Curtido en el post-punk de los primeros ochenta, el cambio de década consagró a Andrew Weatherall como figura de referencia para entender la evolución de la escena independiente en el Reino Unido, convirtiéndose en imprescindible bisagra entre el rock y la electrónica de baile. Fallecido por una embolia pulmonar el pasado 17 de febrero, consumió todas las etapas de la vieja escuela. Primero, un fanzine a la antigua usanza (“Boy’s Own”), reuniendo fútbol, contracultura y artículos sobre el boom del acid house. De ahí pasó a estrenarse como DJ en el Shoom, mítico club londinense donde descolló con el eclecticismo que siempre le acompañaría. No faltaron raves que marcaron época; tampoco el nacimiento de Bocca Juniors (acompañado por Pete Heller, Hugo Nicolson y Terry Farley), proyecto de corto recorrido, pero que dejó huella con “Raise”, al más puro estilo ‘balearic’, ni un sello en el que dieron sus primeros pasos Underworld, X-Press 2 o The Chemical Brothers.
El gran punto de inflexión hay que buscarlo en su remezcla, mano a mano con Paul Oakenfold, del “Hallelujah” de Happy Mondays, y sobre todo en la reconversión de un medio tiempo tristón de Primal Scream en la excitante “Loaded”, abriendo la puerta a que Weatherall se pusiera a los mandos de “Screamadelica” (91). Después, su catálogo de remixes fue engordando de forma ininterrumpida con temas de nombres tan diversos como New Order, My Bloody Valentine (imprescindible el de “Soon”), James, Saint Etienne, Ricardo Villalobos, Lali Puna, Siouxsie, Grinderman o los High Flying Birds de Noel Gallagher, dando muestra de una enciclopédica versatilidad que también reprodujo como productor de varios cortes de One Dove, del debut de Beth Orton (“Trailer Park”, 96) o, más adelante, del enorme “Tarot Sport” (09) de Fuck Buttons, tendiendo puentes ya no sólo entre rock y electrónica, sino entre dos generaciones.
De espadas y espadachines
La inquietud constante de Lord Sabre (uno de sus muchos alias) le llevó a poner en marcha decenas de proyectos: unos de vida efímera, otros de más largo alcance, como The Sabres Of Paradise –con una joya atemporal como “Sabresonic” (93)– o Two Lone Swordsmen, acompañado por Keith Tenniswood. Más cerca, The Asphodells -con el hipnótico “Ruled By Passion. Destroyed by Lust” (12)- o sus propios discos en solitario, además de las sesiones maratonianas de A Love From Outer Space.
Imprescindible:
Primal Scream - “Screamadelica”
(Creation, 91)
Hay algo (o mucho) de ventajista en esto, pero lo más fácil es que, sin Andrew Weatherall, Primal Scream se hubiesen quedado como un grupo del montón, atrapados eternamente en su modo retro. Su papel en “Screamadelica” fue determinante para hacer de este elástico álbum uno de los más influyentes de los últimos treinta años, emparejando Londres con Ibiza, gospel con psicodelia, blues con dub y rock con cultura rave. La tormenta perfecta para despedir el segundo verano del amor.
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