Todo el mundo odia a Chemical Brothers. De hecho es la misma gente (la crítica especialmente) que antes los adoraba. A mí es que siempre me han dado igual. No me gustan sus discos. No me gustan sus caras. Me gustan algunas de sus canciones. Me encantan sus vídeos. En fin. Un concierto de los Chemical Brothers suele aburrir y el de Granada fue más o menos así. Repasaron su nuevo disco, el masacrado “Push The Button” (no hay para tanto; es más o menos igual que siempre, la única novedad es el toque arabizante de algunos temas) y sus más célebres hits, con todos los vocalistas en formato grabado (no aparecieron por Granada, era de esperar, ni Noel Gallagher, ni Richard Ashcroft, ni Tim Burguess –estupendo en “The Boxer”- y los malos del lugar, que en la ciudad andaluza son muchos, dudaban incluso que los dos tipos que se movían entre las luces fueran Ed Simons y Tom Rowlands) y con un teóricamente potente soporte visual. Así, desde el arranque con “Hey Girl, Hey Boy” pasando por “Star Guitar” o “Galvanize” todo en el concierto de The Chemical Brothers fue más o menos previsible, más o menos divertido (la masa bailaba, los críticos fruncían el entrecejo) y más o menos interesante. Una pregunta: si la guerra (primera expresión natural del hombre) contemporánea se hace pulsando botones, ¿por qué no la música, al fin y al cabo la segunda expresión natural del hombre?
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