Ha tardado poco. Hete aquí la primera sensación de 2008. Los neoyorquinos Vampire Weekend son la receta perfecta para los que estén ya saturados de tanto maximalismo épico y tengan ganas de algo sencillo y bello.
Tras unos cuantos Ep’s que les han convertido en la banda en boca de todos en la Gran Manzana, llega el debut en largo y no decepciona. Mantienen el frescor de sus melodías y esos detalles tomados del reggae y del afro-pop, más deudores de Paul Simon (“Cape Cod Kwasa Kwasa” podría ser suya) que de Talking Heads. La mayoría de sus canciones se apoyan desnudamente sobre la línea de bajo y el ritmo, y a partir de allí Ezra Koenig entrega brillantes ejercicios surrealistas llenos de encanto y humor bizarro. Pero tras la aparente inmediatez y simplicidad de temas como “Mansard Roof”, “Oxford Comma” y “A-Punk” –del tirón, las tres primeras del álbum- se esconde un grupo capaz de darle una vuelta de tuerca a cada compás, haciendo de lo complicado algo simple y de lo simple una locura endiablada. De allí que la pastoral “Bryn” suene tan jodidamente irresistible, que el barroquismo de “M79” sea tan ligero y delicioso y que “One (Blake’s Got A New Face)” te haga pensar en lo fácil que parece hacer una buena canción pop. Dentro de unos meses voy a odiarlos, cuando el hype les quite toda la gracia, pero por ahora no puedo dejar de escucharlos.
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