguien al que merece la pena escuchar con una calidad deplorable solo para escucharle como si fuera la primera vez todas las veces que sea posible.
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